En su libro Mein Kampf (Mi Lucha), Adolfo Hitler escribió acerca de la necesidad y el derecho de la expansión territorial de Alemania hacia el Este.
Aunque no era muy explícito, parece apoyarse en la idea de que si el Reino Unido se había convertido en el gran imperio oceánico, Alemania tenía el mismo derecho a ser un gran imperio terrestre.
En 1932, Hitler y su Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, o nazi, triunfó en las urnas, con consignas de pureza de la raza, la creación de una gran Alemania y la perfección de su régimen frente a las “decadentes” democracias.
Como siguiente horizonte, el Tercer Reich alemán, sin detenerse en las fronteras orientales de Polonia, los Países Bálticos y Ucrania, se iba a convertir en un imperio mundial a partir de 1939.
Esa ideología radical y expansionista obligó a que ejércitos de más de 70 países participaran en combates por tierra, mar y aire en los que se enfrentaron las potencias aliadas —sobre todo EE. UU., Reino Unido y la Unión Soviética— contra las del Eje —Alemania, Italia y Japón—.
En Historia del Siglo XX, el historiador británico Eric J. Hobsbawm afirma que “desde la batalla de Stalingrado (actual Volgogrado) —en 1943, donde las tropas alemanas fueron contenidas— todo el mundo sabía que la derrota de Alemania era cuestión de tiempo”, y enfatiza en que el triunfo sobre Hitler “fue esencialmente obra del Ejército Rojo (soviético)”.
Finalmente, los aliados entran en París el 25 de agosto de 1944, y más tarde rompen el frente occidental alemán, mientras que en el este, las fuerzas soviéticas inician la ofensiva final en enero de 1945. En abril, el frente alemán se desmorona por todos lados, y Berlín, cercado y bombardeado, capituló el 2 de mayo de ese año.
Fue decisiva para la victoria la alianza estratégica de los líderes Josef Stalin, de la Unión Soviética; Franklin D. Roosevelt, de EE. UU., y Winston Churchill, del Reino Unido.
En el mayor conflicto de la historia, el recuento de casi todos los especialistas es de entre 40 y 50 millones de muertos —el equivalente entonces al 2 por ciento de la población del planeta, más de la mitad de ellos civiles—, el doble o triple de heridos y otros 50 millones de desplazados o deportados.
Las pérdidas económicas no fueron menos dramáticas. Algunos cálculos las elevan al billón y medio de dólares.
El sueño del Tercer Reich de dominar Europa y de regresar a la gloria imperialista del pasado acabó por venirse abajo tan rápido como nació, y quedó atrás la promesa de Hitler de que duraría mil años.
El ejército soviético toma Berlín en 1945. (Video: tomado de Youtube)