El jueves y el domingo de Corpus son los únicos días en que la gente de este lugar se olvida de su diferencias étnicas, sociales, de edad, raza e incluso religión, ya que se unen espiritualmente, para colaborar, dando lo mejor de su trabajo y esfuerzo, elaborando bellísimas alfombras, con diseños y materiales de lo más variado, sobre las calles por las cuales el Santísimo pasa.
Esta festividad eminentemente eucarística fue introducida en el pueblo de Patzún por los misioneros católicos en el siglo XVIII con la finalidad de fortalecer la fe de esta gente en Cristo y que se ha mantenido durante más de tres siglos. Sacerdotes, cofrades, coros, fieles y turistas se reunieron, llenando la iglesia, para escuchar y participar de la misa mayor. Las calles de este pintoresco rincón guatemalteco se vieron llenas de gente que acompañaba y presenciaba la procesión del Santísimo llevado en una hermosísima custodia, y de las imágenes de Cristo y de la Vírgen María, que cargaron en andas los cofrades de Patzún.
Este impresionante acto de fe salió de la iglesia para ser recibida con campanas, cohetes, hombres y música de chirimía y tun, no faltando así, la alegre banda del pueblo que la acompañó por todo su recorrido.
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La celebración del jueves de Corpus fue rica en folklore y tradiciones autóctonas, una de las cuales pudo ser apreciada en el baile del Mazat. En este, hombres disfrazados representando un tigre, dos venados y un negro con dos ardillas, dramatizaron y bailaron al compás de la chirimía y el tun, luego de concluida la procesión.