Todo comenzó cuando no pude amamantar a mi hija.
Pensé en el rol crucial que muchas madres han desempeñado para alimentar a los bebés de otras en comunidades donde no hay acceso a alternativas en fórmula o a bancos de leche.
Desde una perspectiva antropológica han sido redes de apoyo tan antiguas como la vida misma.
Muchas aristócratas romanas, por ejemplo, empleaban a otras mujeres, entre ellas esclavas, para dar de mamar a sus hijos. Y es que las nodrizas han estado presentes en diferentes culturas.
Al hablar sobre este tema con un amigo, me contó la historia de una pareja que tuvo que cancelar su matrimonio porque descubrió que les había dado el pecho la misma mujer. Supo de ella por un programa de televisión marroquí.
Así fue como me adentré en un aspecto fascinante del islam, la segunda religión con el mayor número de fieles en el mundo, la fe que siguen unas 1.800 millones de personas: el del parentesco de leche.
Seguramente si hablas con un musulmán, independientemente del lugar en el que viva, te dirá que es consciente de lo que es el parentesco de leche.
Su religión, explica Mohammed Dahiri, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid, reconoce tres tipos de parentesco:
Dos personas que no comparten ningún vínculo de sangre y que fueron amamantadas por la misma mujer son consideradas, a la luz de esa fe, hermanas y, por ende, su unión en matrimonio está prohibida.
Lo indica claramente el Corán, el texto sagrado del islam, en el verso 23 de la Sura de Las Mujeres (uno de sus 114 capítulos):
Se os prohíben vuestras madres, hijas, hermanas, tías paternas, tías maternas, las hijas de vuestro hermano, las hijas de vuestra hermana, vuestras madres de leche que os amamantaron, vuestras hermanas de leche, las madres de vuestras esposas y las hijastras que estén bajo vuestra protección (…).
Corinne Fortier es doctora en antropología social e investigadora del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia.
Me cuenta que supo del parentesco de leche hace varios años, mientras hacía trabajo de campo en comunidades rurales de Argelia.
“Muchas mujeres decían que, si habían amamantado a otros niños, los memorizaban muy bien”.
Así, si (ignorantes de su pasado) quisieran casarse entre sí, podrían interferir para evitarlo y también para forzar la separación en el caso de que el matrimonio se materializara.
En su estudio Blood, Sperm and the Embryo in Sunni Islam and in Mauritania: Milk Kinship, Descent and Medically Assisted Procreation (“Sangre, esperma y embrión en el islam sunita y en Mauritania: parentesco de leche, ascendencia y procreación médicamente asistida”), publicado en 2007 en la revista Body & Society, la antropóloga incluyó un hadiz sobre el tema.
Los hadices son relatos sobre la vida de Mahoma que los musulmanes consideran una guía de cómo deben vivir y una ayuda para entender el Corán.
Y ese en concreto cuenta la historia de un hombre que acudió al profeta para contarle que, tras casarse, una mujer les dijo que los había amamantado a los dos, pero que él pensaba que estaba mintiendo.
El Profeta santo se volteó hacia el otro lado. Fui directamente al frente de él y le repetí: “Ella está mintiendo“. “¿Qué puedes hacer?“, exclamó el Profeta. “Si ella asegura que los amamantó a los dos, deja a tu esposa“.
Sin embargo, por muy contundente que sea el mensaje del relato, en la práctica los juristas sunitas —procurando proteger los lazos conyugales— han hecho muy difícil que un tercero pueda probar la existencia del parentesco de leche entre dos personas, aclara la autora.
Aunque han pasado varios siglos desde que se originó ese hadiz y pese a que darles el pecho a niños ajenos ya no es tan común, Rachid El Hour, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Salamanca, dice que el parentesco de leche sigue existiendo.
De hecho, leyó sobre el caso de un matrimonio marroquí del siglo XXI en una de las revistas de contenido religioso más importantes del mundo árabe musulmán.
La pareja descubrió, después de años de casados y de tener hijos, que eran hermanos de leche.
Le preguntaron a un muftí qué es lo que el derecho marroquí actual dicta al respecto, si se les podía divorciar y cuál era el paso correcto a seguir, cuestiones sobre las que el jurisconsulto del derecho islámico no los pudo orientar.
