“Alguna vez estuvieron asignadas a pacientes, pero nos las han dado a nosotros. El baño de la habitación es inservible, el techo se cae y en invierno se cuela el agua”, relata Samayoa.
Pero eso no es lo que lo molesta, sino la falta de equipo y medicamentos para atender a los pacientes que requieren atención inmediata.
“Una noche, a eso de las 11, entró un paciente en calidad stat —término médico para referirse a una persona que requiere ser tratada de urgencia— y llegó porque fue baleado en el tórax y el abdomen. Le hicieron una intervención en la que necesitaba estar relajado, pero como la anestesia que usamos es de muy mala calidad, entonces el paciente no reaccionó con la dosis normal, ni siquiera con la doble. Le tuve que administrar una dosis que no está descrita en libros, lo cual era muy peligroso para él, pero si no, no hubiera soportado el dolor”, refiere el médico.
Samayoa es uno de los facultativos que aceptaron relatar sus experiencias de precariedad en hospitales nacionales. Fue el único que reveló su identidad. “Me importa que la situación cambie y la gente reciba la atención con recursos suficientes”, confiesa.
Disyuntiva dramática
A diario los médicos de los hospitales nacionales del país se ven obligados a superar la precariedad, pero a veces se hace imposible trabajar así. No aceptan que el presidente los llame “haraganes” y les gustaría que viera la realidad, sin intermediarios.
“Ni siquiera pedimos que se nos mejoren nuestras condiciones de trabajo. Esas las asumimos y las aceptamos”, afirmó una residente del San Juan de Dios, quien teme represalias por esta denuncia.
Cuenta: “Teníamos necesidad de ponerle marcapasos a dos pacientes. Ambas tenían buenas expectativas de vida y cumplían con los criterios necesarios para la intervención. Sin embargo, en el hospital solo había uno. El dilema era a quién intervenir. Después de deliberar por muchas horas se decidió ponerle el marcapasos a la más joven. La otra falleció. Fue frustrante y doloroso tener que perder una vida por falta de recursos”.
Hace dos semanas, el presidente Otto Pérez Molina declaró: “Si hay o no hay medicina, ellos tienen que seguir atendiendo a los pacientes, y si no tienen la medicina, pues les pueden dar la receta para que miren si el paciente la puede comprar. Pero lo que no pueden hacer es estar sentados haraganeando mientras hay gente que necesita de la atención de un doctor y eso no puede ser”.
En la provincia
La situación en los hospitales de los departamentos es más dramática, pues muchos ni siquiera cuentan con equipo básico.
La sala de urgencias del Hospital Nacional de Jalapa carece de ventiladores automáticos —utilizados en pacientes que no son capaces de respirar por sí solos—.
Tal carencia obliga a los médicos a ventilar a los enfermos manualmente, lo cual es arriesgado. “Un residente debe estar a veces por horas presionando una bomba que le da aire al paciente, pero se corre el riesgo de que la constancia se pierda”, comenta un médico de ese nosocomio.
En el Hospital Nacional de Huehuetenango la escasez persiste. “El hospital cuenta con lo básico, por el momento, pero es increíble cómo a esta altura del año las compras para todo el 2013 no se han realizado, por lo que muchos de los servicios se sostienen con insumos de la compra del año 2012, que poco a poco se van acabando”, denuncia un facultativo.
“La infraestructura del hospital no alcanza, algunos servicios se ven sobrepoblados, sobre todo maternidad. Se ven camillas en los pasillos, con mujeres recién operadas, propensas a adquirir alguna infección que le puede llegar a costar la vida a ella y a su bebé”, describe.