El 15 de septiembre de 1821 se reunió en el Real Palacio de la Nueva Guatemala de la Asunción una junta de notables convocada por el jefe político superior, brigadier Gabino Gaínza y Fernández de Medrano. De esta resultó la declaración de la independencia pacífica del antiguo Reino de Guatemala.
Fray Ramón Casaus y Torres, el arzobispo dominico aragonés, fue el único de los presentes que se opuso, por lo que fue abucheado por la muchedumbre que se encontraba en las afueras de la sala, y sufrió empellones y jalones antes de lograr subir a su carruaje.
Gracias a la intervención francesa en 1823, que acabó con el trienio constitucional de 1820-1823, el rey Fernando VII pudo volver a gobernar como monarca absoluto. Se dio paso así a los últimos 10 años de su reinado, conocidos como la ominosa década, que se ex- tendió hasta su muerte, el 29 de septiembre de 1833.
Fue su hija, la princesa Isabel, entonces de 3 años, quien heredó el trono y se convirtió en la reina Isabel II. Dada su minoría de edad se estableció una regencia encabezada por su madre, la reina viuda Cristina.
En política exterior, Francisco Martínez de la Rosa, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Estado —así se llamaba el ministro de Asuntos Exteriores—, cambió la óptica mantenida hasta entonces de reconquistar los territorios americanos y proclamó la conveniencia de reconocer la independencia de estos y establecer buenas relaciones con ellos.
Todos los dictámenes que fueron solicitados sobre la materia resultaron ser favorables, por lo que la Comisión Informadora apoyó el reconocimiento sin condiciones de las independencias hispanoamericanas, en resolución del 30 de enero de 1836.
A finales de ese mismo año, el 28 de diciembre, fue reconocida la independencia del antiguo virreinato de la Nueva España (México).
Guatemala
En el caso de Guatemala, las cosas resultaron un poco más complicadas, pues el único sujeto de Derecho Internacional era por entonces la República Federal de Centroamérica, ya inoperante y en plena desintegración.
Así, aunque desde finales de 1843 fue nombrado Ángel Castriciones cónsul general del Estado de Guatemala en España, las negociaciones no avanzaron hasta que, el 21 de marzo de 1847, el país se separó de la Federación y se constituyó en república soberana.
En tal virtud, el mismo Castriciones pasó a ser cónsul general de la República de Guatemala y ya fue posible que las negociaciones avanzaran. España, en tanto, nombró a Ramón
de la Quadra como su representante plenipotenciario en Guatemala, para proseguir las negociaciones.
El punto más difícil resultó ser el referente a la nacionalidad de los súbditos españoles que se encontraban en Guatemala y sus hijos.
En 1855 fue nombrado Facundo Goñi como nuevo enviado plenipotenciario español en Guatemala, y en 1857 llegó su sucesor, José Zambrano y Viana. Guatemala nombró a José María García Sancho como su agente en Madrid, en 1855.
En 1858 ambas partes acordaron que las negociaciones se prosiguieran exclusivamente en Madrid. Este hecho, unido a la sugerencia del ministro guatemalteco de Relaciones Exteriores, Pedro de Aycinena y Piñol, de soslayar en el texto del tratado lo referente a la cuestión de nacionalidad, allanó las dificultades.
El 20 de enero de 1862 fue nombrado representante de Guatemala en Madrid Felipe Neri del Barrio y Larrazábal, sobrino del canónigo Antonio Larrazábal —representante de Guatemala en las Cortes de Cádiz de 1812, las cuales presidió—.
Del Barrio y Larrazábal llegó a Madrid en junio de 1862. El Consejo de Estado de España aprobó el texto de los 12 artículos del tratado de reconocimiento de Guatemala el 13 de febrero de 1863, y fue suscrito en Madrid por Felipe Neri del Barrio, en representación de Guatemala, y por el marqués de Miraflores, ministro de Estado, como representante de la reina de España, el 29 de mayo de 1863.
Por ese acto su majestad católica reconoció como nación libre, soberana e independiente a la República de Guatemala, y renunció en toda forma y para siempre, por sí y sus sucesores, a la soberanía, derechos y acciones que le correspondían sobre el territorio guatemalteco.
Se confirmó así la independencia proclamada el 15 de septiembre de 1821 y firmada el 1 de julio de 1823.
Acto seguido, el tratado fue enviado a Guatemala para su ratificación, que ejecutó el presidente vitalicio Rafael Carrera, el 1 de diciembre de 1863, previa aprobación del Consejo de Estado.
La reina de España lo ratificó el 18 de junio de 1864.
Solo quedaba el canje de las ratificaciones, el cual se hizo realidad en Madrid, el 20 de junio de 1864. Guatemala estuvo representada en ese acto por Juan de Francisco Martín.
Del Barrio y Larrazábal ya no pudo culminar esta su última y más importante actuación diplomática al servicio de su patria. Muy enfermo había vuelto a México, donde falleció el 2 de abril de 1864.
Así, dos naciones que habían estado unidas durante tres siglos iniciaban su camino, independiente la una de la otra pero manteniendo, eso sí, vínculos indisolubles que auguraban un halagüeño porvenir.