El caso pasó al Consejo Religioso Marroquí y después al Tribunal Supremo de Asuntos Religiosos, instancia que se pronunció con sumo cuidado “porque estaba en juego una familia“:
“Se rechaza el concepto de divorciar porque se dice que el matrimonio es inválido desde su inicio (se fundamentó sobre algo que no es legal), por lo cual es una simple separación. Ni siquiera hay que recurrir a los tribunales para conseguir el acta de divorcio”, explica Rachid.
Aunque con los años el derecho árabe islámico se ha ido transformando, en parte por el colonialismo del siglo XIX e inicio del XX, hay un ámbito que —advierte Rachid— ha variado poco.
Se trata del derecho de familia, precisamente el que rige la cuestión que nos ocupa.
Sin embargo, hay ciertas divergencias sobre el parentesco de leche entre las cuatro escuelas que rigen la vida jurídica del mundo sunita.
Tres de ellas (la malikí, la hanafí y la hanbalí) coinciden en que está prohibido el matrimonio al margen de las veces que fueron amamantados por la misma mujer, pues con una sola toma de leche se forma el vínculo.
En cambio, la escuela safií establece que tiene que haber más de cinco tomas repartidas en los dos primeros años de vida y, si se producen fuera de ese periodo, no hay nada que pueda prohibir un casamiento.
En el islam “la leche es tan importante como la sangre”, le dice a BBC Mundo Fortier. Y es que no sólo se le reconoce su importancia nutricional.
“El análisis de la relación entre sustancias, ascendencia y parentesco lácteo en el islam sunita muestra, en primer lugar, que existen determinantes biológicos de la ascendencia, pero no necesariamente los que uno asume, como la sangre”, señaló en su estudio.
“El parentesco de leche tiene una teoría fisiológica implícita, de la cual encontramos unos pocos rastros en los textos legales islámicos. Esto se remonta a una sustancia incluso más fundamental que la leche materna, el esperma”, apuntó.
“El esperma aparece como un determinante biológico esencial de la ascendencia patrilineal”.
Y en ese punto es donde Josep Lluís Mateo Dieste, profesor del departamento de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona, reflexiona sobre la simbología de las sustancias en este tipo de sociedades:
“¿Qué representa la leche? ¿Por qué se crea el vínculo?”, pregunta.
“Lo que se ha discutido en la literatura es si, desde el punto de vista de las sociedades árabes, la leche es una transformación del semen en el cuerpo una vez se ha producido la gestación”.
Se trata de un debate extremadamente complejo que se ha dado entre expertos jurídicos.
“Hay autores que dicen que al concebirse la leche como una transformación del semen”, los niños amamantados por la misma madre se hacen hermanos porque “comparten la misma sustancia germinadora“, le explica a BBC Mundo.
De acuerdo con el experto, esa idea proviene de que las sociedades monoteístas, tanto judía, cristina como musulmana, tienen una visión monogenista.
“Se le atribuye la creación del feto y de la vida al hombre a través de su semen, que es como una semilla, y en donde la mujer es un mero recipiente, un campo”.
Ahmet Karadag y los otros autores del estudio Human milk banking and milk kinship: Perspectives of mothers in a Muslim country (“Bancos de leche humana y parentesco de leche: perspectivas de madres en un país musulmán”), publicado en el Journal of Tropical Pediatrics en 2015, también exploraron el impedimento de casarse entre hermanos de leche.
“La razón detrás de esta prohibición se ha atribuido a una posible relación entre la leche materna y la transmisión de material genético. Si la misma madre amamanta a los bebés con regularidad, es posible que compartan epigenotipos similares”.
Más allá de la discusión jurídica y científica del más alto nivel, la forma en que el parentesco de leche se ha dado en algunas comunidades también dice mucho del funcionamiento de las mismas.
Y es que, el cuidado de los infantes era percibido como una tarea que compartían todas las madres de un determinado grupo.
En el pasado, en zonas apartadas, las madres de muchos de esos hermanos de leche tuvieron que acudir a amigas y vecinas porque por motivos biológicos o médicos no pudieron darles el pecho a sus recién nacidos y no existía la cultura de la leche de fórmula.
“Por encima de todo, está el bienestar del niño“, señala Rachid, quien reflexiona sobre cómo amamantar a un bebé que no puede recibir la leche de su madre ha sido visto como un acto social y también de índole religiosa.
