Danha Alvarado pedalea y hace girar una rueda conectada a un molino de maíz, un invento creado por indígenas guatemaltecos pioneros en la construcción de máquinas usando bicicletas recicladas para proteger el medioambiente y apoyar a familias pobres.
La joven, de 18 años, sigue pedaleando hasta que el maíz se transforma en masa solo con la fuerza de sus piernas.
El llamado bicimolino es uno de los 21 ingenios de Maya Pedal, una organización creada por campesinos e indígenas inventores que funciona desde hace dos décadas en San Andrés Itzapa, un poblado de maya-kaqchikel a unos 30 km al oeste de la capital guatemalteca.
Además de moler granos, las bicicletas se transforman para licuar, extraer agua de pozos, desgranar maíz y realizar otras tareas sin necesidad de electricidad o combustibles, mejorando las condiciones de vida de familias pobres.
“Aquí hablamos mucho de medio ambiente, de reciclaje. De cómo nosotros podemos renovar, de cómo nosotros podemos crear con nuestra imaginación” para cuidar la naturaleza, dice Danha, miembro de Maya Pedal.
En el taller de Maya Pedal no hay lugar donde no se vean piezas de bicicletas para reciclar, la mayoría importadas de Estados Unidos.
Aros, timones, sillines y otras partes de bicicletas aguardan para ser convertidas en bicimáquinas, diseñadas principalmente para cubrir las necesidades del trabajo en las zonas rurales.
“Cada máquina se fue añadiendo conforme las personas mismas nos pedían la solución a la necesidad de la comunidad”, agrega Mario Juárez, cofundador de la organización.
Juárez explica que en 1998 buscaban adaptar una bicicleta a un molino para elaborar alimento para gallinas “evitando el uso de maquinaria eléctrica y de diésel”, pero sus intentos fracasaban.
Recuerda que un voluntario canadiense que trabajaba en las comunidades de San Andrés Itzapa fue quien consiguió financiamiento con la organización Pedal Power de Vancouver para desarrollar el invento que dio paso a una veintena de nuevas ideas.
Tres años después, el proyecto se formalizó en Maya Pedal, que ha ido creciendo al punto que las bicimáquinas han sido replicadas en el extranjero por voluntarios que los han apoyado.
“Quisiéramos que todo el planeta, todos los seres humanos hicieran alternativas y así sopesar el trastorno climático que tenemos y ya el planeta que está dando toses de bronconeumonía“, apunta Juárez, un técnico en administración de empresas quien asegura que se convirtió en “ingeniero a la práctica” con la construcción de estas máquinas.
Maya Pedal funciona con la donación de las bicimáquinas a familias pobres mediante apadrinamientos y con la venta directa de las máquinas en Guatemala, con precios de entre 75 y 725 dólares.
Juárez señala que los ingenios también funcionan como un método para “quitarse el estrés” al hacer ejercicio.
“Aquí no contaminamos el medioambiente al no quemar combustible, diésel y todo eso, y el pedaleo también es un ejercicio para las personas“, coincide Mario Gómez, de 43 años, uno de los técnicos del taller.
En la aldea Monte Bello, asentada en un cerro de San Andrés Itzapa, una numerosa familia utiliza tres bicimáquinas para desgranar maíz, triturar los granos y como bomba para extraer agua de un pozo de 33 metros de profundidad.
Marta Gurrión, de 30 años, carga en su espalda con un manto a su hijo José, de nueve meses, y asegura que las máquinas les han aliviado en las tareas cotidianas.
La mujer explica que antes tardaban un día completo en desgranar “con la mano” un quintal (100 kilos) de maíz y con la bicimáquina su producción familiar es de siete quintales diarios.
“Antes nos costaba bastante“, señala la mujer al agregar que con el invento de la bomba extractora el agua sale limpia del pozo, debido a que antes la extraían con baldes.
Maya Pedal además de la construcción de las máquinas impulsa un proyecto de empoderamiento de las niñas del poblado y en un futuro cercano aspira a crear un instituto de educación nacional con su filosofía de preservación del medioambiente.
Con información de: Henry MORALES ARANA, © Agence France-Presse