Nobel nació en Estocolmo, Suecia, en 1833. Estudió Química y se dedicó a ésta durante su vida, formándose en Rusia y Estados Unidos. La muerte de su hermano menor y de otras cuatro personas a causa de una explosión de nitroglicerina hizo que se concentrara en desarrollar un método para manipular con seguridad esa sustancia, investigación que culminó en 1866 con la invención de la dinamita.
Alfred Nobel falleció en San Remo (Italia) el 10 de diciembre de 1896, después de registrar más de 350 patentes y convertirse, gracias a sus inventos, en uno de los hombres más ricos del mundo. Profundamente preocupado por los horrores de la guerra, decidió legar su fortuna para premiar a personas que contribuyeran al beneficio de la humanidad. En su testamento, dispuso que su capital se invirtiera en valores mobiliarios seguros y que los intereses que se obtuvieran cada año se dividieran en cinco partes iguales.
Tres partes debían ser destinadas a premiar a los artífices de descubrimientos en los campos de la física, la química y la medicina; la cuarta para el autor de la obra literaria más sobresaliente, y una quinta parte para recompensar a las personas o entidades que más o mejor hubieran contribuido “al acercamiento de los pueblos, a la supresión o reducción de los ejércitos, y a la promoción y celebración de congresos de paz”. Así mismo, expresó su deseo de que no se tuviera en consideración la nacionalidad de los candidatos en la concesión de los premios.
Los premios se entregan en Estocolmo, la capital de Suecia, con excepción del Nobel de la Paz, que es entregado en Oslo, capital de Noruega, por deseo expreso de Nobel, por razones desconocidas. El primer premio de la Paz se concedió al suizo Jean Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja, y al francés Frederic Passy. El primer premio de Literatura se entregó al francés Sully Prudhomme y de éste únicamente se han entregado once premios a escritores de habla hispana.
Asturias sorprende al mundo
El 19 de octubre de 1967 el país conocía con júbilo la concesión del Premio Nobel de Literatura al escritor y embajador de Guatemala en Francia, Miguel Ángel Asturias Rosales, por parte de la Academia de Ciencias y Letras de Suecia. Además del reconocimiento, el premio tenía una dotación de US$62 mil.
Andrés Osterling, exsecretario permanente de la academia sueca y director de su comisión de los premios Nobel, en su comentario tradicional al premiado en literatura, calificó a Asturias como un representante prominente de la literatura de Latinoamérica, que desde su juventud mostró un fuerte amor por la naturaleza y el mundo de los mitos de su país.
Asturias se dio a conocer en 1946 con la novela El señor presidente, un aterrador estudio de un dictador latinoamericano, que Osterling llamó “una magnífica sátira trágica”. Hombres de maíz, en 1949, es una descripción imaginativa y genuina de la gente común, los indios con quienes Asturias se sentía tan ligado.
Con una trilogía épica iniciada en 1950 que contiene las novelas Viento fuerte, El papa verde, Los ojos de los enterrados, Asturias incursionó en un nuevo y candente tema: “La batalla contra la dominación del “trust” norteamericano en la forma de la United Fruit Company”, dijo Osterling desgranando en el discurso las obras que Asturias había publicado en ese entonces.
Asturias fue por largo tiempo candidato latinoamericano al premio Nobel junto con el poeta chileno Pablo Neruda. Su tendencia hacia el marxismo los descalificaba según el criterio de la conservadora academia sueca. El escritor guatemalteco fue, según fuentes fidedignas, derrotado solo por un voto en la academia en 1965, cuando fue concedido el Nobel al novelista ruso Micheil Sholokhov. También se dijo que al año siguiente quedó segundo de los ganadores, los judíos Samuel Y. Agnon y Nelly Sachs.
La dicha de Asturias ese día 19 de octubre era doble ya que además de recibir la noticia de su reconocimiento como Premio Nobel, celebraba su cumpleaños número 68. De inmediato se le brindaron homenajes de parte de instituciones diversas en el país y en Francia, lugar en el que se desempeñaba como embajador de Guatemala.
El nuevo premio Nobel cuando se le abordó para saber sus reacciones ante la designación, dijo a la agencia AP: “Lo importante es que la gran recompensa del premio Nobel haya sido otorgada a un escritor de un país muy pequeño; es más significativo que si lo hubiesen dado a uno de un país con un arsenal de bombas atómicas. Lo que también es importante es que el premio fue dado a un escritor que representa a la literatura comprometida, no a la literatura gratuita”.
