Gregorio Fernández, de 36 años, que proviene de Caracas, la capital venezolana, contó a Prensa Libre y Guatevisión que ya tenía casi cuatro meses de haber salido junto con su familia de ese país sudamericano en busca de llegar a Estados Unidos.
Expresó que, debido a que a todos los países han entrado en forma irregular, no pueden conseguir un trabajo y se ven obligados a subsistir vendiendo algunos productos.
“Tenemos que agarrar a vender chocolates, caramelos y golosinas; cualquier cosita para poder seguir avanzando, para no dormir en las calles y para darles comida a los bebés”, dijo el venezolano, quien agregó que, al igual que él, muchas familias de ese país subsisten en las calles guatemaltecas.
Relató que ellos son solo un núcleo de unas 12 personas, entre las cuales viaja su esposa, su hija, primos y otros amigos, que llegaron a territorio guatemalteco hace tres días.
“No habrá Navidad”
Con la mirada perdida, Fernández, que trabajaba en la construcción en su país, narra que para ellos no habrá Navidad este año.
“Imagínate, lejos de tus familiares, sin tu tradición… Igual, tendremos que salir el 24 de diciembre y el 31 de diciembre a vender caramelos para poder pagar una habitación, para luego poder seguir el destino”, explicó con la voz pausada.
Relató que vender caramelos le da sustento para pagar, al menos, una habitación, así como para comer algo.
“Las esperanzas nunca se pierden y siempre están puestas allí en Dios”, enfatizó.
Sueños perdidos
Edson Mujica, de 29 años, es otro venezolano que cuenta que salió de su país hace tres años, pasando por Colombia, Ecuador, la selva del Darién, Panamá, Costa Rica, Nicaragua y Honduras, hasta llegar ahora a Guatemala.
Cuenta que en Venezuela estudiaba una carrera técnica en mantenimiento de aeronaves. Después logró abrir su propio negocio de repuestos de motos, pero luego todo acabó.
“Muchos conocen la historia, todos saben la situación del país. Nos tocó migrar y hacer lo que ahora hacemos, vender dulces para pedir apoyo porque no tenemos visa”, explicó.
Su relato concuerda con Fernández, en que en estos momentos no piensan en Navidad, sino dónde dormirán o qué comerán sus niños.
“No vamos a celebrar la Navidad porque no tenemos el hogar de nosotros, pero a donde vamos tratamos de que ellos (los niños) por lo menos tengan sus regalitos, tratar de alejarlos un poquito de toda esta situación que estamos viviendo”, explicó Mujica.
“Vamos de un país, de una ciudad a otra, y ellos no entienden lo que está pasando”, agregó el padre de familia, que sueña algún día retomar su carrera y aportar a su país.
“Confiando en Dios”
Otro de los migrantes, Robert Sánchez, de 46 años, recordó que lo más difícil del trayecto desde Venezuela es el cruce de “la selva más peligrosas del Caribe”, el trayecto del Darién.
“En Venezuela tú montas tu negocio y el presidente pone varios retenes y en cada retén te quitan para pasar. Entonces ¿qué te cae? Es una manipulación del Gobierno”, contó este contratista de construcción.
Relató que, a excepción de Honduras, que los deporta, los demás países los han apoyado, como brindándoles comida. En Costa Rica y México, dijo, es posible encontrar trabajo en la construcción. Contó que viaja con su hijo y su nuera, que está embarazada.
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“Los venezolanos están pensando en la Navidad, pero yo no sé, solo Dios sabrá dónde pasaremos”, expresó este migrante, que dice que necesitará al menos unos Q2 mil para pasar a México.
Todos los migrantes entrevistados coinciden en que no influye en ellos la incertidumbre por el Título 42, la normativa implementada en la frontera de EE. UU. a raíz de la pandemia para expulsar a los migrantes.
“Uno va confiando en Dios y la situación está difícil en Venezuela”, puntualiza Sánchez.