Hoy, en nuestro medio, hay dos maestros guatemaltecos, de dos generaciones distintas, cuyo trabajo me tomo la libertad de enaltecer: Maco Barrios y Luis López. En efecto, últimamente me ha tocado refrendar la excelente labor que cada cual realiza. A Maco lo conozco desde hace varias décadas. Se encarga ahora de rescatar un instrumento antiguo, originalmente adquirido por mi padre, con un esmero y un conocimiento extraordinarios. Es probable que se trate de uno de los mejores violonchelos que históricamente hayan llegado a tierras centroamericanas. A Luis lo frecuento desde hace unos años, como un legatario del maestro Barrios –entre otros lauderos de fama internacional– y ahora fabricante de un violonchelo eléctrico de cualidades excepcionales.
Rebasemos lo personal. Maco es un artista en muchas dimensiones, como violinista, como gran proponente de la música antigua en nuestras tierras, arquitecto, catedrático y entendido de muchísimas cuestiones musicológicas. Luis es un joven y creativo solucionador de numerosos requerimientos y problemáticas que se le presentan a los igualmente numerosos estudiantes y profesionales de música, con un taller que crece día a día. Mis saludos y afectos a estos dos artistas.