Es el país más rico del mundo. Su economía, que representa casi un cuarto de la producción global de bienes y servicios, genera la exorbitante suma de US$21,4 billones al año.
Y aunque la economía china ha crecido a toda velocidad durante las últimas décadas y se acerca cada vez más a la estadounidense, aún está en segundo lugar en relación al tamaño del Producto Interno Bruto (PIB).
En el ranking de la riqueza per cápita, Estados Unidos mantiene el primer lugar dentro del G7, el club compuesto por siete de las economías más poderosas del mundo, donde además participan Alemania, Canadá, Francia, Reino Unido, Italia y Japón.
Y dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, formada por 37 países, Estados Unidos ocupa el quinto lugar en la lista de naciones con mayor riqueza por habitante, solo superado por Luxemburgo, Irlanda, Suiza y Noruega.
Esa enorme riqueza no siempre se traduce en una mejor calidad de vida para su población y esa es, precisamente, una de las grandes contradicciones de esta potencia.
Aunque es el país con la mayor cantidad de multimillonarios del mundo, tiene un nivel de pobreza que afecta al 10,5% de la población, según la última cifra oficial de la Oficina del Censo de Estados Unidos.
Y si bien los ingresos de las personas han crecido en las últimas cuatro décadas, también lo ha hecho la brecha entre los más ricos y los más pobres.
“La desigualdad de ingresos ha aumentado más en Estados Unidos que en ningún otro país desarrollado desde 1980″, señala el último Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.
En BBC Mundo te presentamos 5 gráficos que muestran el bajo desempeño de EE. UU. en relación a otros miembros de la OCDE.
Ubicado entre Estonia y República Checa, Estados Unidos ocupa el lugar 28 en el índice de expectativa de vida al nacer, con un promedio de 78,7 años.
La expectativa de vida es uno de los indicadores más utilizados a nivel internacional para evaluar las condiciones de salud de un país, pero también refleja el estado de su economía.
“Una mejor medición del éxito de un país que el Producto Interno Bruto es la esperanza de vida saludable”, le dice a BBC Mundo Andrew Scott, profesor de Economía de la universidad británica London School of Economics y cofundador de The Longevity Forum.
“Es importante disminuir la brecha de expectativa de vida entre ricos y pobres”, que en Estados Unidos es de alrededor de 15 años, apunta.
Una de las causas más importantes de este fenómeno es el aumento en las muertes por sobredosis en el consumo de drogas, explica Steven Woolf, director emérito del Centro sobre Sociedad y Salud de la Universidad Virginia Commonwealth, en diálogo con BBC Mundo.
También influyen otros factores como el suicidio y las muertes relacionadas con el consumo de alcohol, hipertensión, diabetes y obesidad.
“Las muertes han aumentado principalmente en las zonas donde la gente ha perdido sus trabajos”, dice Woolf, que destaca que la pobreza es el factor que más contribuye a que los estadounidenses vivan menos que las personas en otros países desarrollados.
El país más rico del mundo ocupa el quinto lugar entre las naciones con mayor mortalidad infantil de la OCDE.
Este índice se calcula como el número de muertes de bebés menores de 1 año por cada 1.000 bebés que nacen vivos.
La mortalidad infantil en EE. UU. ha disminuido en los últimos 25 años, señala Tiffany Colarusso, líder del Equipo de Salud Infantil de la División de Salud Reproductiva de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés.
Pese a que es una buena noticia, en los estados donde el nivel socioeconómico es más bajo y las madres tienen peores condiciones de salud, el problema se mantiene.
“Hay significativas disparidades raciales”, explica Colarusso en diálogo con BBC Mundo.
De hecho, la mortalidad infantil es casi el doble en bebés negros que en bebés blancos.
Nancy Swigonski, profesora del Departamento de Pediatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana, considera que la tasa de mortalidad infantil sigue siendo demasiado alta.
Por eso, apunta, “es clave enfocarse en las determinantes sociales de la salud para disminuir la mortalidad infantil”.
En cuanto a las mediciones que hace cada país para determinar este índice, es importante decir que no todos los países registran como “nacidos vivos” a los bebés muy prematuros con bajas posibilidades de vivir, algo que influye en los cálculos a nivel estadístico, señala la OCDE.
Después de Chile, México y Turquía, Estados Unidos es el cuarto país con el mayor nivel de desigualdad de ingresos, según los datos publicados por la OCDE, utilizando un Índice de GINI elaborado por el propio organismo (que difiere del GINI oficial de cada país).
Bajo este indicador, el 0 es la completa igualdad entre los distintos sectores de la sociedad y el 1 corresponde a la máxima desigualdad.
La OCDE elabora su propio GINI con el fin de hacerlo comparable a nivel internacional.
