El catecumenado duraba tres años a partir del siglo IV y concluía con unas semanas de preparación más intensa. Esos días, que con el tiempo se convirtieron en 40, dieron origen a la Cuaresma, que recordaba los 40 años que pasó el pueblo de Israel en el desierto y los 40 días de Jesús en el desierto antes de empezar su vida pública.
También la Cuaresma se originó como un tiempo de purificación para los cristianos que habían cometido alguna falta —penitentes—. De ahí que el rito de la imposición de la ceniza se empezara a usar para iniciar el tiempo de preparación para el bautismo y purificación.
Entre las ceremonias que llevaban a cabo los penitentes el primer domingo de Cuaresma estaba la de colocar ceniza sobre las cabezas y vestirse con ásperas ropas. En el siglo VI el inicio cuaresmal se anticipó al miércoles anterior, o sea, el Miércoles de Ceniza.
“El gesto de cubrirse con ceniza significa reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios”, se expone en el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia.
Lejos de ser un gesto externo, la Iglesia lo conserva desde el siglo XI como signo de la actitud del corazón penitente, que cada bautizado está llamado a asumir en la Cuaresma. Se impone el Miércoles de la Ceniza durante o después de la celebración de la misa, al pronunciar: “Conviértete y cree en el Evangelio”.
Sin embargo, no es obligatorio asistir a misa ese día. La esencia de este rito es la preparación para la Pascua, refiere Colmenares. Las cenizas se obtienen al quemar los ramos de palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior, la cual se bendice en la primera misa del Miércoles de Ceniza.
“Durante la conquista, la imposición de ceniza fue traída por los españoles y fue de fácil aceptación por los habitantes locales, ya que ellos también se pintaban el cuerpo para celebrar rituales sagrados”, refiere el historiador Haroldo Rodas.
Este rito supone el deseo de empezar un tiempo de conversión y penitencia, para evaluar la propia vida, verificar qué se debe cambiar, acoger el amor de Dios y empezar a vivir diferente.
Significado de la ceniza
En la cultura bíblica, la ceniza constituye un signo que expresa la precariedad de la vida, el resultado de un órgano viviente —animal o planta— cuando termina su existencia, explica el sacerdote José Luis Colmenares. “Eso significaba el hecho de que sin Dios, no tenemos vida. Si nos falta Dios, a causa de nuestras propias faltas, entonces somos como ceniza; de ahí la frase bíblica: ‘Acuérdate que eres polvo y en polvo te has de convertir’; es decir, el ser humano, privado del Espíritu es solo materia que, eventualmente, dejará de vivir”, agrega.
En la liturgia anterior al Concilio Vaticano II se solía imponer la ceniza al usar la mencionada frase tomada del libro del Génesis, capítulo 3, verso 19. Actualmente se prefiere emplear las palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio”, tomada del Evangelio de San Marcos 1, 15. Durante el rito, el penitente se acerca y responde “amén”.
La ceniza era muy empleada en la cultura bíblica para expresar arrepentimiento. Cuando se cometía alguna falta contra Dios y se quería hacer penitencia, las personas se cubrían con ceniza desde la cabeza.