En una rápida visita a Guatemala, Chamorro, integrante de una de las familias más influyentes en el periodismo y la política centroamericana, describe la crítica situación que afronta su país natal, de cara al 7 de noviembre, cuando en lugar de elecciones libres y democráticas habrá “un ritual de votaciones sin competencia política”, donde la dictadura de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, saldrá victoriosa.
Acá puede escuchar la entrevista:
Con el ejemplo de Nicaragua y la tiranía que lo que la gobierna, ¿qué rasgos, qué síntomas son los que deberíamos ver los centroamericanos y los latinoamericanos como alerta para no convertirnos en una Nicaragua?
Cada país tiene su propio termómetro político para ver si existen o no balances ante el poder, cuando proyectos autoritarios pretenden imponerse, sean estos de izquierda o de derecha o no tengan ideología. La libertad de prensa es uno de estos rasgos. Cuando el régimen de Ortega regresó al poder en 2007 llegó para aplastar a la prensa. Son gobiernos que quieren competir con la prensa, competir con nuestra función de fiscalizar al poder, para establecer la agenda pública.
Un gobierno autoritario como el de Ortega entra y define a la prensa como el enemigo. Y al enemigo se le aplasta, se le silencia, se le calla creando su propio aparato de medios. Ha sido un proceso lento; es decir que han sido 15 años de acumulación de poder, pues en algún momento el régimen tenía más tolerancia a la prensa crítica, porque no tenía oposición. En Nicaragua, los partidos políticos de oposición habían sido liquidados y ellos tenían el control de todo.
Cuando la gente salió a protestar a las calles, en 2018, y desafió al régimen, entonces la prensa se convirtió en el blanco principal de ataques y fue cuando se produjeron agresiones, asesinatos, asaltos y censura.
Ortega y sus allegados están usando el sistema de justicia de Nicaragua, cooptado a lo largo de los años, para atacar a cualquiera que se oponga al régimen. ¿Cómo fue ese proceso de cooptación de la justicia y pérdida de contrapesos?
Hubo una transición democrática en los años 90, cuando el gobierno de mi madre, Violeta Barrios de Chamorro, inició ese proceso de transición. Las instituciones democráticas no eran perfectas, pero se estaban estableciendo las bases de una justicia con cierta autonomía o de una contraloría. Pero había tensiones, y Ortega inicia desde la oposición un proceso de captura de las instituciones del Estado. Estoy hablando realmente de captura del poder judicial, del poder electoral, desde abajo.
Sin embargo, hace un pacto corrupto con el entonces presidente, Arnoldo Alemán, y prácticamente se repartieron los poderes de Estado de forma bipartidista. Se repartió la Corte Suprema de Justicia y a la Contraloría la colegiaron para poder nombrar varios contralores. Igual hicieron con la Fiscalía, nombrando un fiscal y un vicefiscal.
No se diga lo que hicieron con el poder electoral. Ese pacto llevó a rebajar el umbral para ganar las elecciones en primera vuelta. Era del 5 por ciento y lo bajaron al 35 por ciento, para ajustarlo a la medida de la talla política de Daniel Ortega. Entonces él gana una elección con el 38 por ciento en primera vuelta, por esa regla.
¿Una tiranía como la de Ortega no se trata de imposiciones de ideología, sino es un tema de pérdida de derechos?
En Nicaragua hubo espacios. Era un régimen híbrido, había espacios de libertad de expresión. Todo eso se fue cerrando cuando esta dictadura institucional fue desafiada por la protesta popular. Entonces se convirtió en una dictadura sangrienta, al grado de que hoy se vive bajo un estado policial, donde no se suspendieron nunca las garantías constitucionales, pero no hay derecho de libertad de reunión, de movilización, y la libertad de prensa está perseguida.
La libertad de expresión ciudadana también está perseguida en Nicaragua, pues es un crimen ondear la bandera nacional. Hay personas que están en la cárcel por eso. Hay personas que han sido asesinadas por gritar “Viva Nicaragua libre”, porque ya llegamos al estado de la intolerancia total.