Más allá de cómo se mide, los datos oficiales de la Oficina del Censo de EE. UU. arrojaron que la desigualdad de ingresos llegó a su máximo nivel en más de 50 años en 2018.
“La desigualdad ha empeorado progresivamente”, dice Brielle Bryan, profesora de Sociología de la Universidad de Rice, Texas, en diálogo con BBC Mundo.
Esto se explica, agrega la académica, porque el ingreso de los que están en la cima de la pirámide se disparó gracias a políticas como los recortes de impuestos a las personas más ricas y el estancamiento del salario mínimo a nivel federal.
Mark López, investigador del centro de estudios Pew, plantea que el alza de la desigualdad también se debe a factores estructurales de largo plazo como la globalización, el declive de los sindicatos, la educación y los cambios tecnológicos.
En el lado de los economistas más conservadores suele primar el argumento de que las personas pobres están en esa posición porque no han aprovechado las oportunidades que provee el sistema y no han hecho lo suficiente para prosperar.
Otra arista del debate tiene relación con la desigualdad de la riqueza (que es distinta a la desigualdad de ingresos porque incluye todos los bienes que posee una persona).
En ese sentido, datos de la Reserva Federal de EE. UU. arrojan que la fortuna de las 50 personas más ricas del país es equivalente a la de los 165 millones más pobres.
Estados Unidos es un país con muchos recursos económicos pero, paradójicamente, ocupa el primer lugar en el índice de pobreza relativa de ingresos que utiliza la OCDE.
Esta medición -que es distinta a la que usa cada gobierno para determinar el porcentaje de pobres en su país, o la que usan otros organismos como el Banco Mundial- considera pobres a las personas que viven con menos de la mitad del ingreso medio de su país.
Siguiendo esa definición, la pobreza relativa de ingresos de EE. UU. se dispara a un 17,8%, mientras que el promedio de la OCDE es de 11,7%.
“El nivel tan alto de pobreza relativa de Estados Unidos está influido por la gran desigualdad que existe en el país”, le dice a BBC Mundo Michael Forster, economista de la División de Políticas Sociales de la OCDE.
La otra cara de la moneda es que, con la metodología que usa la Oficina del Censo de Estados Unidos, la tasa de pobreza en el país fue de 10,5% en 2019, la más baja de las últimas décadas.
Un récord positivo, sin lugar a dudas, pero que no cambia el hecho de que la riqueza sigue altamente concentrada.
En uno de los indicadores más utilizados a nivel internacional para comparar el rendimiento escolar entre países, la Prueba PISA de Matemáticas, EE. UU. no resulta bien parado.
Ocupa el séptimo lugar entre los países con peores resultados.
Nathan Driskell, director asociado de Análisis de Políticas y Desarrollo del Centro Nacional de Educación y Economía (NCEE, por sus siglas en inglés), le dice a BBC Mundo que en algunos casos el desempeño de los estudiantes llega a ubicarse dos y hasta tres años por detrás de sus pares.
“Muchos países que invierten menos en educación que EE. UU. nos superan”.
Eso se debe, señala Driskell, a que el país “no tiene un sistema de educación efectivo”, donde las distintas partes funcionen de manera coordinada.
El problema es que “los programas altamente efectivos llegan a muy pocos estudiantes”.
En definitiva, agrega el experto, hay escuelas que destacan por su excelencia, pero no representan a la gran mayoría del país.
Miyako Ikeda, analista senior de la Dirección de Educación y Competencias de la OCDE, explica que tal como ocurre en varios países, “los estudiantes con desventajas socioeconómicas en Estados Unidos obtienen un desempeño inferior”.
Específicamente en matemáticas, “el 16% de esa variación en el desempeño se puede explicar por las diferencias en el estatus socioeconómico”, agrega.
Aunque en las últimas décadas ha aumentado la desigualdad, persisten las tensiones raciales y muchas personas protestan por el alto costo de la salud y la educación, Estados Unidos es un país que a lo largo de su historia se ha destacado por ofrecer oportunidades laborales.
Los niveles de desempleo se han mantenido bajos, llegando en 2019 a solo el 3,7%, un indicador que lo deja en una excelente posición respecto a otros países.
Y pese a que los niveles de protección laboral son inferiores a los que existen en varios países de la OCDE, la idea de conseguir un empleo o montar un negocio para prosperar económicamente gracias al trabajo -que es la base del “sueño americano”– sigue atrayendo a miles y miles de personas que no tienen esas mismas oportunidades en otras partes del mundo.
Sin embargo, la concentración de la riqueza sigue siendo la gran contradicción del país más rico del mundo.
Habrá que ver cómo la pandemia de coronavirus afectará los indicadores de Estados Unidos en relación a otros países y cómo se escribirá un nuevo capítulo de su historia a partir de los resultados de las próximas elecciones presidenciales.