Doña Tere fue velada en una capilla funeraria, a donde fue llevada el 24 de diciembre, Día de Nochebuena, de 1998, día de su fallecimiento. Así es, el Día de Nochebuena, cuando miles de personas en Guatemala se preparaban para el nacimiento de Jesús.
Representantes de diferentes sectores nacionales desfilaron frente al féretro donde reposaba el cuerpo de la señora De Zarco, el cual fue acompañado en todo momento por sus hijos Teresa, Manuel y José Eduardo Zarco Bolaños.
Pérdida
“Es una gran pérdida”, dijo entonces José Eduardo. De hecho, él sintió profundamente la muerte de su madre y, curiosamente, también él falleció en un diciembre.
Entre las personalidades que llegaron a la funeraria para dar el pésame estaban el entonces vicepresidente, Luis Flores Asturias, y Rodrigo Asturias, de la entonces militante Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca.
Junto a Rodrigo, doña Tere, quien había sido integrante de la Comisión Nacional de Reconciliación, vivió largas horas de diálogo para lograr la paz firme y duradera.
Sin embargo, por motivos políticos, Bolaños de Zarco queda fuera de esa instancia, a la cual también había pertenecido monseñor Rodolfo Quezada Toruño.
De los personajes de la extinta guerrilla quedan pocos. Teresa Bolaños todavía vio la firma de la paz, el 29 de diciembre de 1996, y se alegró que por fin se silenciaran las armas.
Aunque ya no tuvo participación activa en dicho acontecimiento, dejó una huella profunda y la motivación para que se firmara la paz.
Flores Asturias dijo, el día del velatorio de doña Tere, que ella “dejó una huella imborrable en el proceso de pacificación de Guatemala”.
Por su parte, Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz 1992, indicó que “fue una gran amiga, sabia y con dedicación a la paz”.
Rodrigo Asturias comentó ese día que Bolaños de Zarco “fue una de las artífices del proceso de paz, en momentos difíciles”.
Día extraordinario
El 3 de enero de 1999, Byron Vásquez escribió en su columna “Desde Los Ángeles”: En sus últimos días, doña Tere ya tenía una relación muy íntima con el Supremo. Me atrevería a decir que entre los dos planearon el día de su partida, pues si algo le faltaba por hacer, para reafirmar que fue una mujer elegida por Dios, era el escoger el día de su muerte.
Que doña Tere haya fallecido el24 de diciembre, no es más que un regalo que el Todopoderoso le pudo haber concedido, pues qué mejor día de partir al Cielo que el mismo en que nació Jesús, el Hijo de Dios. ¡Vaya coincidencia!, mejor día no pudo escoger doña Tere.