En Guatemala, las lluvias se intensificaron en el oriente y norte del país, mientras el presidente Álvaro Arzú, declaró en estado de calamidad pública a la costa atlántica, la cual fue severamente golpeada por Mitch, ocasionando varias muertes y miles de damnificados.
El fenómeno ingresó a la costa del Caribe centroamericano una semana antes, inundando poblados enteros, destruyendo gran parte de infraestructura vial en la mayoría de poblaciones rurales. Por la destrucción no se tuvo de inmediato cifras concretas sobre daños y muertos hasta días después.
El dos de noviembre Centroamérica descubrió horrorizada la magnitud de la tragedia provocada por el huracán Mitch que dejó miles de muertos, arrasando poblados enteros y miles de damnificados.
Según datos oficiales en Honduras se estimaron más de 5 mil el número de muertos; en Nicaragua, mil cuarenta; en El Salvador, 144; en Guatemala, más de 100; mientras que Costa Rica y Panamá, 8; y casi un millón de damnificados en todo el Istmo. El presidente hondureño, Carlos Flores informó que “las inundaciones de los ríos, derrumbes de cerros y montañas, hicieron que algunas aldeas y caseríos desaparecieran, y que barrios enteros de las ciudades se borraran del mapa por el lodo”.
Situación similar se presentó en Nicaragua, donde los ciudadanos se resistían a creer las macabras escenas que difundía la televisión, especialmente de Posoltega, donde un alud sepultó cinco comunidades, dejando 850 muertos y centenares de desaparecidos. La defensa civil de Nicaragua reportó que 172 comunidades en el norte y occidente del país quedaran aisladas, pues las carreteras y puentes resultaron destruidos.
Tragedia nacional
Luto, dolor, muerte y destrucción fue parte de la secuela que dejó la tormenta tropical Mitch y la depresión Newton en Guatemala. las autoridades departamentales para evitar mayores tragedias evacuaron a 46 mil personas, especialmente en Zacapa, Izabal, Alta Verapaz, Petén y Chiquimula, mientras que en la capital fueron trasladadas unas dos mil 500 personas que se encontraban en zonas de riesgo, reportó la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, Conred.
Para enfrentar la crisis, las autoridades habilitaron 22 albergues en la capital y 47 en los departamentos. Los fuertes aguaceros dejaron incomunicadas varias comunidades del país. Según el ministerio de Comunicaciones se registraron 75 derrumbes en el nororiente y sur del país. La red telefónica en Gualán y Likin se interrumpió varios días por daños en las estaciones centrales.
El gobierno de la República decretó Estado de Calamidad Pública en todo el país para evitar más tragedias, se decretó además asueto en el sector privado y público a excepción de los servicios de salud. La Conred reveló un estimado de 60 mil viviendas, especialmente de áreas marginales de la capital que se encontraban en situación de riesgo.
Escenas de dolor se vivieron en varios asentamientos de la capital a consecuencia de los derrumbes y deslaves que dejaron más de 55 muertos, 70 lesionados y dos mil 53 evacuados. Colonias como Santa Luisa, la Trinidad, el Incienso y el relleno sanitario en la zona 3 resultaron afectadas y unas 21 victimas mortales. En áreas marginales de la zona 5, zona 6, Villalobos, Villa Hermosa y San Miguel Petapa también hubieron víctimas mortales.
Solidaridad
Como es característico en este tipo de tragedias, la solidaridad de los compatriotas no se hizo esperar, se habilitaron decenas de centros de acopio en la capital donde comenzaron a llegar alimentos, enlatados, ropa y diferentes artículos para ayudar a los damnificados. Cruz Roja Guatemalteca fue una de las primeras instituciones que abrió sus puertas para recibir el aporte para las víctimas de las intensas lluvias. La Pastoral Social del Arzobispado Metropolitano y Cáritas Arquidiocesana pusieron las parroquias a disposición de los damnificados las cuales fueron utilizadas en muchos casos como albergues temporales.
La comunidad internacional también colaboró con los damnificados, aportes de países como Estados Unidos, Francia y organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo, BID y la Organización de las Naciones Unidas también enviaron ayuda y se solidarizaron con los gobiernos centroamericanos.
Las secuelas de este desastre llegan incluso a nuestros días, muchas comunidades no fueron atendidas y tuvieron que emigrar a otros lugares, situación de la cual no se libró la capital ya que raíz de la destrucción surgieron nuevos asentamientos humanos los cuales se encuentran en la misma situación de riesgo de 1998.