Esta actitud incluso se ve entre familias que han llegado a echar de sus casas a sus parientes que han adquirido la enfermedad y que ya se han recuperado.
Ese fue el caso dos guatemaltecos originarios de Totonicapán, que se enfermaron de covid-19 al punto que necesitaron asistencia hospitalaria. El primero de ellos es Josué, tiene 35 años y siete y medio de vivir en EE. UU.
El segundo, Ismael. De 45 años y casi de 20 de haber migrado a aquel país. Ambos vivían con sus familias en el condado conocido como La Pequeña Centroamérica, un populoso barrio de Los Ángeles, donde abundan las familias guatemaltecas.
“Estas pobres personas entraron en depresión. Sus propios hermanos les cerraron las puertas, sienten que la sociedad los está rechazando y lloran de la decepción y tristeza por la reacción de sus familias”, contó Wálter Batres, presidente de la Red Migrante Guatemalteca (RMG), grupo que ha dado acompañamiento a los connacionales y les ha asistido con lo básico puesto que ahora que están en la última fase de su recuperación aún no pueden trabajar.
Aportes
Los guatemaltecos de este grupo han aportado desde US$5 hasta US$20 para pagar la habitación de un sencillo hotel a sus compatriotas; además, les llevan víveres para que puedan pasar estos días.
“La trabajadora social del hospital trató de convencer a las familias de que ya no eran contagiosos, que solo necesitan un lugar para recuperarse, pero no quisieron. Josué les dijo que aunque sea su ropa iba a sacar de la casa, y ni eso le permitieron”, narró Batres.
El miedo de la familia llegó al extremo que le cambiaron la chapa a las puertas para que Josué no pudiera entrar y tampoco le dieron un centavo para que tratara de sobrevivir fuera de casa, añadió el dirigente de la RMG.
En cuanto a Ismael, su situación no ha sido mejor. Hasta antes de enfermarse trabajaba en una fábrica, justamente haciendo mascarillas; sin embargo, no sabe si ahí se contagió puesto que también usaba el transporte público, que en Los Ángeles no se ha suspendido.
Tampoco ha tenido el soporte de su familia en los días de su recuperación y solo, en su cuarto de hotel, se llena de ansiedad cuando recuerda las noches de desesperación, dolor, falta de respiración y hasta alucinaciones que le provocó el covid-19.
Batres señaló que muchas familias hispanas “tal vez por ignorancia” han optado por que sus seres queridos que se han enfermado pasen el día en garajes, tiendas de campaña e incluso dentro de sus vehículos.
Discriminación
Ángel Córdoba es un guatemalteco que pertenece a No te dejes, organización pro migrante que trabaja en Los Ángeles.
Coincide en que la estigmatización es un efecto colateral para aquellos que han sido víctimas del coronavirus lo que, incluso, ha llevado a episodios de violencia, como el ocurrido el pasado miércoles 3 de junio, cuando un grupo de personas expulsó a golpes a un hombre cuando notaron que había estornudado varias veces.
Creían que era covid-19, pero se trataba de una gripe, como las que suelen tener muchos californianos en esta época del año, subraya Córdoba.
En La Pequeña Centroamérica también se dio el caso de una persona en situación de calle que dio positivo al coronavirus y cuando los habitantes se enteraron lo forzaron a irse a otro lugar a mendigar.
Córdoba lamenta que esta situación también se ha prestado para fomentar la discriminación de los propios hispanos hacia personas de su misma raza, de esa cuenta hay un incremento de la tendencia a negarse a prestar servicios o acceso a compras a ciertos clientes bajo la regulación estatal que permite a un negocio reservarse el derecho de admisión.
“Ha habido casos en los que las cosas se salen de control porque hay como una paranoia colectiva”, reconoce.
Cuidado especial
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó en marzo pasado que un paciente recuperado de coronavirus puede transmitir la enfermedad, pero esto no significa que no puedan estar en casa. Al contrario, estas personas requieren de cuidados especiales que en todo momento deben estar a cargo de personas no vulnerables.
El aislamiento, recomienda la OMS, debe seguir 15 días después de que el paciente dejó de sentir síntomas. Quienes los cuidan deben poner especial cuidado en lavarse muy bien las manos después de haber tenido contacto con el paciente recuperado, y ambos deben usar mascarilla.
Los pacientes que al enfermarse se agravaron deberán guardar reposo después de ser dados de alta del hospital, por las secuelas que puede dejar el virus en los pulmones.
Temen brote
Los Ángeles, sin embargo, es una ciudad de contrastes, y en este caso, el miedo que sienten ciertas familias de La Pequeña Centroamérica difiere mucho de otros que han tomado pocas precauciones ante la enfermedad, lo cual hace temer que en corto tiempo habrá un brote significativo de casos.
“En el área donde hay más centroamericanos se ve mucha gente ignorando las recomendaciones de protección y distanciamiento”, aseguró Córdoba, para quien en estos lugares se distinguen dos tipos de personas: aquellos que ven el riesgo de perder su vida con la enfermedad y toman medidas extremas y otros que pareciera no preocuparles el contagio.
En La Pequeña Centroamérica, un complejo habitacional de unos cuatro kilómetros cuadrados, hay pequeños apartamentos donde se concentra hasta cinco personas para no gastar, y tener más dinero para enviar a sus familiares en Guatemala. Esto es otro factor que podría multiplicar el virus, sumado a que muchos de estos migrantes ni siquiera terminaron la primaria y no ponen en práctica las medidas de higiene.
Batres dice que en esta área es común que no se respete el toque de queda o ver personas jugando partidos de futbol o basquetbol a pesar de los riesgos de contagio. “A algunos no les dará síntomas o tendrán síntomas leves y seguirán trabajando”, señala el migrante guatemalteco lo que le hace temer un aumento de contagios.