Hay algo muy importante sobre la naturaleza de las instituciones democráticas. No basta solo con las leyes y el respaldo de la población a estas instituciones. Los individuos son clave. En Nicaragua, por ejemplo, el Consejo Supremo Electoral, que venía del sandinismo, lo dirigió una persona íntegra, proba, cabal, demócrata, el doctor Mariano Fiallos Oyanguren, que en 1990 dijo: “Aquí perdió Ortega y ganó Violeta Barrios de Chamorro, y se acabó la discusión”.
Pero hubo otros individuos, como la exjefa de la Policía Nacional Aminta Granera, una policía que se había profesionalizado y al final se sometió al mandato de Ortega. Y hoy tenemos una policía corrupta que responde a la familia Ortega Murillo, y es el principal aparato de represión.
Lo mismo ocurrió con el Ejército, que fue cooptado por Ortega, con corresponsabilidad del jefe del Ejército, Julio César Avilés, que lleva tres períodos en el cargo porque Ortega torció la ley para ofrecerle al caudillo militar una serie de prebendas para dejarlo en el poder.
¿Y lo mismo fue con otras instituciones?
Durante la protesta de 2018, en esta insurrección cívica que hubo en Nicaragua vimos casos de fiscales, vimos casos de jueces, vimos casos de policías que renunciaron o que fueron expulsados porque no quisieron colaborar con el esquema represivo, pero en este momento la maquinaria es total.
Es decir, la maquinaria electoral empieza desde las juntas receptoras de voto controladas por el Partido Frente Sandinista hasta los magistrados del Consejo Supremo Electoral ,donde todos pertenecen a ese partido.
El bipartidismo que antes existía en el poder Judicial se acabó. Hoy, simplemente, hay un monopolio total del Partido Frente Sandinista. Por eso, cuando venía en Nicaragua esta oportunidad de las elecciones del 7 de noviembre, otra gente decía: “Bueno, pero si Ortega controla el aparato electoral, ¿qué problema tiene permitir una competencia política?” Y al final, Ortega decidió simplemente eliminar la competencia y decapitar a la oposición.
¿Cuál es la situación de la prensa nicaragüense y cómo es reportar lo que está ocurriendo desde el exilio, como su caso, o desde la resistencia y clandestinidad, como los que siguen en suelo nicaragüense?
Es muy difícil hacer periodismo independiente y de calidad cuando hay un clima general de persecución, cuando se cierran las fuentes, porque también las fuente tienen miedo de hablar y estoy hablando de las fuentes independientes, de los médicos que están informando y previniendo la covid-19, que también eso es un crimen en Nicaragua; los sacerdotes también salen al exilio, los empresarios se cierran como fuentes de información y por el otro lado cuando se cierran los medios de comunicación.
Creo que la clave de la resistencia tiene que ver, número uno, con la persistencia de los periodistas de contar la verdad, de decidir no aceptar la censura y la autocensura, aunque a veces hay que tener que llevar el camino del exilio.
En segundo lugar, la alianza, el matrimonio entre periodistas y ciudadanos. Sin la gente que salió en Nicaragua con sus teléfonos celulares a documentar la represión, a documentar las protestas, habría sido imposible para nosotros cubrir ese tipo de fenómenos y por el otro lado también hay una cuestión que tiene que ver con la tecnología con las redes sociales y con el Internet.
Sin el internet nosotros no podríamos en Nicaragua transmitir las noticias y tampoco podríamos transmitir programas de televisión cómo lo que yo hago, y que están censurados en la televisión abierta y en el cable, y sin embargo se difunden a través de Facebook y de YouTube.
Y una cosa más, hay un periodismo colaborativo, hay un periodismo que está perseguido y que se tiene que autoproteger de la represión y de compartir noticias. Esa idea de la primicia, bueno, muchas veces nosotros buscamos a distintos medios para que, de manera colectiva, se puedan difundir las noticias.
¿Cuál debe ser la lectura y el aprendizaje para el resto de periodistas en Latinoamérica?
Creo que es clave la relación que los periodistas tenemos que tener con nuestras audiencias. Sin nuestra audiencia nosotros verdaderamente no tenemos posibilidades de sobrevivir y nuestra relación con las audiencias depende de nuestra credibilidad. Nosotros no somos activistas, mucha gente dice: “es que ustedes son periodistas opositores”, y no. Nosotros somos periodistas independientes que estamos fiscalizando al poder y también vamos a fiscalizar a la oposición. La credibilidad es clave y por el otro lado tender esas redes y esos puentes con la audiencia.
