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“A mediodía ya habían terminado de matar a todos los hombres”: Rufina Amaya, la única mujer que sobrevivió a la peor masacre de El Salvador

"A las doce del mediodía ya habían terminado de matar a todos los hombres". "Mi esposo, Domingo Claros, fue el primero en morir. Iba en uno de los primeros grupos, pero comenzó a forcejear y le dispararon. Como estaba vivo, un soldado se acercó y lo degolló (...). Y las mujeres no corrieron mejor suerte".

Rufina Amaya, sobreviviente de la matanza, murió en 2007. GETTY IMAGES

Rufina Amaya, sobreviviente de la matanza, murió en 2007. GETTY IMAGES

Son palabras de Rufina Amaya, la única mujer que sobrevivió a la masacre de El Mozote, un poblado campesino del oriente de El Salvador, a unos 200 km al noreste de la capital.

Con una estimación de hasta 900 muertos, lo ocurrido en aquella aldea y otros siete caseríos de la provincia de Morazán entre el 10 y el 13 de diciembre de 1981 no es sólo uno de los crímenes más emblemáticos de la guerra civil salvadoreña.

Se considera también uno de los peores atentados contra civiles perpetrados por un ejército en América Latina en tiempos modernos.

El pasado viernes, 23 años después de que el caso fuera cerrado por la entrada en vigencia de la Ley de Amnistía General en El Salvador, el juez segundo de Primera Instancia de San Francisco Gotera, Jorge Guzmán Urquilla, ordenó que se reabriera.

Si la Fiscalía General de la República lo hace -es el único ente con la potestad de iniciar una investigación penal según el Código Penal salvadoreño- la de El Mozote será la primera causa en reabrirse después de que en julio se aboliera la ley que prohibía investigar crímenes y violaciones a los derechos del Ejército y de la exguerrilla izquierdista que, convertida en el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), gobierna desde 2009.

El juez solicitó también que se procese penalmente a 13 miembros de la fuerza armada, cinco de los cuales pertenecieron al alto mando que comandaba la guerra en 1981.

Rufina Amaya ya los señaló con nombre y apellido en su testimonio, clave para la investigación realizada por la Comisión de la Verdad en1993, auspiciada por Naciones Unidas, y que culpó a los militares del “genocidio sufrido por la población civil”.

“Gritos de muerte”

“Un día antes de la llegada de los militares, Marcos Díaz, el dueño de la única tienda del lugar y el hombre más rico de El Mozote, había convocado a la mayoría de los pobladores del caserío para comunicarles que habían tenido un encuentro con un oficial de ejército”, contó la campesina.

“Según Díaz, el oficial le confió que lanzarían un gran operativo militar para despejar de guerrilleros la zona norte de Morazán y que, además, le había prometido que los habitantes de El Mozote no tenían nada que temer mientras se encontraran en sus casas”.

La zona en la que ocurrió la matanza de El Mozote es ahora "la ruta de la paz".  (Foto Prensa Libre: Getty Images)

Sin embargo, la madrugada del 11 de diciembre los sacaron de sus viviendas, separararon a mujeres y niños de hombres y ancianos, y los encerraron, al primer grupo en una casa y al segundo en la iglesia, relató Amaya.

Allí los interrogaron sobre las actividades de la guerrilla.

Mientras eso sucedía, según la testigo y superviviente, en la plaza aterrizó un helicóptero y de él bajaron los “colaboradores de (el teniente coronel Domingo) Monterrosa”, comandante del Batallón de Infantería de Reacción Especial Atlacatl, el cuerpo militar al que se le atribuye la masacre, y quien moriría en un accidente de helicóptero en 1984.

“Poco después el helicóptero despegó y los gritos de muerte comenzaron”.

Amaya relató que primero fueron torturados y ejecutados los hombres, luego las mujeres y finalmente los niños, estos últimos en el mismo lugar en el que habían sido encerrados.

“A las cinco de la tarde me sacaron a mí junto a un grupo de 22 mujeres. Yo me quedé la última de la fila. Aún le daba el pecho a mi niña. Me la quitaron de los brazos“, narró Amaya en unas declaraciones recogidas en el libro “Luciérnagas en El Mozote” (1996).

“Cuando llegamos a la casa de Israel Márquez, pude ver la montaña de muertos… Yo me arrodillé acordándome de mis cuatro niños. En ese momento di media vuelta, me tiré y me metí detrás de un palito (arbusto) de manzana. Con el dedo agachaba la rama para que no se me miraran los pies”.

Las denuncias

Amaya permaneció escondida ocho días en una cueva cercana, hasta que fue hallada por una tropa de la guerrilla y fue transportada a un campo de refugiados.

A los pocos días, el 24 de diciembre, contó lo ocurrido en El Mozote a la emisora clandestina Radio Venceremos, la voz oficial del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), entonces guerrilla.

Pero la junta de gobierno de El Salvador y la embajada de Estados Unidos consideraron que el relato era “propaganda izquierdista” y de “fuentes no confiables”.

El tema alcanzó a la opinión pública internacional el 27 de enero de 1982, cuando los diarios estadounidenses The New York Times y The Washington Post publicaron sendos reportajes sobre El Mozote.

Ambos denunciaban que en el poblado se había cometido una gran matanza de civiles y que el principal responsable era el ejército salvadoreño.

Sin embargo, la Casa Blanca acusó de mentir a los periodistas Raymond Bonner y Alma Guillermoprieto, autores respectivos de los reportajes, y el Congreso de EE.UU. aprobó el aumento de la ayuda destinada al gobierno del país centroamericano.

Asimismo, el gobierno de El Salvador negó la masacre durante años.

El 26 de octubre de 1990 Pedro Chicas Romero, un campesino que perdió a toda su familia en la masacre, presentó asesorado por la ONU una denuncia ante la justicia de El Salvador.

Cuatro días después, la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador presentó una petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la que se alegaba la responsabilidad internacional del Estado salvadoreño por la “violación de los derechos humanos de 765 personas, ejecutadas extrajudicialmente durante el operativo”.

Pero el presidente Alfredo Cristiani (1989-1994) continuó negando la existencia de la masacre hasta 1992, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense empezó a hacer excavaciones en el lugar.

El equipo recolectó 492 osamentas en El Mozote, la mitad de ellas pertenecientes a menores de edad.

Pero como los huesos estaban tan pulverizados, varias fuentes señalan que las víctimas fueron muchas más. Y con los años se ha elaborado una lista de más de 800 nombres.

La investigación fue clausurada el 1 de septiembre de 1993, después de que se aplicó la ley de amnistía aprobada en marzo de ese mismo año.

Y así ha permanecido hasta ahora, guardada en un cajón, a pesar de que en 2012 el entonces presidente Mauricio Funes, del FMLN, pidió perdón por “la más grande masacre contra civiles” en Latinoamérica.

“Cuando vengo aquí, el cuerpo se me estremece”, le contaba Amaya en 2001 al periodista de la BBC Mike Lanchin, con los ojos llorosos y sentada en la polvorienta plaza de El Mozote.

“Es un lugar que me acuerda muchas cosas malas. Pero, también me da moral porque aquí están mis hijos, aunque estén muertos”.

Ella también está muerta. Falleció en 2007, sin haber visto hacerse justicia por la muerte de su marido, sus cuatro hijos y sus vecinos de El Mozote.

Pero ahora, si la Fiscalía General de la República decide procesar a los responsables de la matanza, puede que por fin pueda descansar tranquila.

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