El responsable del proyecto fue el ingeniero Raúl Aguilar Batres, quien había diseñado la nueva nomenclatura cuando era funcionario de la municipalidad capitalina.
La nueva nomenclatura dotaba a la ciudad de un sistema numérico de calles y avenidas, además de numerar las viviendas conforme su ubicación en cada cuadra.
El diseño estaba basado en un desarrollo en espiral, que permitiría incorporar nuevas zonas de acuerdo con el crecimiento urbano.
Así se inició la zonificación, a partir de la zona 1, que comprendía de la primera calle y la línea del ferrocarril del sur, y entre la avenida Elena o cero avenida y el barranco del Tuerto.
Alrededor de la zona 1 se encuentran las números dos, tres, cuatro, cinco y seis. Hacia el sur se numeraron las zonas de la 7 a la 14, según su distancia del centro.
Para la época se contemplaron únicamente 14 zonas, ya que el resto de sectores no estaba urbanizado o simplemente eran áreas verdes.
En la época colonial, las calles recibían el nombre de los edificios religiosos que se situaban en ellas; por ejemplo, calle de Belén o de San Agustín. En 1842, el ayuntamiento presentó un plan con una variante de nomenclatura, manteniendo los nombres coloniales, pero se agrega oriente-poniente, sur-norte, y el número de la casa, a partir de la plaza central.
Luego de la Reforma Liberal se sustituyeron los nombres por números, aunque quedó el esquema de norte-sur y oriente-poniente.