El 25 de marzo de 1969, Judy Garland subió al escenario del Centro Falkoner, en Copenhague.
Cuando llegó al clímax de “Over The Rainbow” —la canción que la convirtió en una estrella mundial a los 17 años—, el público desconocía que esta sería su última presentación en vivo.
Cuatro meses después, la actriz de 47 años fue encontrada muerta en su departamento en Chelsea, Londres, tras una sobredosis accidental de medicamentos con los que se había automedicado desde pequeña. Uno de los titulares de la época, decía: “La voz de Judy se calmó. El arcoíris se ha ido”.
Cincuenta años más tarde, el fan de Judy Garland, Ross Semple, todavía escucha religiosamente ese concierto en Copenhague. “Lloro cada vez que escucho esa grabación”, dice.
“El dolor en su voz, sabiendo lo que vendría poco después, puedes escucharlo todo”, agrega el joven de 27 años.
Habiendo visto la película “El Mago de Oz“cuando era niño, Ross se sintió aún más atraído hacia Judy Garland en su adolescencia, casi al mismo tiempo en que oficializó su homosexualidad.
Así, comenzó a ver sus películas, a escuchar su música y a aprender sobre su vida. “Quería saber todo lo que pudiera sobre ella”, explica. “Porque quería hablar con autoridad y entenderla, se lo merece”.
Ross Semple está lejos de ser el único hombre gay que siente una afinidad tan fuerte con el trabajo y la vida de Garland. La revista gay The Advocate una vez la llamó la “Elvis de los homosexuales”.
Además, en una reseña sobre un concierto de la cantante en el Palace Theatre (Nueva York), en 1967, la revista Timeafirmó que una “parte desproporcionada de su público nocturno” era gay.
Dos años antes, a la propia Judy Garland se le había preguntado, durante una conferencia de prensa en San Francisco, si le importaba tener tantos seguidores homosexuales. Ella respondió : “No podría importarme menos. ¡Le canto a la gente!”.
Aún más: el periodista, autor y devoto confeso de Garland, Robert Leleux, escribió en 2012 en el New York Times que el amor de la comunidad LGBTQ+ por la actriz y cantante —que denominó “Judyism“—, se estaba convirtiendo en un “poco más que un recuerdo cultural”.
Y ahora, se podría predecir que el “Judyism” conquistará a una generación completamente nueva con el lanzamiento de “Judy”, la película biográfica protagonizada por la estadounidense Renée Zellweger que debe llegar a los cines de América Latina en los próximo meses.
Ambientada en 1969, el largometraje se centra en un momento específico de la vida de la cantante, cuando llega a Londres para una serie de conciertos (todos con las entradas agotadas) durante cinco semanas.
Estrenada en los festivales de cine de Telluride y Toronto, en septiembre, la película —asociada con la nueva versión de “Nace una Estrella” de 2018, un filme que también fue protagonizado por Garland en 1954 (y por el que logró una nominación a los premios Oscar de ese año)—, recibió buenas críticas, sobretodo por la actuación de Zellweger.
Hoy, a raíz de este estreno, ha vuelto a resaltar el legado gay de la cantante.
Para muchos hombres homosexuales, Judy Garland es la madre de todos los íconos. Pero ¿por qué?
Mientras la cantante aún estaba viva, los críticos hicieron intentos forzados para responder a esta pregunta.
Una revisión de la revista Esquire sobre su espectáculo en el Palace Theatre, en 1969, dice: “Los homosexuales tienden a identificarse con el sufrimiento. Son un grupo perseguido y entienden el sufrimiento. Y Garland también”.
Sin embargo, el historiador de cine “queer” Justin Bengry advierte que esa es una “generalización”.
“Es importante preguntarse: ¿para quién es Judy Garland importante e icónica?”, le dice a BBC Culture.
“Parece ser un grupo significativo de hombres homosexuales que, en particular, se dedican a las celebridades o a la estética del mundo que encarna Garland. Pero también es importante reconocer que no son la totalidad de los hombres homosexuales”, agrega.
Por su parte, Jack Babuscio, también historiador de cine “queer”, dice que hay cuatro pilares que forman la base de la personalidad pública de Garland: “ironía, esteticismo, teatralidad y humor”. La historia de su vida, afirma, es prácticamente un modelo para nuestra comprensión moderna de lo que hace a un ícono gay.
Así, analizar su historia, desde la educación hasta su muerte, ayuda a comprender cómo y por qué algunos hombres homosexuales miran a mujeres famosas para ayudarlos a navegar por el mundo.
Judy Garland nació en 1922 bajo el nombre Frances Ethel Gumm, en la ciudad de Grand Rapids, Míchigan, Estados Unidos.
