A fin de cuentas, la Ley Electoral no contempla la fiscalización de los fondos para campañas electorales. Eso daba pauta para que los candidatos recibieran favores en dinero, con el riesgo latente del tráfico de influencias.
Así, en 1999 iban y venían millones de quetzales producto de “donaciones”, “diezmos” y todo un disparate de términos utilizados para captar fondos electorales.
A fin de cuentas, si nadie fiscalizaba, entonces nadie reclamaría después si dicho dinero había sido bien empleado.
Los principales contendientes de los comicios de 1999, entre ellos Óscar Berger, reconocieron que el costo de una campaña electoral oscilaba entre Q15 y Q20 millones.
Esa suma podría dar risa a los presidenciables de 2015, porque más de uno de ellos ya superó el techo reglamentado por el Tribunal Supremo Electoral.
Las cosas cambian
Los partidos “chiquitos” podrían llegar a gastar la modesta suma de Q20 millones, pero los “grandes”, los “importantes” ya habrían superado en 2015 los Q50 millones.
El nombre de las fuentes de financiamiento ha cambiado, porque ya no se habla solo de personas privadas y oenegés, sino de dadivosos internacionales que tienen pequeños intereses en el país.
La inversión en medios de comunicación también ha cambiado, porque de la televisión (que suele ser el medio más caro) los políticos de ahora se lanzan a conquistar voluntades y votos por medio de las redes sociales.
No es un tema nuevo ni se está descubriendo el agua azucarada, porque ya Barack Obama demostró en sus campañas proselitistas que es mejor pagar poco por miles de clicks que gastar miles de dólares en propaganda que “se la lleva el viento”.
En septiembre de 1990, cuando la campaña electoral cobraba mayor fuerza, dos canales de televisión “donaron”, solo en ese mes, más de Q2 millones en “spots” para el partido favorito en ese momento, el Partido de Avanzada Nacional (PAN), mientras que su más cercano rival recibió igualmente y de forma “gratuita”, menos de medio millón de quetzales en espacios publicitarios.
Reconocen favores
En esa ocasión, varios candidatos reconocieron haber recibido tiempos “donados” en todos los canales, lo cual alivianó la carga y el compromiso para captar recursos financieros.
Un dato interesante y curiosos es que la segunda actividad electoral que más necesita de “dinerito” es el montaje de mítines.
Y es que no resulta sencillo reunir a cientos, miles o decenas (depende del partido) de personas que necesitan transporte, comida y algún “regalito”.
Esta “inversión” hay que calcularla por ciudad, número de mítines y cantidad de “acarreados”.
Los partidos grandes contaban entonces y cuentan ahora con “samaritanos” que “donan” generosas sumas de dinero para encuentros, seminarios, reuniones y toda una gama de actividades para consolidar el poder partidario en la capital y la provincia.
En 1999 los partidos no tenían obligación de llevar registro oficial de las “donaciones”, y esa historia se ha repetido a lo largo de décadas en el país. Esta evasión ha incluido dinero sucio o lavado proveniente de actividades poco honestas como narcotráfico, lavado de dinero o crimen organizado.
Según opinión de expertos de 1999, en la contienda electoral de ese año se gastarían Q100 millones. Quizás eso sea una nada en comparación con las elecciones de 2015, donde los partidos “gruesos” han gastado casi eso, pero cada uno de ellos.
Preguntas frecuentes
¿Ha habido multas por excederse en gastos? Sí, pero han sido ridículas.
¿Llevaban en 1999 los partidos políticos registro contable de las contribuciones recibidas? Si lo llevaban, nunca lo mostraron.
¿Se podían recibir donaciones anónimas? Aunque entonces la frustrada reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos lo prohibía, era obvio que los partidos recibían dinero “sin nombre ni procedencia”
Tal vez las reformas a la Ley Electoral que se discuten en el Congreso logren finalmente poner freno a esos gastos desmedidos y oscuros… tal vez.
Cosas de la política.
Campaña de Óscar Berger de 2003 “Con Berger ganamos todos”. (Video: Youtube)