Este último avión fue acompañado por otro que llegó más temprano, en el cual venían 131 guatemaltecos.
Con ambos grupos sumaron 222 expulsados y se alcanzó la cifra de 28 mil 160.
Esta situación se ha convertido en una costumbre para las instituciones encargadas de recibir a los deportados, y esos guatemaltecos que regresan al país ya no son bienvenidos con un discurso de aliento, como se hacía antes.
Tampoco está habilitado el escritorio con un delegado del Ministerio de Trabajo que ofrecía empleos para los recién llegados.
Además, la Policía Nacional Civil, que verificaba los antecedentes de los deportados, ya no efectúa esa labor.
Los agentes verificaban el pasado delincuencial de los deportados y después les quitaban un brazalete de plástico rígido que los identificaba como infractores de la ley estadounidense, pero ahora salen a la calle con ese distintivo.
En el área donde son registrados los menores de edad se encontraba ayer Manuel Alexánder Gómez, de 15 años, quien expresó que debido a la pobreza del lugar donde vive, una aldea de Colotenango, Huehuetenango, abandonó a su mamá y a su padrastro el 25 de julio de este año.
El acuerdo con quien lo iba a llevar a EE. UU. consistía en que pagaría Q13 mil al llegar a ese país, pero luego de tres días en el desierto de Arizona fue capturado por patrullas fronterizas, el 19 de agosto último.
“Soy muy pobre y tengo que buscarme la vida; ahora voy a buscar terminar primero básico y graduarme, para ser maestro en Guatemala”, afirmó Gómez.
Sus deseos de permanecer en el país contrastan con los de Candelaria Ordóñez, originaria de la cabecera departamental de Jutiapa.
Ordóñez, quien ya vivió en EE. UU., regresó hace un año para reencontrarse con su hija y con la intención de llevársela al pueblo de Carolina del Norte donde reside el esposo y padre de ambas. Después de haber pagado Q30 mil por el viaje, partió junto a su hija María Rosa, 15.
Luego de dos semanas de camino por diversos estados de México, cuando intentaban atravesar la frontera, fueron interceptadas por las autoridades de EE. UU. Permanecieron cautivas durante 22 días y fueron deportadas ayer.
“Si encontrara un buen trabajo en Guatemala, me quedaría, pero aquí no hay futuro para mi hija y por eso me la llevo para poder reunir a la familia”, afirmó.
Ordóñez expresó que intentará, cuantas veces sea necesario, cruzar hacia donde ella considera que está su hogar en Carolina del Norte.
Últimos registros
El alza en el número de deportaciones ha sido constante desde el 2004, cuando sumaron siete mil 29, ya que un año más tarde aumentaron a 11 mil 512, y en el 2006 la cifra llegó a 18 mil 305.
En el 2007, el número se incrementó a 23 mil 62, y en el 2008 llegó a 28 mil 51, pero en el año siguiente se registró la única reducción, ya que las deportaciones sumaron 27 mil 222.
Sin embargo, este año de nuevo sube y se rompe la marca, pero los 28 mil 160 podrían ser más, debido a que falta para que termine el mes.