De acuerdo con el Lic. Miguel Álvarez, cronista de la Ciudad de Guatemala, que fija su origen a mediados del siglo XVI. Fray Gonzalo Méndez, uno de los primeros franciscanos que llegaron a este país por el año de 1540, y tenido como fundador de la Provincia Seráfica de San Francisco, ordenó esculpir algunas imágenes de la Purísima.
La imagen de la Virgen de los Pobres fue mandada a tallar a mediados del siglo XVI, desconociéndose su autor. El cronista Fray Francisco Vásquez, dice a este respecto “Un bienechor dispuso el que se esculpiese una imagen de Nuestra Señora, muy devota, y a los pies de ella una efigie de nuestro Seráfico Padre San Francisco de un lado, y al otro, un ángel, porque el dictamen fue siempre renombrar el primer convento y templo de Nuestra Señora”.
En un principio esta imagen estaba destinada al altar mayor de San Francisco, con el título de Inmaculada Concepción, pero, hubo algo que cambió los planes originales, tal y como lo relata Vásquez: “entretanto que en Guatemala se esculpía la imagen, al Emperador Carlos V de Alemania y I de España, a petición del beato Fray Gonzalo, envió dos imágenes de bulto de Nuestra Señora, de la misma advocación de Purísima Concepción, muy parecidas.
Como era de esperarse, se dió lugar prominente, a la que venía de España (hoy en día son la Inmaculada Concepción de San Francisco de Guatemala y la misma advocación que se encuentra en Ciudad Vieja), la familia que donaría la otra imagen, la retuvo en casa, según cuenta Vásquez: “la tuvo con toda veneración en su casa, devolviéndola años después al templo franciscano”.
La imagen es de estilo manierista originalmente, siguiendo el patrón iconográfico de las vírgenes de la Merced y del Carmen del Cerrito, es decir, patrocinando personajes dentro de su manto. De esto aún quedan rastros de la imagen original, concretamente en la parte baja ya que se aprecian tanto el San Francisco como el Ángel y una parte de la tunicela y manto originales. Como muchas esculturas fue presa de las modas, mutilándolas y convirtiéndolas en imagenes para vestir. Según indica el historiador Haroldo Rodas, la transformación a virgen de vestir pudo haber sido realizada por el escultor Juan Ganuza, quien trabajó varias obras en el templo franciscano.
¡Acuérdate de la pobre!
Una de las historias más conocidas de esta centenaria imagen la protagonizó el obispo fray Juan Bautista Álvarez de Toledo. A raíz de su devolución al Templo de San Francisco, la virgen fue recibida bajo la advocación de “Nuestra Señora de los Pobres” ya que había una disposición eclesiástica que prohibía que dos imágenes de una misma advocación se veneraran en el mismo templo y en su lugar se encontraba la que vino de España.
Antes de tomar posesión del obispado, Fray Juan Bautista se paseaba por el templo y siempre contemplaba a la maravillosa escultura, en cada oportunidad, el religioso le decía a la imagen: “Virgen de los Pobres, si tú me haces obispo, yo te hago rica”. Al paso del tiempo el milagro se cumplió y Álvarez de Toledo se convirtió en Obispo de Guatemala. Sin embargo, éste se olvidó de la promesa hecha a la virgen.
Años después el obispo Álvarez de Toledo visitó el templo y cuando la iglesia estaba cerrada, visitó los retablos, de repente escucha una voz fuerte que le decía “¡Acuérdate de la Pobre!”, el obispo asustado buscó en todo el templo a quien le había gritado, pero comprobó que no había nadie en el recinto. En ese momento recordó la promesa que le hacía a la Virgen de los Pobres.
De inmediato mandó a traer a España una hermosa vestidura bordada en oro, una corona de plata sobredorada y un rico cíngulo elaborado en hilos de oro siendo de un grosor mayor al de cualquier imagen. Estas dos últimas piezas aún se conservan. Al mismo tiempo la imagen fue declarada Patrona Jurada de las Armas de Guatemala.
