“Hace mucho tiempo todo era distinto en el país de los mayas; las flores, las aves, los árboles y los animales, tenían otros colores y formas distintas. Halach Uinic, el gran espíritu, cuidaba de la tierra de los mayas y su palabra era ley.
Un día, el gran espíritu, cansado de los constantes parloteos y peleas entre los pájaros, decidió organizarlos en un renio. Envió a sus mensajeros ordenando que todos se presentaran para escoger un rey entre ellos mismos. Cada pájaro creyó tener los mejores atributos para ser elegido rey.
Habían distintas aves, tales como el Cardenal, el Zensontle, el pavo silvestre, entre otros. El único que estaba callado era Kukul, el Quetzal. Escuchaba todo pacientemente pero no se atrevía a competir. Era un pájaro muy ambicioso y orgulloso. Tenía modismos elegantes y un cuerpo con mucha gracia, pero su plumaje era muy feo. Kukul pensaba que era imposible que lo escogieran como rey.
Pero después de pensarlo cuidadosamente, voló hacia donde estaba su amigo Xtuntun-kinil, el correcamino. “Quiero hacerte una propuesta mi querido amigo”, le dijo. “Tus plumas son tan bellas como las de la más bella ave, pero tú estás muy ocupado con tu trabajo como mensajero de los caminos, para desempeñar el cargo de rey. Además no creo que tengas el empuje y los conocimientos necesarios.
Me temo que no puedo prestarte esas cualidades, pero tú, en cambio, sí puedes prestarme tus plumas, únicamente para esta ocasión; y cuando yo sea rey te invitaré a compartir conmigo los honores y la riqueza”. El corre-caminos se quedó callado, soñando con la gloria de ser el más cercano al nuevo rey, pero no se convencía.
Kukul continuaba persuadiéndolo, pintándole un panorama muy halagador. Hasta que lo convenció. Una por una, las plumas del corre-caminos se desprendían y Kukul hábilmente se las ajustaba. En pocos minutos se había multiplicado y crecido hasta quedar vestido con un traje espléndido; su cola colgaba en una curva esplendorosa de verde jade; su cuerop brillaba con colores azul y verde; su pecho brillaba con los colores de una puesta de sol tropical.
El quetzal se presentó ante las demás aves y todas la aclamaban, impresionados de su aspecto. Súbitamente fue declarado Rey de los Pájaros. De inmediato empezó su gestión y se ocupó muchísimo, dejando en el olvido la devolución del plumaje. Las otras aves no sabían nada del corre-caminos hace días e iniciaron una búsqueda.
Al fin lo encontraron casi muerto de frío y le donaron parte de sus plumas para cubrirlo. De ahí viene el particular aspecto del pájaro con colores y textura tan variados. Pero reconoció que el quetzal le había decepcionado y cada vez que pasa por los caminos de los mayas va en búsqueda del quetzal”.