El 31 de diciembre de 1998, una semana después del fallecimiento de su madre, Chepe, como cariñosamente le llamaron quienes lo conocieron, le dedicó su columna T-MAS. Simplemente la tituló Es.
José Eduardo falleció también en diciembre, pero un 15 de diciembre del 2008. Curiosamente, doña Tere cumple este 24 de diciembre de 2016 18 años de haber partido, y él, 8 años, pues murió en el 2008.
Como un homenaje a la memoria de ambos, publicamos íntegramente la columna de ese Día de Año Viejo, jueves 31 de diciembre de 1998.
Es
No puedo seguir adelante con mis columnas sin detenerme un momento para hacer una revisión, una reflexión y un análisis de mis sentimientos y pensamientos pues, en estos días, giran alrededor de lo más bello que he tenido en mi vida: mi madre.
Como muchos pudieron haberse dado cuenta en Prensa Libre del pasado día 260 por medio de los diversos medios de comunicación, incluyendo los “beepers”, mi mamá, Teresa Bolaños de Zarco, dejó este mundo el 24 de diciembre a las 13:20 horas.
Sus lindos, adorados, bellos y vivaces ojos dejaron de ver algunos días antes. Su privilegiada mente, su ingenioso cerebro, su ánimo, espíritu y sabiduría dejaron de ser perceptibles para quienes estábamos cerca de ella, momentos
previos a su partida.
Muchos fuimos los que la lloramos. Multitudes se acercaron a su funeral.
Hubo honores y actos especiales. Los bomberos y la Policía Municipal estuvieron presentes para decirle adiós. En la funeraria recibimos como primeros en presentar sus respetos, al presidente de la República (Alvaro Arzú Irigoyen) y al “futuro mandatario de la Nación”, Oscar Berger Perdomo. Por supuesto, llegaron muchísimas personas queridas de mi madre; de mi hermano Manuel, de mi hermana Tere y de quien esto escribe.
Los momentos que antecedieron su retiro fueron majestuosos.
El espacio de tiempo desde que “doña Tere” nos dejó y los ratos que vivo en este instante se vuelven cada vez más difíciles, más pesados y casi imposibles de continuar. Afortunadamente, como ella misma repetía, nos decía y se decía: todo pasa.
Sin embargo, a pesar de todas las palabras de ánimo y aliento que he escuchado, su ausencia me duele cada vez más. Y es porque era mi madre… y ahora, finalmente, comprendo lo que es que a uno se le muera el único ser en la vida que nos acepta tal y como somos, con todos nuestros defectos.
El hecho es que perdí, como a muchos les ha pasado, a mi madre. Me quedé insoportablemente huérfano, sin aliento ni deseos, por el momento, de hacer mucho por nadie ni por mí. Mi mamá se tuvo que ir… era su turno.
Y hoy quiero recordarla, deseo explicarla, tengo ganas de compartirla…
Me llena de vida su ausencia, porque confirma su presencia…
Me inspira su recuerdo y me fortifica su obra.
Me invitan a la lucha sus enseñanzas.
Me obliga su memoria, a luchar por llegar a la meta.
Hoy veo a un lado y al otro, arriba y abajo, para adentro y para afuera; y siempre la encuentro a ella. Y le doy gracias a Dios por eso.
Fue buena y casi perfecta. Es por eso que no es difícil recordarla.
Ser madre fue su más bella cualidad.
Fue amiga, hermana, confidente, apoyo, lucha, confianza, solidaridad, justicia, alivio, inspiración, satisfacción, y símbolo para todos.
Hoy sufro su falta, lamento su ausencia… más que por ella por mí.
Sin embargo, hay una buena noticia: Tere de Zarco está viva, está presente, está vigente.
Quienes quieran conocerla sólo tienen que leer uno de sus libros, escuchar el disco que grabó o acercarse a cualquiera que la haya conocido.
Ella dio toda su vida, luchó, también toda su vida. Y lo hizo por otros, no por ella.
Fue guapa, bella, interesante, inteligente y buena…
Y es más, no fue… ES.
Sentimientos y pensamientos variados se mezclan y confunden en mi mente y mi corazón. Y no es para menos. Ella se ha marchado, aunque lo sé muy bien, un ser así nunca se va del todo.