En el estudio, HRW señala que los indocumentados duermen en bancas de cemento o incluso en el suelo ya que regularmente no reciben colchonetas y a menudo solo cuentan con una manta para protegerse del frío. A veces, los agentes fronterizos les piden que se quiten los suéteres y otras prendas de vestir, supuestamente por razones de seguridad, antes de ingresar en las celdas de detención.
Casi todas las mujeres entrevistadas por a la organización describieron las celdas como “frías”, “muy frías”, “extremadamente frías”. También que a los detenidos no les entregan artículos de higiene personal y que no se les permite ducharse a veces durante varios días.
Aunque en el estudio no se pudo determinar la temperatura ambiente en que mantienen los centros de detención, es común que los propios agentes se refieran a ellos como “hieleras”.
La separación de las familias es otra de las medidas que se adoptan en los centros, lo cual según HRW, aunque sea por lapsos muy breves, puede representar graves consecuencias para el bienestar mental.
Otra de las características que cita el reporte de la organización humanitaria es sobre el hacinamiento y falta de privacidad que hay en los centros. De acuerdo con las entrevistas, en los pequeños cuartos duermen hasta 20 personas, las cuales casi se tocan.
Por si eso fuera poco, las celdas se mantienen todo el tiempo con las luces encendidas lo cual dificulta conciliar el sueño al punto de que varios indocumentados afirmaron que no sabían en qué momento era de día o de noche.
Nunca deberían llegar ahí
El informe concluye que los migrantes no deberían ser retenidos en esos centros más de 10 horas, y que los niños “nunca” deben ser recluidos en esos lugares.
La Unión Americana de Libertades Civiles (Aclu en inglés) coincidió en que esos centros de procesamiento no deben albergar niños, y añadió que la CBP tiene un “largo historial” de abusos a los derechos humanos, por lo cual esta agencia debe buscar alternativas para minimizar el tiempo que un niño permanece bajo su custodia.
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Respecto a la muerte del niño Gómez Alonzo, la Aclu pidió que se lleve a cabo una investigación independiente con miras a reformas legales que garanticen la supervisión permanente, la transparencia y la responsabilidad.
Y mientras en Guatemala, la Cancillería asegura que solicitará una investigación al Departamento de Estado, sectores promigrantes creen que también es momento de revisar las prácticas de la CBP.
El abogado Pedro Pablo Solares, analista en temas migratorios, consideró que es momento de examinar si las prácticas disuasivas de la migración ilegal de la administración de Donald Trump, como ingresar a indocumentados a centros de reclusión con temperaturas frías y ambientes no aptos para humanos “están afectando a los migrantes al punto de llevarlos a la muerte”.
No obstante, Solares no descarta que la muerte de niños migrantes guatemaltecos tenga que ver con las condiciones de pobreza y desnutrición que padecen los menores en sus aldeas de origen (Jakelin Caal migró desde una remota aldea de Raxruhá, Alta Verapaz), y citó, por ejemplo, que no se han reportado fallecimientos de niños de otras nacionalidades.
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Clima extremo
Carol Girón, activista de la Pastoral de Movilidad Humana, tampoco descartó que el fallecimiento de Felipe haya tenido relación con un posible retardo al momento de ser diagnosticado debido a que los indocumentados son parte de “un grupo de población no priorizada para EE. UU.”
“Otra cosa es que allá —en EE. UU.— no pueden dimensionar lo que el niño ha sufrido y los riesgos a los que estuvo expuesto, por lo cual —los agentes fronterizos— no pueden darle la misma atención que un niño estadounidense”, añadió Girón.
Precisó que las muertes de menores de edad guatemaltecos pueden deberse a que incursionan en rutas más arriesgadas porque las habituales están más vigiladas. Aparte, agregó, en esta época del año es muy arriesgado viajar por las temperaturas extremas.
Tanto en Texas como en Nuevo México durante el invierno las temperaturas suelen descender incluso hasta los 0 grados centígrados.
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