Ha citado varias veces las protestas ciudadanas de los últimos tres años. ¿Qué ocurrió con los estudiantes, con el sector privado, con las iglesias, en especial la Católica de Nicaragua?
La crisis nicaragüense tiene un arco de tiempo ya de tres años. Hubo un momento de esperanza de que se podía lograr un cambio como resultado de las marchas, de las protestas, pero eso fue aplastado a sangre y fuego por la Policía y los paramilitares. Después viene la etapa del apresamiento masivo de la oposición, del exilio masivo, y luego vino el estado policial, que quiere decir que no es posible en Nicaragua la protesta cívica porque está criminalizada, como está criminalizado el periodismo.
Y ahora se cerró la vía electoral, porque desde el momento en que los siete principales precandidatos de la oposición están siendo procesados por delitos que no cometieron, pues los acusan de traición a la patria porque han demandado elecciones libres, y ahora todos están presos. El 7 de noviembre, en Nicaragua no habrá elecciones, habrá un ritual de votaciones sin competencia política.
¿Qué futuro tiene Nicaragua y hasta dónde llegará el régimen Ortega Murillo?
Ortega ha demostrado que a este régimen personalista, a este régimen familiar, realmente no le interesa la destrucción del país, no le interesa la destrucción de la economía y lo único que quiere es atornillarse en el poder y no importan los costos.
Va a llegar hasta donde se lo permita la sociedad nicaragüense y la comunidad internacional. Después del 7 de noviembre uno se pregunta ¿qué gobiernos de América Latina, de Centroamérica, de Europa, Estados Unidos, Canadá van a reconocer la legitimidad de esta dictadura que se reelige casi como un régimen de partido único?, ¿habrá reconocimiento político diplomático? y si no lo hay, ¿qué acciones además de esa puede tomar la comunidad internacional para ejercer presión.
La única salida que tiene Nicaragua pasa primero por la liberación de todos los presos políticos; esos juicios son espurios y ahí están reunidos más de 35 líderes políticos, empresariales, periodistas, defensores de Derechos Humanos, líderes campesinos, líderes estudiantiles qué están siendo criminalizadas por el régimen; la libertad de los presos es el primer paso.
El segundo paso tiene que ver con restablecer las libertades democráticas, tiene que haber una reforma electoral para ir a una nueva elección. La pregunta es: ¿se puede lograr eso con Ortega y Murillo en el poder? Hasta hoy eso no es posible y lo único que puedo concluir es que este régimen puede prolongar su agonía en el poder ¿Por cuánto tiempo? no sabemos, pero no es sostenible.
La única salida que Nicaragua tiene es una salida cívica, no es una salida armada. Nunca ha estado contemplada la posibilidad de un enfrentamiento como Ortega quiso forzar al pueblo de Nicaragua al provocar una guerra civil.
¿La respuesta de la comunidad internacional ha sido tibia? ¿Latinoamérica ha sido demasiado tolerante con los gobiernos como el de Ortega?
Creo que la comunidad internacional está atenta a lo que pasa en Nicaragua. Ha tomado un proceso largo, primero había un reconocimiento de las violaciones a los derechos humanos en la OEA y de parte de la ONU de que en Nicaragua hay una crisis humanitaria que está provocando el exilio y también migración al sur y al norte. Luego vino un proceso en el que algunos gobiernos como Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Suiza y la Unión Europea han aplicado sanciones contra los violadores de derechos humanos de Nicaragua y no contra el pueblo de Nicaragua, sino contra la cúpula del régimen de Ortega.
La pregunta es sí tendrán o no la capacidad de dar un siguiente paso y ese siguiente paso tiene que ver con el aislamiento total de este régimen para pasar a cerrar algunas llaves de financiamiento económico que tiene el Fondo Monetario Internacional, el Banco Centroamericano de Integración Económica.
Creo que en Centroamérica particularmente y en América Latina hace falta mucho mayor atención a la crisis de Nicaragua. Yo diría que esta es la peor crisis que hoy se vive en América Latina, y es triste comparar el dolor del pueblo de Nicaragua con el dolor de Venezuela, con el dolor de Cuba, pero la matanza que se está dando en Nicaragua, el encarcelamiento masivo de la oposición, debería llamar la atención a todos los países de Centroamérica y América Latina.