Recuerda que su profesor de grado Kurt Rothmund fue un mentor que lo inspiró para continuar con el aprendizaje de la Matemática, la ciencia de sus amores —y que no se explica por qué tantos detestan— y a cuya enseñanza se ha dedicado, al punto de que para compartir su método aceptó colaborar con la edición del 2013 de los Formalibros de Prensa Libre, que se publican gratuitamente martes y miércoles.
¿Cómo surgió su gusto por la Matemática?
Desde pequeño me gustó. Siempre me fue bien en esa materia. Recuerdo a un profesor de quinto bachillerato, Kurt Rothmund, que me inspiró. Me gradué con calificación en Matemática de cien puntos. Salí del Colegio Alemán en 1969, y me acuerdo porque fue el año en que el hombre llegó a la Luna.
¿Cómo surge la metodología que usted creó?
Yo tuve la oportunidad de trabajar en varias universidades del país. Siempre me preocupó el nivel tan bajo de Matemáticas que los estudiantes tenían cuando ingresaban en la universidad. Yo llegué a darle clases a 200 estudiantes, y al final había cinco o a lo sumo 10 que entendían de qué hablaba.
¿Por qué ocurría esto?
A finales de la década de 1970 trabajamos en buscar una explicación a lo que pasaba, y rápidamente concluimos que el gran problema de la enseñanza de la Matemática no eran los contenidos, sino la metodología, es decir, la forma en que enseñábamos era la incorrecta. Los contenidos eran razonables, las competencias que se pretendían desarrollar eran las adecuadas, pero el método estaba mal.
¿Qué hizo usted?
Trabajamos una propuesta viable para los maestros, y es así como nació la metodología que implementamos desde hace 30 años.
No es algo que nació de una idea, sino que es un método que se ha desarrollado y evolucionado. Hemos tenido resultados muy interesantes. Trabajamos con ella en el Colegio Suizo Americano, y los resultados están a la vista. Nuestros graduandos han tenido muy buenos resultados en las evaluaciones del Ministerio de Educación; tienen mucho éxito a nivel universitario. Aparentemente nuestra metodología sí funciona.
¿Qué hace distinto ese abordaje de la Matemática?
Es especial desde su concepción. El problema de la enseñanza de la Matemática es que la gente enseña sin saber realmente qué es y lo hace de una forma dogmática.
Comienzan a decirle al estudiante que determinadas cosas se hacen de esa manera, sin una explicación, razón ni deducción de por qué determinados problemas se resuelven de una forma o de otra.
Entonces el estudiante se acostumbra a creer que la Matemática consiste en un montón de reglas que se cumplen porque sí, sin que se logre entender por qué funcionan.
Puede dar un ejemplo de lo que dice.
Cualquier niño de primaria aprende que un número es divisible dentro de 9, si la suma de sus cifras es divisible entre nueve.
Es decir que si se toma cualquier número, se le suman las cifras y esas tienen como resultado un múltiplo de nueve, ese número será divisible entre nueve. La pregunta es: ¿Por qué funciona? No se trata de aprender de memoria. No hay recetas en Matemática. No es simplemente un montón de leyes que se cumplen porque algún gran sabio lo dijo, sino realmente tienen una razón de ser.
La Matemática debe enseñarse constructivamente. Cuando empezamos este proyecto, hace 30 años, no se hablaba de constructivismo, pero lo que hicimos fue empezar a trabajar con esa tendencia.
¿En qué consiste el constructivismo y cómo se aplica en su metodología?
El constructivismo es una forma de enseñar en la cual se construye el conocimiento. No se trata de recibir información y verdades que el maestro enseña. Nosotros tratamos de buscar un equilibrio entre las fases de aprendizaje, comprensión, fijación y aplicación.
Tradicionalmente la Matemática se ha enseñada por medio de la fijación o memorización. Se les obliga a los chicos a aprender las tablas de multiplicar de memoria sin que el niño entienda qué es una multiplicación, es decir, que solo repite como una maquinita.
Proponemos un equilibrio, pues debe haber una fase de comprensión.
¿Cuál debe ser el rol del maestro?
En las metodologías tradicionales, el maestro es quien todo lo sabe y le dice al estudiante esto se hace así, y ya. Nosotros proponemos que el maestro sea un administrador del aula, que administre recursos, tiempo y conocimientos.
¿Han adoptado otros su metodología?
Hay mucha gente que se ha acercado a nosotros y ha adaptado nuestras ideas a sus establecimientos educativos.
¿Ha socializado su metodología con el Ministerio de Educación?
Probamos hace 20 años acercarnos al Ministerio, les propusimos hacer un plan piloto, pero la excusa fue que no había recursos. Actualmente hay un poco más de apertura, buscamos trabajar con ellos algunos proyectos de educación.
Hablemos de la Universidad Internaciones. ¿Cómo surge?
La Universidad fue aprobada hace tres años, y cuenta con las facultades de Ciencia y Tecnología, Humanidades y Ciencias Económicas y Empresariales.
Mi ilusión profesional fue lograr que mis ideas en la Matemática llegaran a más gente, y por eso fue que fundé el colegio. Pero la gente debe seguir creciendo, y en la universidad facilitamos aulas virtuales para grupos de personas que están en la provincia, pero impartimos los cursos en directo. El estudiante debe estar en el aula virtual y cumplir un horario.
Fortaleza y voluntad a toda prueba
Marcel Reichenbach —se pronuncia Raijenbaj— nació en Guatemala el 11 de junio de 1951, de padre suizo y madre guatemalteca.
Recuerda que pasó su infancia en las zonas 3 y 15 de la capital.
A los 13 años jugaba con sus amigos e intentó rescatar un barrilete que quedó atorado en unos cables de alta tensión. Accidentalmente sus manos tocaron los cables y sufrió quemaduras de tercer grado, lo que ocasionó que perdiera ambas. “Después del accidente hubo momentos difíciles. Se tiene que aprender a vivir en un mundo que no está hecho para uno —personas con discapacidad física—.
Sus padres lo llevaron a Texas, donde fue tratado durante unos meses, y posteriormente regresó a Guatemala, pero su recuperación tardó años.
Pese el accidente, Reichenbach no desmayó y canalizó positivamente lo ocurrido.
“Asumí un rol de líder. Como me gustaba jugar futbol y se me complicaba, me volví el entrenador del equipo. También aprendí a jugar ping-pong”, cuenta.
Gracias a su destacado rendimiento en el bachillerato, pudo viajar a Suiza y ganar los exámenes para optar a la licenciatura y maestría en Matemática, en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, de 1971 a 1976.
Tras volver de Europa desarrolló una metodología para la enseñanza de la Matemática, la cual aplica en el Colegio Suizo Americano y la Universidad Internaciones, que ahora figura en los Formalibros, publicados gratuitamente martes y miércoles en Prensa Libre.