La ausencia de los felinos
En al menos dos semanas, los vecinos de varios departamentos sufrieron la muerte de sus gatos y/o encontraron los cuerpos de los felinos en las calles. Ante la ausencia, comenzaron las plagas de roedores en varias comunidades. Al no saber qué estaba pasando, relacionaron la muerte de sus mascotas al insecticida DDT que el Departamento de Educación Sanitaria aplicó al aire libre, como parte de la campaña nacional antimalárica que se llevó a cabo en ese año.
El incremento de ratas, además de desagrado, causó varias enfermedades en la población. Uno de los departamentos más afectados fue El Quiché, por lo que la población de Santa Cruz envió un memorial al Presidente de la República reclamando lo sucedido y advirtiendo que ninguna brigada del Departamento de Educación Sanitaria era bienvenida al lugar y que “estaban dispuestos a todo” si veían a alguien de ese dependencia, ya que eran los causantes de la muerte de sus felinos.
El Departamento de Educación Sanitaria se defendió diciendo que un gato no se puede morir por absorción directa de los insecticidas. Que la muerte se debe a que los animales debieron absorber una cantidad grande de insecticida al comer insectos u otros seres vivos que estaban en el piso. La recomendación fue que los dueños recogieran o quemaran cualquier animalito que vieran a su paso, para evitar que más felinos desaparecieron.
¡A reunir gatos!
Ante el descontento de la población, el Ejecutivo envió la orden a todos sus funcionaros que dirigían la campaña antimalárica que reunieran todos los gatos que pudieran y que se los llevaran, primero, a los habitantes de Santa Cruz, El Quiché, luego a otros departamentos afectados por las plagas de ratas.
Sin embargo, el reunir a los felinos no fue tarea sencilla. La idea era devolver un gato a las familias que habían perdido a su mascota a causa del insecticida y luego dar un felino a quienes lo necesitaran, para evitar que más ratas entraran a las casas. Para lograrlo, el gobierno colocó anuncios en los medios de comunicación en los que se leía “se compran gatos”, los precios eran de 20 centavos los machos y treinta las hembras.
Debido a problemas económicos, varias familias optaron por vender a sus gatos; por lo que el gobierno logró reunir más felinos.