Ahí permanecieron hasta 1988, cuando el Gobierno construyó El Nuevo Palmar, a unos siete kilómetros del antiguo asentamiento, en jurisdicción de San Felipe, Retalhuleu, aunque siempre bajo la administración de Quetzaltenango.
Amenazados
El desastre de 1983 no fue la primera vez que El Palmar y sus habitantes vieron amenazada su existencia.
La actividad volcánica constante, en primer lugar del Santa María y luego del Santiaguito, fue siempre un peligro para El Palmar, ubicado en la confluencia de los ríos Nimá 1 y 2.
Se sabe que en 1903 hicieron la primera solicitud de traslado, cuando una erupción lanzó grandes cantidades de ceniza y rocas, que afectaron viviendas y siembras, que contribuyeron al azolvamiento de los cauces de los ríos.
El Viejo Palmar era una región agrícola pujante y activa donde se producía cardamomo, macadamia, naranja y café. Su atractivo natural hizo que a mediados del siglo XX fuera lugar de interés turístico para observar las impresionantes erupciones del volcán Santiaguito.
A pesar de que el viejo pueblo quedó en ruinas, sus antiguos moradores se resistieron a olvidarlo.
Con el paso de los años fueron retornando para cultivar sus tierras, muy fértiles, su único medio de subsistencia.
En la actualidad, los agricultores se mueven entre las ruinas del Viejo Palmar, donde cultivan pacaya, banano, café, hoja de mashán y frutas. Caminan en algunos casos durante más de tres horas a pie, además de exponerse a cruzar puentes colgantes, varios de ellos en mal estado.
En el 2017, la Conred afirmó que unas 50 personas residían aún en el Viejo Palmar, a pesar de ser una zona de alto riesgo, sin infraestructura ni servicios básicos