Quienes los vieron aún los recuerdan agitados por la falta de oxígeno. O quizás era por la urgencia de su misión.
BBC NEWS MUNDO
Las olvidadas réplicas de “La Piedad” en un pueblo de Perú que el Vaticano visitó para restaurar la original de Miguel Ángel
Una tarde de 1972, una misteriosa comitiva enviada por el Papa Pablo VI llegó a la pequeña ciudad de Lampa, en la cima de los andes peruanos.
El Vaticano envió una comitiva de emergencia muy cerca al Lago Titicaca, en el altiplano andino, para encontrar la réplica de La Piedad. PAUL PALAO
Habían viajado 10.500 kilómetros desde Roma para buscar en ese sitio insospechado uno de los diseños más famosos del genio italiano Miguel Ángel Buonarroti, muerto en el siglo XVI: una réplica exacta de su escultura de La Piedad.
La escena podría haber sido parte de una novela de intrigas vaticanas.
En el interior de una capilla remota, sobre la cima de la bóveda que guarda los huesos de los primeros pobladores del lugar, los esperaba la imagen de la Virgen María con el cuerpo de Jesús en su regazo.
Pero a diferencia de la escultura original, que se ubica en la Basílica de San Pedro en El Vaticano, la de Lampa es completamente negra.
¿Qué tiene aquella réplica que motivó un viaje urgente al otro lado del mundo?
12 martillazos
Hace pocos días recordaron en Roma los 45 años del ataque a La Piedad.
El 21 de mayo de 1972, un visitante húngaro llamado Laszlo Toth saltó sobre la escultura gritando que él era Miguel Ángel y la golpeó doce veces con un martillo.
En segundos le rompió la nariz y un párpado, despedazó la mano izquierda y quebró la rodilla del Cristo.
Cuando finalmente lo bajaron a la fuerza, sobre el suelo de la catedral se esparcían más de cien trozos de mármol.
El delicado rostro de la Virgen, esculpido para verse más joven que su hijo y bella durante la eternidad, estaba destrozado.
¿Cómo hacer el milagro de restaurar una de las obras más impresionantes del renacimiento italiano?
En medio de este debate, alguien encontró en los archivos vaticanos un dato inesperado.
Una copia exacta de La Piedad había sido enviada varios años antes al sur de los andes peruanos, casi en la frontera con Bolivia.
“La réplica que tenemos llegó de El Vaticano y es como una gota de agua en relación a otra”, dice Oscar Frisancho, presidente del Patronato de la Ciudad de Lampa.
“Tomarle las medidas era necesario para restaurar la original”, agrega a BBC Mundo.
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Días después del ataque el equipo de arquitectos italianos llegó a Lampa, 3.900 metros más cerca del cielo que Roma.
En el lugar, sin embargo descubrieron que La Piedad que había enviado la Santa Sede no era la única. Habían dos esculturas: una negra y una blanca.
“Que la destruyan”
Hasta ahora es un misterio cómo el senador peruano Enrique Torres convenció a Juan XXIII en 1960 de enviar la réplica a su natal Lampa.
Se sabía que el Papa no era muy amigo de copiar piezas de arte únicas y menos repartirlas por el mundo.
Y si hay algo único, eso es La Piedad.
Miguel Ángel tenía 24 años cuando terminó de esculpirla en 1499.
Quien observa la estatua original casi puede sentir la suavidad de los labios de María o los rizos de Jesús entre los dedos. El velo de la virgen más que de mármol asemeja la seda, y el brazo de Cristo parece tener sangre en las venas.
Al momento de copiarla, los artistas italianos usaron un material más modesto: yeso blanco.
“Pero cuando llegó a Perú era muy pesada y no podían ponerla sobre el domo, así que en Lima deciden hacer una copia de la copia”, cuenta Gabriel Castañeda, el párroco de Lampa.
Fue así como se forja en aluminio La Piedad negra que está hoy en la capilla.
“El Papa la autorizó con la condición de que destruyeran la de yeso, sin embargo nunca se destruyó“, apunta el párroco a BBC Mundo.
Lo irónico es que la delegación de 1972 tomó las medidas de la Piedad blanca, esa que se salvó de ser destruida, para restaurar la original.
Esculturas olvidadas
Cuarenta y cinco años después, son las réplicas las que necesitan atención.
Hay que tener fe y creer en los milagros cuando se pide dinero para conservar las vírgenes andinas.
Apenas llegan visitantes, el presupuesto local es tan escaso como el oxígeno y los habitantes son tan pocos que casi todos se conocen las caras.
“No hay infraestructura suficiente para los turistas. Trabajamos para promover y atraer inversiones pero todavía faltan”, admite Briseida Pauro, Directora de Turismo de la Región de Puno a BBC Mundo.
La Piedad Blanca está en un salón de la municipalidad y muchos llegan y se van sin enterarse que existe.
La Piedad Negra se luce más, pero su capilla se ve deteriorada: el tiempo y la falta de mantenimiento han corroído los mármoles de las paredes.
“Y hasta han entrado a robar”, denuncia el párroco Gabriel Castañeda.
“Se llevaron piezas de plata que eran parte del altar principal y también del anda para las procesiones”, agrega a BBC Mundo.
Pero al momento de señalar al responsable de conservar las estatuas, todos apuntan al lado.
La iglesia pide presupuesto al gobierno regional, la dirección regional de turismo señala al ministerio de cultura, la oficina local del ministerio informa que las estatuas no están catalogadas como patrimonio cultural y recuerda que la iglesia es la dueña.
Y así vuelve a empezar.
“Las vírgenes son ahora parte de nuestra identidad y debería haber un compromiso por cuidarlas”, enfatiza Oscar Frisancho, del Patronato de Lampa.
Los lampeños sienten a las Vírgenes tan suyas como los romanos a su original.
Y pensar que cuando la atacaron a martillazos, artistas de El Vaticano propusieron no restaurarla.
El destino de Laszlo
Luego de que lo bajaran a golpes de La Piedad, Laszlo Toth fue internado en un hospital siquiátrico italiano por dos años.
El desastre que había dejado fue para algunos artistas una suerte de símbolo de los tiempos y pidieron dejar a la Virgen herida.
Otros defendían restaurarla, pero mostrando las cicatrices del martillo.
“Con cualquier otra escultura, dejar las huellas del ataque hubiera sido tolerable”, dijo el director de Museos Vaticanos, Antonio Paolucci.
“Pero no con La Piedad. No con ese milagro del arte“, agregó para Reuters.
Las fotografías y medidas tomadas en Perú fueron parte de un minucioso proceso de restauración que duró diez meses.
El trabajo fue tan perfecto que cuando La Piedad se exhibió nuevamente, sólo quedaba una huella del ataque: un grueso cristal a prueba de balas.
Laszlo Toth no tuvo oportunidad de acercarse de nuevo a la Basílica de San Pedro. Aunque nunca fue juzgado, al salir del siquiátrico lo deportaron a Australia, en donde vivía antes de llegar a Italia.
Murió en 2012.
“A mí me parece muy bien que quieran darle mantenimiento a nuestras réplicas, pero deben de convocar a alguien especializado“, dice Gary Mariscal, director de la oficina del Ministerio de Cultura de Puno.
“Y especialistas en el arte del renacimiento no tenemos por aquí”, advierte a BBC Mundo.
Quizá ha llegado el momento de recibir una nueva comitiva vaticana.