Guatemala

Con Gerardo Meza

El pianista costarricense Gerardo Meza Sandoval estuvo de visita acá en Guatemala durante una semana, hará quince días.

Por Paulo Alvarado

Por Paulo Alvarado

Intérprete, catedrático, investigador y doctor en arte.  Desde hace muchos años, una figura relevante en el ámbito de la música académica de su país.  Gran interesado en la cultura del continente latinoamericano, su inclinación a los aspectos sociológicos y políticos de la música lo han encauzado a proponer un tema cuya indagación está por completar en estos meses:  el “Ideario Estético de Joaquín Orellana”.

A golpe de vista, un título que sugiere una averiguación que se centra en los aspectos artísticos de la obra del gran compositor guatemalteco.  Pero, ciertamente, va bastante más allá.  Tomando el concepto de una “estética del oprimido” como uno de sus ejes, y haciendo el recuento de una labor que va desde la invención y construcción de los “útiles sonoros” de Orellana, hasta su filosofía y su proyección, Gerardo recopila numerosos datos, referencias y fuentes dispersas de información.

El estudio no surge como un requerimiento escolástico ni como una empresa comercial.  Es una iniciativa personal de alguien que está preparado a dar testimonio de Orellana, aun cuando no es su connacional.  Durante una semana, el maestro Meza adicionalmente ofrece talleres a pianistas de la Escuela Superior de Arte y del Conservatorio, da clases particulares y dicta la lección inaugural del semestre a los estudiantes de arte en la Universidad de San Carlos.

La visita no está exenta de momentos relajados.  Un pepián en la Antigua Guatemala.  Una ronda por la XI Feria Internacional del Libro.  Entrevistas de trabajo se conjugan con intercambios amistosos y reuniones informales.  Gerardo es amable e interesante.  Bajo una apariencia de calma, se resguardan proposiciones que podrían ser incendiarias.  ¿Por qué?  Porque la música, el arte, la ciencia social y la filosofía son los fundamentos para incendiar a una sociedad dormida, que ni siquiera reconoce en Joaquín Orellana a uno de sus hijos más preclaros.

 Gracias, Gerardo, por recordárnoslo.

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