“Ella empezó con la pérdida del olfato y del sentido del gusto. Eso fue el 29 de marzo, y pensamos que era una gripe. Días después comenzó con otros síntomas como dolor de cabeza y fiebre. Entonces fuimos al médico el 8 de abril. Le hicieron una prueba y salió positivo de covid-19”, refiere.
Samuel se casó con la ciudadana ecuatoriana Diana Ponce hace tres años, y desde entonces han formado un hogar en el que ambos trabajan. Él ha sido cocinero en el barrio italiano de Manhattan, New York, pero el restaurante cerró, debidoa la transmisión masiva de covid-19, y luego se confinó para cuidar a su esposa.
“Ella comenzó con la fiebre y dolores en la frente, como que fuera sinusitis. Tiene muchos dolores en los huesos, pero lo grave es la fatiga. Me asusté hoy —ayer— porque su corazón latía muy rápido y estaba fatigada. La iba a llevar al hospital, pero ella me detuvo y dijo que no, que lo soportaría en la casa. Lo que ocurre acá —en EE. UU.— es que en los hospitales la gente está muriendo y hay hacinamiento; no hay esperanza”, relata.
Ni un termómetro
Aunque Samuel vive en el país más rico del mundo, en esta emergencia no ha podido encontrar un termómetro para medir la temperatura de su esposa. Lleva tres semanas velando por sus medicamentos y alimentación.
“En los hospitales solo están atendiendo a personas con grandes posibilidades de morir. Por eso Diana está en casa, pero si veo que ya no puede, tendré que llamar al 911. Me volví el enfermero personal de mi esposa. Estoy cocinándole y la temperatura me toca tomársela colocando mis dedos en su cuello o frente, y obviamente percibo su calor con alta temperatura y le doy sus medicamentos”, narra.
En el apartamento viven Diana y Samuel, pero este ha dejado de usar protección para atenderla a ella porque acepta que “tarde o temprano” será quien esté en cama soportando, la fuerte neumonía que causa el covid-19.
“Solo estoy esperando la enfermedad, pero no puedo hacer mucho por evitarlo porque soy yo el que atiendo a mi esposa. En tres semanas solo he salido en dos ocasiones y cuando lo hago me protejo, para evitar contagiar a las personas afuera. Ni toco los pasamanos y les advierto a las personas que no se me acerquen”, refiere Manchamé.
Samuel en 17 días de cuarentena solo ha salido de su apartamento en dos ocasiones para comprar alimentos y medicina para Diana, pero en su vida tiene otra preocupación y es el bienestar de su familia en Guatemala.
“Tengo dos hijos en Guatemala de 13 y 16 años, y les pido por favor que se apeguen a las reglas de salud que dan los médicos. Esto es serio y no quiero que el corazón se me parta más al verlos sufrir por el covid-19, porque mi corazón tiene daño al ver grave a la persona que amo”, aconsejó.
Luego de tres semanas de confinamiento junto a su esposa, Samuel no presenta síntomas de coronavirus, pero tiene temor porque una vecina en el edificio falleció el Sábado de Gloria por el virus y la suegra de su primo murió hace 10 días por la misma causa.