A diferencia de la mítica abnegación materna, el rostro del padre puede ser enternecedor como el compasivo Padre Eterno —que obviamente es una representación y no una condensación de la divinidad—, inclemente como el tiempo, que vive por los minutos que mueren, o abstraído como el anciano progenitor del maestro impresionista Paul Cezanne.
Un tanto a la manera de las tarjetas artesanales que elaboran los escolares y suelen entregarla hoy, va este mosaico dedicado a los padres, tanto a los buenos como a aquellos que son como el desamorado Saturno.
Uno eterno y otro terrenal
Por supuesto que Dios “no es como lo pintan”, pero para asimilar la paternidad divina, los artistas lo representan con la bondad y sabiduría de un anciano. En esta escena, el Padre Eterno contempla el momento en que San José, padre terrenal de Jesús, se despide serenamente de esta existencia, y su hijo agradecido le dice: “descansa en paz”. El tránsito de San José (1664) por Tomás de Merlo.
Misericordioso
La parábola del hijo pródigo que vuelve arrepentido y recibe el perdón de su padre es una representación de la infinita bondad de Dios (Grabado del francés Gustave Doré (1865).
Pintó a su papá
El pintor impresionista Paul Cezanne inmortalizó a su padre, quien al principio pensó que era un fracaso como artista, pero después lo apoyó. (Pintado en 1886)
Violenta escena
Figuración del mito del padre Tiempo, cuyos hijos, los minutos, devora para vivir. Es una escena brutal, pero es aún peor lo que hacen quienes abusan de sus hijos o hijas (Saturno devorando a un hijo, Francisco de Goya 1819).
Manos honradas
Millones de padres empuñan a diario la herramienta agrícola, el volante, la moto, la agenda o el mouse… y de esa digna forma predican a sus hijos con el ejemplo. (Fotografía de Tina Modotti, 1930)