De hecho, el verso 233 de la Sura de La Vaca del Corán señala: “Las madres deberán amamantar a sus hijos durante dos años completos, si se desea completar la lactancia“.
“Cualquier madre musulmana puede prestarse a hacer ese favor. Culturalmente no hay problema alguno”, indica el profesor.
En algunos casos esta práctica ha sido un reflejo de algo más:
“Es una manifestación de aprecio en una cultura del contacto, de compartir, de la hospitalidad. La madre que ofrece su leche al hijo de su amiga sabiendo que esta puede amamantarlo sin problema, (lo hace pensando en) ‘es lo mejor que te puedo ofrecer: que mi hijo sea hermano del tuyo‘”, indica Dahiri sobre su experiencia con la cultura marroquí.
“Conozco muchos casos de personas con más de 40 años que tienen hermanos de leche. Menos de esa edad no, porque es un fenómeno que ha empezado a desaparecer en los últimos 30 años”.
La leche de fórmula, el desplazamiento hacia las ciudades y la expansión de los centros urbanos han contribuido a ello.
De acuerdo con el profesor, otra de las razones por las que, en las últimas décadas, se ha estado aconsejando evitar esa práctica es por el fenómeno migratorio, no sólo interno, sino de un país a otro.
Y es que se trata de algo muy íntimo.
“Esto no se registra en ningún sitio, la referencia es puramente oral. Son los padres los que advierten sobre el vínculo. Pero en un mundo globalizado es imposible de controlar. Por eso, en Marruecos, el país del que más conozco, se recomienda que no se haga”.
De hecho, Dahiri plantea uno de los problemas que se les presenta a algunos miembros de la diáspora musulmana: los bancos de leche que existen en los sistemas de salud de varios países que no son de mayoría musulmana.
“Hay un temor de que en el futuro puedan contraer matrimonio (con alguien con quien estén emparentados de ese modo) sin saberlo”.
Debido a su anonimato, explica Mateo Dieste, existe un “recelo” entre las fuentes islámicas, y eso ha dificultado la existencia de este tipo de bancos en varios países musulmanes.
“Es una aguja en un pajar, una estadística muy improbable, pero esta incertidumbre ha hecho que desde el punto de vista de los expertos jurídicos, no los recomienden”, explica.
En diciembre, por ejemplo, la apertura de un banco de leche materna en Bangladesh se tuvo que suspender porque varios líderes religiosos expresaron su preocupación ante el riesgo potencial de que se establecieran parentescos de leche y matrimonios futuros.
Sin embargo, Fariduddin Masoud, un destacado clérigo de ese país asiático exhortó a las autoridades a averiguar la forma en que otras naciones de mayoría musulmana han logrado establecer bancos de leche materna.
“Deberíamos sentarnos juntos para encontrar una solución”, dijo el religioso, según reportó la agencia AFP.
Irán, que es un país de mayoría musulmana chiita, cuenta con 11 bancos de leche materna.
Y es que la jurisprudencia chiita y sunita pueden llegar a tener interpretaciones diferentes.
En lo que respecta a la leche materna y las preocupaciones sobre el parentesco, los clérigos chiitas de la república islámica señalaron que para se establezca ese vínculo se necesitan varias condiciones.
Dos de ellas son: que el niño succione directamente del pezón (sin nada en el medio) y que la leche sea de una única mujer. Por eso, en sus bancos de leche se mezclan las leches de dos o tres mujeres.
Estudiosos de otras naciones musulmanas han puesto sobre la mesa modelos alternativos a los occidentales, en los que existan determinadas reglas que no choquen con las creencias religiosas.
Una de ellas es la divulgación de la identidad de la madre donante a la familia receptora.
Pese a que el parentesco de leche establece un vínculo íntimo, no se considera equivalente a la consanguinidad, aclara Ayman Shabana, profesor asociado de Teología de la Universidad Georgetown en Qatar.
Y “no involucra ciertas dimensiones de esa relación, como lo que tiene que ver con las obligaciones económicas o los derechos de herencia“.
Ninguna de las dos familias asume responsabilidades legales o financieras para con la otra y los niños no tienen por qué adquirir el apellido de la lactante o el de su esposo.
Aunque en los países musulmanes suele ser una pariente o una amiga de la familia quien asume este tipo de lactancia, en algunos casos “el único compromiso financiero” que se pudiera derivar del amamantamiento “es el pago que se estipule para la nodriza por sus servicios durante el tiempo que los preste”.