Cuando tenía cuatro años, su familia se mudó a California tras los rumores de que su padre, Frank —un bisexual encubierto—, había realizado acercamientos sexuales hacia hombres jóvenes.
Después de que la familia se estableció en California, su madre, Ethel Gumm, comenzó a promocionar a sus hijas como un trío, conocido como The Gumm Sisters.
Fue la madre de Garland quien la introdujo por primera vez a las drogas. Según Gerald Clarke, autor de la biografía de la cantante “Get Happy”, Ethel le daba a sus hijas píldoras por la mañana y por la noche, diciendo: “¡Tengo que lograr que estas chicas salgan adelante!”
Finalmente, después de que sus hermanas mayores se casaron, Judy firmó un contrato por 7 años con la compañía de producción estadounidense MGM. Luego, a los 17 años, protagonizó el papel de Dorothy Gale en “El mago de Oz”, que la lanzó a la fama.
Este período en la vida de Garland, ha contribuido significativamente a su condición de ícono gay. Al igual que su alter ego, Dorothy, que fue arrastrada por los vientos a un mundo mágico y tecnicolor, Judy Garland fue sacada de la oscuridad para convertirse en un ícono cultural.
En su libro, “Heavenly Bodies: Film Stars and Society” (Cuerpos celestiales: las estrellas de cine y la sociedad), el profesor Richard Dyer explica que algunos hombres homosexuales se identifican con el rechazo de Garland hacia la normalidad a la que parecía estar destinada cuando era niña.
Dyer afirma que convertirse en alguien fuera de la norma después de estar “saturado de lo ordinario” es un punto donde las historias de Garland y Dorothy se alinean con la experiencia de algunos hombres homosexuales. Esto, alentaría a quienes se perciben a sí mismos como “diferentes” a acercase a ella.
La llegada de Judy Garland a ser una gran estrella de Hollywood se vio complicada por una serie de relaciones personales desastrosas, especialmente con ella misma.
Desde temprana edad, su imagen fue criticada sin descanso por los ejecutivos de cine que creían que no era atractiva. Junto a su madre, los ejecutivos de MGM controlaron su imagen y la alentaron a tomar drogas para mantenerse delgada.
La aclamación de la crítica por sus actuaciones destacadas en “Meet Me in St Louis” y “Till the Clouds Roll By” coincidió con elogios sobre su apariencia.
Pero los momentos bajos en la carrera de Garland a menudo estuvieron acompañados por un aumento drástico de peso e intentos de suicidio.
Sin embargo, las luchas de Garland por mantener su peso posiblemente la convirtieron en una figura que era percibida con cariño por la gente.
“Judy no se parecía al resto de las estrellas de MGM. Se convirtió en este avatar para los rechazados: no lo suficientemente sexy, no lo suficientemente bonita”, dijo en 2014 la periodista cultural Anne Helen Petersen en un episodio del podcast “You Must Remember This”.
Esta inseguridad sobre su físico es algo con lo que muchos hombres homosexuales se identifican pues es un grupo demográfico más propenso a combatir la dismorfia corporal, a sufrir trastornos alimenticios, a dañar sus cuerpos o incluso, intentar suicidarse.
En el libro “Cambiando las identidades masculinas homosexuales”, el autor Andrew Cooper sugiere que el cuerpo puede ser un campo de batalla complejo para muchos hombres homosexuales. Según Cooper, el cuerpo se convierte en un sitio clave para proyectar el “éxito” de sí mismo con sus pares gays, pero también para la sociedad en general.
Con esto en mente, ¿es de extrañar que los hombres homosexuales se relacionen con el deseo de Garland de mantenerse delgada y exitosa?
La vida profesional y personal de Garland estuvo llena de turbulencias. Se casó 5 veces y dos de sus esposos eran, como su padre, sospechosos de ser homosexuales o bisexuales.
La cantante contrajo matrimonio por primera vez a los 19 años cuando se fugó a Las Vegas con el músico David Rose. Un año después, tras quedar embarazada, su madre la convenció de hacerse un aborto ilegal.
Las drogas y la inestabilidad financiera también estuvieron constantemente en su vida. El estudio MGM, de hecho, la suspendió varias veces por ausentarse en días de rodaje o por estar intoxicada y ser incoherente en el set.
A los 28 años, MGM la dejó caer, reemplazándola por Ginger Rogers en “The Barkleys of Broadway” (1949).
Pero el papel protagonista de Garland en “Nace una Estrella“, en 1954, marcó su regreso a la pantalla grande.
A los 32 años, ya se había divorciado dos veces y había sufrido numerosas crisis. Por lo mismo, el filme era visto como su última posibilidad en Hollywood.
