Aunque algunos de los migrantes centroamericanos esbozan una ligera sonrisa a la cámara, han tenido pocas razones para sonreír en su camino por México rumbo a los Estados Unidos.
La “Caravana Migrante” de la que formaban parte, que inició a finales de marzo del sureño estado mexicano de Chiapas, atrajo la atención internacional cuando un enfurecido Donald Trump exigió a México detenerla y ordenó militarizar la frontera entre ambos países.
Durante su estancia en Matías Romero, en el también sureño estado de Oaxaca, algunos de los migrantes de origen hondureño, guatemalteco y salvadoreño pedían una oportunidad a las autoridades estadounidenses ante la pobreza, la violencia de las pandillas y la represión política que enfrentan en sus países.
“Yo me quiero ir p’arriba, si Dios me lo concede. En mi país no hay trabajo y por la violencia no se puede vivir”, dijo en ese momento a la AFP Oscar Dalis, un migrante salvadoreño de 38 años.
Muchos de los cerca de 700 migrantes que la AFP visitó en el albergue “Casa del Peregrino” en Ciudad de México pidieron no ser fotografiados por temor a alguna represalia.
Las familias con niños, mujeres y hombres solos que viajan en la caravana buscan llegar a Estados Unidos a pedir asilo o quedarse definitivamente en México.
Hasta el momento, han recibido dos tipos de permisos por parte del gobierno mexicano.
Uno, por 20 días, fue concedido a quienes quieren salir del país; otro, de 30 días, a aquellos que buscan iniciar la solicitud de refugio en México, especialmente quienes viajan con niños.
Además, durante su paso por el país han sido auxiliados por pobladores que les han dado ropa y alimentos.
En el albergue donde están estacionados tienen un lugar para dormir, alimentos y hay un área especial de atención a los niños.
Este viacrucis, que tenía como intención inicial llegar hasta Estados Unidos, se realiza desde 2010 para visibilizar el dramático paso de los centroamericanos por México en su afán por llegar a la frontera norte.
Con información de: © Agence France-Presse