Entre octubre del año pasado y finales de agosto, la Patrulla Fronteriza detuvo a 68 mil 80 unidades familiares que intentaron cruzar ilegalmente la frontera entre México y Estados Unidos, nueve mil 359 de ellas solo el mes pasado, mientras que los menores indocumentados sin un acompañante adulto alcanzaron los 54 mil 32 (cinco mil 804 en agosto) .
La llegada acumulada de unidades familiares en lo que va de año fiscal, en su mayoría centroamericanas, es superior a los 66 mil 144 del mismo período del 2014, mientras que en el caso de menores que realizan esta travesía en solitario la cifra está por debajo de los 66 mil 115 de los mismos meses en el 2014.
Los datos de detenciones de familias en agosto (nueve mil 359) fueron las más altas en un solo mes desde el inicio del verano en el 2014, cuando hubo cerca de 13 mil familias detenidas en mayo y en junio superaron las 16 mil.
Las crisis humanitaria de menores y familias que se inició en el 2014 llevó al Gobierno estadounidense a poner en marcha planes de combate de la violencia, la pobreza en los países de origen y para atender peticiones de asilo in situ, con el fin de disuadir de realizar el peligroso viaje desde Centroamérica a la frontera de EE. UU.
Asimismo, en agosto fueron aprehendidos cinco mil 804 menores sin acompañante, un nivel ligeramente superior al dato de julio y junio, pero significativamente por debajo de los más de más 10 mil niños que fueron detenidos en mayo y junio del 2014.
La mayoría de niños y familias detenidos en la frontera sur en lo que va de año fiscal son ciudadanos de El Salvador, Guatemala y Honduras y, en menor medida, de México.
La migración del 2014 desató una crisis en la frontera ante la imposibilidad de la Patrulla Fronteriza de gestionar la llegada de los menores, que deben pasar a la responsabilidad del Departamento de Salud y sus casos deben ser tratados con extremo cuidado y sujetos a la posible protección de asilo.
Las crisis humanitaria de menores y familias que se inició en el 2014 llevó al Gobierno estadounidense a poner en marcha planes de combate de la violencia, la pobreza en los países de origen y para atender peticiones de asilo in situ, con el fin de disuadir de realizar el peligroso viaje desde Centroamérica a la frontera de EE. UU.
No obstante, esos planes no parecen haber convencido a miles de centroamericanos de todas las edades y no han contribuido a una merma significativa de las llegadas de grupos de población extremadamente vulnerables, que deben sobreponerse a los peligros del camino, de las mafias, los narcotraficantes y finalmente del complicado paso de la frontera desértica en la clandestinidad.