Su interpretación de Esther Blodgett, una aspirante a cantante que se enfrenta a los problemas de adicción de su pareja, es considerada como una de las mejores actuaciones cinematográficas de todos los tiempos.
En una escena crucial, ella dice: “No sabes lo que es ver a alguien que amas desmoronarse, poco a poco, día a día, frente a tus ojos, y estar allí indefenso… Odio sus promesas de parar, odio ir a casa por la noche y escuchar sus mentiras. Lo odio por fallar y también me odio a mí”.
Es difícil escuchar estas palabras sin conectarlas con sus propias luchas contra la adicción.
Sin embargo, la aclamación que Garland recibió por su papel en este filme se vio empañada por su bajo rendimiento comercial. La película tuvo que cortarse considerablemente, lo que condujo a una edición fallida que dejó a los espectadores decepcionados.
Y aunque se esperaba que ganara el premio Oscar por su actuación, finalmente el reconocimiento se lo dieron a Grace Kelly.
Luego, la compañía Warner Bros canceló el contrato de Judy Garland (a pesar de que se esperaba que realizara varias películas más). Todo indicaba que la estrella de Hollywood no volvería a recuperarse.
En este punto, la imagen de la cantante como una “sobreviviente” se convierte en el centro de su atractivo gay.
En “Nace una Estrella”, Judy Garland desdibujó aún más la línea entre su trabajo y su vida. El académico Richard Dyer afirma que este momento, en que aparece la imagen de Garland como una mujer “dañada”, se convierte en una parte esencial de su personalidad de estrella y su estado de ícono gay.
Dyer argumenta que, a partir de entonces, el trabajo y la vida de la cantante se transforman en una historia de supervivencia y de alguien que intentaba tomar el control en un mundo creado para destruirla.
Como una verdadera sobreviviente, Garland se recuperó del fracaso comercial tras “Nace una Estrella”.
Encontró un nuevo nicho como cantante en vivo, actuando apoyándose en las drogas en una gira interminable después de que los problemas financieros la dejaran en quiebra permanente.
El público, entre el que había muchos homosexuales, reía a carcajadas ante su rápido ingenio y validó su actuación. Una grabación en vivo de su concierto en el Carnegie Hall (Nueva York), en 1961, ganó cuatro Grammys, incluido el de álbum del año, convirtiendo a Judy Garland en la primera mujer en lograr ese premio.
El fan Ross Semple dice que existe una tensión entre la admiración por su trabajo y la fascinación por la historia de su vida.
“Me molesta cuando se reduce su historia a lo trágica que era”, afirma. “Porque sus actuaciones fueron tan brillantes y ella hizo algunas películas hermosas. Es perjudicial pintarla como una figura trágica… pero estaría mintiendo si dijera que no estaba obsesionado con la historia detrás de la cortina también”, agrega.
Semple, además, asegura que el amor gay por estas mujeres “sobrevivientes” continúan hasta el día de hoy. “Las artistas femeninas que son olvidados en gran medida por la sociedad en general todavía encabezan los eventos gay cada año”, dice. “Judy fue una encarnación temprana de eso”, añade.
Algunos hombres homosexuales encuentran más afinidad en las estrellas heterosexuales que en las de su propia comunidad, un proceso que el académico del cine Queer José Muñoz llama “des-identificación”.
Como ejemplo, el académico sugiere que cuando un hombre gay “se identifica” con Garland, es porque está “comenzando su camino hacia la cultura dominante en la que su propia historia nunca podría ser contada”.
Es una verdad inevitable que la trágica e inoportuna muerte de Judy Garland también ha contribuido a su condición de ícono gay, convirtiéndola en una figura atemporal.
El día del funeral de la cantante, hombres homosexuales se alinearon en las calles y lloraron por ella. Richard Dyer señala que, en ese momento, reunirse para ver su funeral les dio “permiso, por una vez, para ser gay en público”.
Pero décadas después, no debemos mirar muy lejos para entender que Garland fue la primera de un listado continuo de celebridades femeninas “trágicas” que han adquirido el estatus de íconos gay.
Se pueden encontrar elementos de la historia de Garland en la de Diana, Princesa de Gales, y el maltrato que vivió en manos de la prensa. Lo mismo sucede en el caso de la Princesa Margarita (hermana de la Reina Isabel II), con sus continuos problemas de drogas y el matrimonio con un hombre que se rumoreaba que era homosexual.
Otra de estas mujeres con historias trágicas es la cantante estadounidense Britney Spears, cuyo estrellato infantil culminó en un divorcio público y problemas de salud mental.
En fin, la lista es larga y tiene otros nombres como Amy Winehouse, Whitney Houston, Lily Allen y Demi Lovato.