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Apenas un mensaje con su nombre escrito en el cemento fresco, a mano, se lee en la lápida de quien fuera una de las alegrías de la familia Caal Maquín y que, según cuenta el abuelo -Domingo Caal- decidiera acompañar a su padre, Nery Caal, en su odisea hacia territorio norteamericano.
Para ello, los Caal hipotecaron el terreno de su propiedad y pagaron una cuantiosa suma a coyotes para llegar hasta la frontera de México con Estados Unidos, donde la Patrulla Fronteriza detuvo el 6 de diciembre a unas 163 personas, separó al padre y a su hija y, 48 horas más tarde, admitió que había fallecido la menor guatemalteca de origen maya q’eqchi’ por supuesta deshidratación.
Apenas el domingo por la tarde, la Cancillería guatemalteca repatrió el cuerpo de Jakelin en solitario, mientras el padre permanece en territorio estadounidense a la espera de conseguir el permiso para trabajar allí y poder enviar recursos a la familia para salir de la pobreza extrema en la que viven.
Mientras amigos, vecinos y familiares de la pequeña oraban por ella en una ceremonia evangélica, su padre, Nery Caal, lloraba y se tapaba la mirada con un paño a distancia, desde una videollamada en un teléfono móvil sostenido por su hermano.
Claudia Maquín, la madre de Jakelin y otros tres hijos -una de apenas 6 meses de edad-, enrojecida de la tristeza, pero con apenas un hilo de llanto se despidió de su hija en casa, cuando la caravana que llevaba el ataúd pasó por allí, en su camino hacia el cementerio, remodelado este lunes.
Unos 45 minutos de camino más tarde, con ya apenas decenas de personas, fue el último recorrido de la menor, sobre quien ha pedido una investigación la Cancillería guatemalteca al Departamento de Estado estadounidense acerca de las razones de la muerte, así como el informe médico.
Tanto el abuelo como la madre, prefirieron quedarse en casa y ya no ver al féretro ingresar al nicho, que guardará la vida de una menor que estremeció la remota comunidad de San Antonio Secortez y al país entero.
Otra víctima
Un sepelio que coincidió con la notificación de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) acerca de la muerte de un segundo menor guatemalteco bajo su custodia, en Nuevo México.
El nombre del pequeño se desconoce pero se sabe que tenía ocho años y que fue detenido junto a su padre por la patrulla fronteriza de Estados Unidos tras cruzar clandestinamente desde México. Murió este martes en el Centro Médico regional de Gerald Champion, en Alamogordo, Nuevo México.
Durante el lunes 24, los agentes vieron que el niño parecía enfermo, por lo que fue trasladado al hospital junto con su padre. En un comunicado, las autoridades explican que el menor fue diagnosticado inicialmente con un resfrío común y cuando las autoridades se disponían a darlo de alta se dieron cuenta de que tenía fiebre.
“El niño fue mantenido en observación durante 90 minutos y después dado de alta del hospital a mitad de la tarde del 24 de diciembre con una prescripción de amoxicilina y de ibuprofeno”, indicaron las autoridades.
En la noche, el cuadro evolucionó y el niño comenzó con náuseas y vómitos, por lo que fue trasladado nuevamente al centro médico, donde finalmente murió poco después de la medianoche.
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