Asturias agregó: “Yo creo que es necesario dar a conocer los problemas de nuestro país y la mejor forma es por medio de la novela y la literatura”. Luego de haber participado en un banquete en su honor en Francia, se dirigió a la embajada guatemalteca donde fue recibido por un grupo de estudiantes guatemaltecos vestidos con trajes típicos quienes cantaban el himno de los estudiantes guatemaltecos “La chalana”, misma que había co-escrito en 1922. Asturias se unió al canto y a la celebración.
Reinvindicación del pueblo indígena
El 16 de abril de 1992 se conocía la concesión del Premio Nobel de la Paz a la activista indígena Rigoberta Menchú Tum. Un reconocimiento que había generado debate desde que fue nominada al premio. La figura de Menchú es para algunos de lucha y para otros de confrontación y política. Menchú en reiteradas ocasiones ha manifestado su desvinculación de la guerrilla guatemalteca y que su lucha es para que los sectores indígenas sean escuchados.
Con entusiasmo y gozo las organizaciones indígenas, sindicales, estudiantiles y populares del país festejaron la noticia de la concesión del Premio Nobel a Menchú. Prensa Libre fue el primer medio que dio la noticia, cosa que causó sorpresa en la laureada, quien se había enterado horas antes.
“El premio Nobel concedido a mi persona es determinante para el reencuentro y la concordia en el país, luego de más de 30 años de guerra interna, que ha dejado más de cien mil muertos, millares de viudas y huérfanos”, destacó Menchú. quien fue fundadora de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemaltea (RUOG), desde la cual inició una lucha inclaudicable, tanto en el país como en el campo internacional, para que los gobiernos pusieran fin a las décadas de represión y violaciones a los derechos humanos que ha vivido el sufrido pueblo guatemalteco.
A las 4 horas, tiempo de Guatemala, se daba a conocer en Oslo, Noruega, que Menchú Tum había sido honrada con el Premio Nobel de la Paz. Menchú se encontraba en San Marcos; al conocer la noticia derramó lágrimas de regocijo. Al conocer el fallo del comité correspondiente, abrazó a varias personas que le acompañaban en ese momento y expresó que “no creía lo que estaba ocurriendo”. Sin embargo, enfatizó que el premio lo dedicaba a la paz de Guatemala y a la memoria de sus padres, caídos en el periodo de violencia durante el gobierno del general Romeo Lucas García.
Comparten lucha
En los dos casos la concesión de los premios a estos guatemaltecos generaron opiniones encontradas, tal y como refleja el editorial de Prensa Libre del 16 de octubre de 1992 al conocerse el Premio Nobel a Menchú y titulado “Un premio Nobel que divide a Guatemala”.
Se destacaba que en 1967 Guatemala se dividió en dos bandos: los que aplaudían y los que maldecían. Los primeros entendían que con el premio de Literatura era Guatemala la que ganaba; los segundos porque habrían deseado que ganase cualquiera, menos un escritor guatemalteco izquierdista. Las estructuras de poder de ese entonces se habían colocado en contra abiertamente de Asturias, quien aparecía en las listas de los señalados para ser asesinados por los oficialistas escuadrones de la muerte.
Estas amenazas evitaron que Asturias pudiera disfrutar el éxito con su gente, en su tierra. Por medio de su obra Asturias denunció el despotismo del dictador Estrada Cabrera. Curiosamente, sus letras podían haber sido el reflejo de los siguientes regímenes militares que gobernaron el país. Además de explorar nuevas rutas para la lectura e interpretación de la cosmovisión maya, de la cual se declaró amante y admirador, al estar en contacto desde sus primeros años de vida con la cultura milenaria de los mayas, misma que difundió en el orbe hasta el final de sus días.
Rigoberta, por su parte, denunciaba la violación a los derechos humanos de los pueblos originarios al ser despojados de tierras e incluso de la vida misma. Aquellos por quienes Asturias escribió y conoció íntimamente. Al encontrarse abiertas aún las heridas por el conflicto armado interno las opiniones aún son diversas, y todo depende del cristal con que se mire.