Así lo indica Delfina Serrano, arabista del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
Y los niños al crecer son tratados como si fueran de su familia.
Al relacionarse —explica la experta— no hay por qué guardar las normas de segregación de los sexos, algo muy importante en las sociedades musulmanes.
Por ejemplo, las mujeres no deberían estar a solas con hombres que no son sus parientes y, en algunos países, deben cubrirse la cabeza en lugares en los que haya hombres que no son de su familia.
Pero en el caso del parentesco de leche, “una mujer no se tiene que poner el velo delante de un hombre que amamantó cuando era niño”, le dice a BBC Mundo.
Y “un chico y una chica que sean hermanos de leche pueden estar solos en una habitación”.
En 2003, Jeremy MacClancy señalaba en el artículo The milk tie (“El vínculo de leche”), de la revista Anthropology of Food, que incluso las relaciones de leche se podían usar “para lograr cierto grado de igualdad de género”.
Como ejemplo, la investigadora Patricia Daugherty observó que las mujeres de una comunidad en Turquía podían usar el vínculo de la leche para obtener “cierto control sobre el sistema de matrimonios concertados dominado por los hombres”.
El profesor Mateo Dieste, quien tiene un amplio trabajo de campo en el norte de Marruecos, habla de una figura más desconocida que, aunque la cree desaparecida, ofrece una dimensión sociológica del fenómeno: la colactación colectiva.
Fue un mecanismo usado siglos atrás —pese a que hay etnografía de los años 90— para establecer alianzas entre distintas fracciones de tribus.
“Cuando llegaba un grupo procedente de otra zona de Marruecos y quería instalarse en un área determinada, el grupo receptor, para sellar la entrada del otro, promovía un intercambio de bebés y de madres para compartir la leche. De esa manera hermanaban el grupo entrante con el local“.
A finales del siglo XVIII, cuenta MacClancy, una tribu marroquí se rindió y la otra, en vez de subordinarla, promovió una unión a través de un pacto conocido como tafargant (interdicción), que implicaba el intercambio de leche materna.
No sólo se estipulaban “relaciones pacíficas y ayuda mutua, sino también una estricta prohibición del matrimonio”, un tabú que implicaba una “hermandad simbólica”.
Pero pudo tener también un posible fin práctico: “Eliminar una de las principales causas de tensión”, señala el autor que cita la obra del investigador Ross Dunn.
Y si nos remontamos a la antigüedad, se pueden encontrar más elementos sociológicos en unos grupos específicos.
“Se producía conscientemente un parentesco de leche entre amos y esclavos porque se sabía que los trabajadores domésticos convivirían en la misma casa; es decir, los hijos de los amos con los hijos de los esclavos”, explica Dieste.
“Entonces, para evitar que tuvieran relaciones, los emparentaban haciendo que la misma madre los amamantara. Al considerarse hermanos, podían convivir bajo el mismo techo siendo de estatus distintos”.
Los expertos coinciden en que el parentesco de leche es un fenómeno que se extendió más allá del ámbito geográfico musulmán.
También se ha dado en territorios tan diversos como los Balcanes y el Cáucaso.
“En Georgia hoy la hermandad de leche se considera una relación importante e íntima. Los padres intercambian favores, obsequios y visitas, y se espera que los hermanos de leche se relacionen estrechamente durante toda la vida. Ni ellos ni sus hijos pueden casarse entre sí”, escribió MacClancy en 2003.
Citando un libro de 1882, el autor encontró la tradición entre los rajput en India para “mantener relaciones de cooperación con los vecinos”, mientras que en España, Elena Soler, en su libro “Lactancia y parentesco. Una mirada antropológica”, documenta parientes de leche de Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII.
Se trataba del vínculo que se había creado entre los hijos biológicos de las nodrizas que trabajaron en el palacio y los miembros de la familia real que ellas amamantaron. Hasta se crearon ordenanzas reales para regular ese tema.
Aunque el parentesco de leche está en declive, “no es solo una curiosidad etnográfica”, señaló el MacClancy.
“El conocimiento del vínculo lácteo y sus diversidades ayuda a iluminar los usos sociales a los que se pueden dar los alimentos y las formas en que la singularidad de un alimento puede alcanzar fines únicos”.
*Editora: Leire Ventas