El hígado es el órgano que actúa como depurador, sintetizador y almacenador de sustancias como grasas, proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales. Si este, no funciona de la manera adecuada, puede provocar trastornos internos en el organismo.
Uno de los trastornos que más aqueja a la población es el hígado graso no alcohólico, término que se refiere a la acumulación de grasa en este órgano y que en la mayoría de las veces es causado por la obesidad y el sobrepeso, aunque existen otros factores como la diabetes y los triglicéridos altos.
Cuando se tiene una enfermedad hepática, la dieta se limita para que el organismo no colapse.
La persona diagnosticada con hígado graso debe fraccionar su alimentación en cinco tiempos, reducir los azucares simples de la dieta en su máxima expresión.
Controlar los aportes de carbohidratos complejos en la dieta y aumentar el consumo de fruta, verdura y fibra.
Lo anterior con el objetivo de crear mecanismos de protección para el hígado.
Así mismo, el paciente debe consumir entre una y dos porciones al día de carnes magras.
Por ejemplo, la Asociación Colombiana de Porcicultores recomienda la carne de cerdo por su bajo aporte de colesterol, ya que 100 gramos de esta carne aportan tan solo 3.2 gramos de grasa total.
Esta proteína también es rica en grasas monoinsaturadas (100 g de lomo de cerdo contienen el 48% de ácidos grasos oleicos) las cuales protegen el hígado y el corazón. Estas grasas también se encuentran en el aceite de oliva y el aceite de canola.
Con información de: Revista Cromos