El característico olor de sus hojas se puede reconocer con facilidad en una sopa con arroz y en los tradicionales tamalitos. Más allá de su aroma, el chipilín tiene un alto nivel de nutrientes.
Medicinal
El Manual de plantas medicinales del altiplano de Guatemala para el uso familiar, de Médicos Descalzos, señala que se emplean las hojas y las flores para uso terapéutico.
Para combatir el insomnio y los nervios sugiere “cocer tres ramitas por taza de agua y tomarla antes de dormir. Su acción sobre el sistema nervioso ha sido demostrada. A partir de una dosis de 20g/kg encontramos efectos sedativos e hipnóticos (Crotalaria vitellina)”.
El chipilín no tiene toxicidad, pero otras especies de Crotolaria contienen alcaloides que sí pueden serlo.
Comestible
Las hojas y las flores se consumen en arroz, tamales, cocidas o fritas, condimentadas con ajo y cebolla, solas o con otras verduras y hierbas. En caldo, junto con ejote y la fruta del ayote. Sofritas, con el bledo, quilete y tomate.
“Por ser muy fresco, no se recomienda comer hojas de chipilín cuando se está amamantando, pues puede ocasionarle gases al bebé”, subraya Armando Cáceres en Plantas de uso medicinal en Guatemala.
Entre sus componentes activos hallamos las vitaminas y minerales. Si bien el manual de Médicos Descalzos resalta sus valores nutritivos no recomienda comerla durante varios días seguidos.
En dosis más concentradas tiene efectos narcóticos, purgantes y vomitivos. El informe Actividad antibacteriana de plantas usadas en Guatemala para el tratamiento de infecciones, de la Dirección General de Investigación de la Universidad de San Carlos, determinó que las semillas contienen un alcaloide tóxico, pero la considera una planta de uso seguro en cocimiento por su amplio uso popular como alimento.
Usos
Como medicina sirve para tratar el insomnio y los nervios. En la gastronomía se emplea de diferentes formas, una muy popular es agregarlo a los tamales de maíz.
Características
Se le cultiva en Guatemala, México, Belice, El Salvador, Costa Rica, Panamá y Cuba.
En el país se siembra en Alta Verapaz, Chimaltenango, Chiquimula, Escuintla, Huehuetenango, Jutiapa, Petén, Retalhuleu, Quetzaltenango, Sacatepéquez, Santa Rosa, Sololá, Suchitepéquez y Zacapa.
“Con la misma intensidad que se le requiere para comer, así está en los mercados. Ahí se encuentran sus fragantes manojos, que exhiben su variabilidad, y también los alimentos que se hacen con sus hojas, en particular los afamados tamalitos”, señala el historiador Luis Villar Anleu en Alimentos, alimentación y diversidad biológica en los mercados populares de Guatemala.
Alcanza una altura promedio de un metro, crece en las áreas con vegetación y claros más o menos húmedos y en los cerros rocosos. Se la haya con frecuencia en hábitats cercanos a los bosques de pino y roble, así como en campos cultivados, incluso en latitudes que sobrepasan los dos mil 300 metros.
Las hojas de esta herbácea son verdes, de tres piezas separadas de forma ovalada o elíptica y ápice agudo. Sus flores son amarillas, por lo general, de 1.5 centímetros de longitud. Sus frutos son vainas que miden unos dos cm.
Su origen
Acerca de esta planta, fray Francisco Ximénez (1666-1729) anotó en Historia Natural del Reino de Guatemala que “es un arbusto montés que crece por sí mismo en los campos. Sus hojas se guisan y se comen cocidas en agua sin más condimento porque son de buen gusto y olor”.
El cronista describió otras variaciones del alimento, cuyo nombre científico es Crotalaria longirostrata, que pertenece a la familia de las fabáceas o leguminosas.
Sus hojas contienen calorías, proteínas carbohidratos, fibra, calcio, fósforo, hierro, tiamina, riboflavina, niacina y ácido ascórbico.
“Es una planta importante de Guatemala y es, probablemente, la más consumida de la especie Crotalaria. Sus hojas tiernas se cocinan y comen como la espinaca y otras hierbas. Se puede conseguir en los mercados, atada en ramas”, indican Paul Standley y Julian Steyermark en Flora de Guatemala.
Los autores apuntaron que su origen es náhuatl, uno de los idiomas precolombinos de México. En la actualidad está relacionado con la palabra tzipitl, que se pronuncia chípil, y alude a un niño muy pequeño o a uno a quien se le acaba de suspender el período de la lactancia.
“En lengua pipil de El Salvador quiere decir grillo, aunque también se le conoce como cohetillo. En jacalteco se llama tcapin, en k’iche’ much y en mam chop”, indica el agrónomo Aníbal Martínez Muñoz en Hierba mora, chipilín, jícama y bledo para alimentarse con calidad y economía.
En su obra Standley y Steyermark sugieren que la aldea Chipilapa, en Escuintla, fue nombrada así en atención a la abundancia de la planta en dicha región. Relacionaron de igual manera el caserío Los Chipilines, en Huehuetenango.
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