La virgen presa
Las cosas eran diferentes en aquella época, el Estado y la Iglesia católica eran un solo ente y a pesar de ello tenían muchas diferencias.
Don J. Joaquín Pardo, en su libro Efemérides de Antigua Guatemala, 1541/1779, cita que había una disputa en la capitanía general. Ante la tensa situación y la cercanía de la Semana Santa, el 6 de abril el síndico del Ayuntamiento gestionó la suspensión de los actos religiosos, ese año no hubieron procesiones. Al asumir en 1701 el rey Felipe V las cosas se calmaron a nivel de los Reinos de España.
La mañana del 28 de agosto de 1717, el volcán de Agua sorprendió a los vecinos de la capital colonial con fuertes explosiones y llamaradas por doquier. El 30 de agosto, el volcán intensificó su actividad: ríos de lava y lloviznas de ceniza atomorizaban a los habitantes de Santiago. Ante la situación el Ayuntamiento se reunió en cabildo el 3 de septiembre para ponerse de acuerdo y poder sacar una procesión de rogativa.
El Santo Cristo de los Reyes de la Catedral y la Virgen del Socorro, fueron nombrados patronos jurados contra el fuego de los volcanes. Al paso de los días la actividad volcánica disminuyó. Sin embargo un nuevo desastre venía en camino. El 29 de septiembre del mismo año un terremoto destruyó buena parte de la ciudad. Las autoridades se encontraron ante un dilema, sobre trasladar la ciudad a otro sitio.
¿Y que tiene que ver la Virgen de los Pobres en esta situación? Ante las desgracias naturales, las autoridades y el pueblo de la época acostumbraban sacar en procesión a determinada imagen para pedir el cese de los desastres.
Don Agustín Mencos Franco, en sus Crónicas de la Antigua Guatemala, relata que el presidente de la Real Audiencia y la Orden Dominica propusieron sacar en procesión a la Virgen del Rosario. El arzobispo y los franciscanos se oponían, ya que los últimos querían sacar a la Virgen de los Pobres.
En ese tira y encoje, ganó la propuesta del arzobispo y se organizó una procesión de “sangre” (penitencial) para que saliera el 19 de septiembre de 1717. Mencos Franco relata que ese día en medio del pánico y los escombros de la ciudad se realizó el cortejo. La procesión la abrían los hermanos de la Tercera Orden de San Francisco, vestidos con un manto azul acompañando a la cruz alta y los ciriales.
Atrás de los terciarios iban varios penitentes vistiendo un capirote morado de nazareno y arrastrando pesadas cruces, o flagelándose como era costumbre en la época. Seguidamente la representación del Ayuntamiento con sus mejores galas. Acompañaban las andas de la Virgen de los Pobres, el clero y los frailes franciscanos quienes eran seguidos por cientos de feligreses y beatas que rezaban el rosario.
Los dominicos al ver frustradas sus intenciones de sacar a su patrona recurrieron a la Audiencia. “Al caer la tarde, el cortejo llegó a la Plaza Mayor y un poco después se perdió por el barrio de San Sebastián. Cuando el reloj del Palacio de los Capitanes marcaba las 9 de la noche, por orden del Presidente se mandó a disolver la procesión y a apresar a sus organizadores. Se fundamentaba en que por orden real era prohibido que a esas horas de la noche anduvieran cortejos por las calles” cita el cronista Mencos Franco.
En pleno cortejo se armó el zafarrancho, hubieron bofetones, espadazos, sablazos y detenidos. A la mañana siguiente el pueblo atónito contemplaba a un montón de personas detenidas en el calabozo de la Real Audiencia y junto a ellos, el anda con la Virgen de los Pobres, quien también estuvo presa por una noche.
La imagen de la Virgen de los Pobres posee una capilla propia ubicada en la parte sur de la nave central del templo, como la que tuvo en el Templo de San Francisco de Antigua y en enero recorre las calles del centro histórico de la capital en una procesión sencilla pero cargada de historia y devoción formada a lo largo de cuatro siglos, esta vez sin temor de ser apresada.