Antes había siempre personal de Migración que daba una especie de bienvenida, como forma de apoyo emocional. Eso ya no sucede.
Además, los migrantes tenían un espacio donde un delegado del Ministerio de Trabajo ofrecía empleos para los recién llegados. Tampoco se ofrece este servicio.
La Policía Nacional Civil que verifica los antecedentes policiales de los expulsados ya no remueven el brazalete de plástico rígido de las muñecas de los deportados, la cual los identifica como infractores de la ley migratoria.
Se mantiene el servicio de cambio de divisas que presta Banrural, no así la llamada telefónica única que prestaba el Ministerio de Relaciones Exteriores; lo único que continúa es el servicio de bus, que lleva a los deportados a las terminales, donde pueden abordar otra unidad hacia sus casas. Lamentablemente muchos de ellos no traen dinero, y algunos ya no recuerdan cómo es la ciudad, por lo que prácticamente se quedan abandonados, como si fueran extranjeros en su tierra.