Internacional

11-S

El 10 de septiembre del 2001 EE. UU. aún disfrutaba de un liderazgo incuestionable en el mundo, lleno de dinero e impulsado por un fuerte crecimiento económico.

Esa era terminó en un instante, cuando el 11 de septiembre (11-S) un avión de American Airlines se estrelló contra la torre norte del World Trade Center.

Osama bin Laden, líder de la red terrorista Al Qaeda, había enviado comandos suicidas armados con navajas y fervor a secuestrar aviones de pasajeros para convertirlos en bombas de combustible, en el epicentro del poder político y económico de EE. UU.

Fue el ataque terrorista más espectacular de toda la historia. Un mundo incrédulo veía cómo las emblemáticas torres neoyorquinas se derrumbaban, mientras el Pentágono ardía tras ser impactado por otro avión.

Heróicos pasajeros de un cuarto avión, que aparentemente iba a impactar en Washington, lograron derribarlo antes de alcanzar su objetivo.

El próximo domingo se cumplen 10 años desde que ocurrieron esos atentados y aunque Osama bin Laden ya está muerto, EE. UU. aún está en problemas, tanto por su legado, como por el impacto de sus propias acciones de represalia.

El horror desatado por aquellos atentados que dejaron casi tres mil muertos traumatizó al público y desató una “guerra contra el terror”, que puso a prueba al sistema legal, envió a soldados estadounidenses a morir en tierras musulmanas, y a la larga afectó el poder global de EE. UU.

En los angustiosos días de luto por los atentados, la frase “todo ha cambiado” parecía estar en boca de todos en un país unido por el horror y que luego fue a la guerra contra la guarida afgana de Bin Laden.

Una década después, casi cien mil soldados estadounidenses permanecen en Afganistán y más de siete mil soldados estadounidenses y aliados han muerto allí y en Iraq, en guerras financiadas por créditos que dejaron a EE. UU. con números rojos.

¿Se puede entonces decir que Bin Laden —pese a que fue muerto el 2 de mayo último por un comando SEAL de la marina— ganó el pulso contra EE. UU.?

¿Logró el audaz ataque poner fin a un siglo de dominio estadounidense?

“Bin Laden sí obtuvo una gran victoria”, declaró Julian Zelizer, un historiador político de la Universidad de Princeton.

“Simplemente como una acción terrorista pura fue un éxito. Reveló millones de agujeros en la seguridad nacional de EE. UU. y fue psicológicamente devastador para la nación”, dijo Zelizer.

El temor que se observó en el rostro del entonces presidente George W. Bush, cuando se enteró de los ataques mientras se encontraba en una escuela de Florida, reflejó el profundo trauma en el que había caído ese país.

La veloz declaración de guerra global al terrorismo generó consecuencias que causaron más daño a EE. UU. que los propios atentados.

“Hubo un momento, causado por el estrés postraumático nacional, que llevó a una respuesta equivocada de Bush”, expuso el analista David Rothkopf.

En un discurso al Congreso, Bush dijo que ningún terrorista jamás volvería a estar seguro en ningún lugar. Promesa que sirvió de apoyo a una denominada doctrina de guerra preventiva.

“Cada nación tiene ahora una decisión que tomar. O están con nosotros o están con los terroristas”, advirtió el mandatario.

El resultado: una guerra de 10 años en Afganistán, una invasión a Iraq justificada por armas de destrucción masiva que nunca fueron halladas y que alejó a Washington de sus aliados, además de abusos contra prisioneros en Abu Ghraib que mancharon la imagen de EE. UU. en el exterior. Sin contar con prisioneros que están en el limbo judicial en prisiones de Guantánamo.

El sistema político sigue aún convulsionado sobre cómo tratar a los “combatientes enemigos”, mientras los sospechosos permanecen en la prisión de la base de Guantánamo, en Cuba, a la que el nuevo presidente Barack Obama intentó clausurar sin éxito.

Billones de dólares en guerras sin financiación dejaron a EE. UU. debilitado, cuando estalló la burbuja inmobiliaria y disparó la peor recesión desde la época de la Gran Depresión.

El gigante sobrevive

El sistema político estadounidense no se quebró—al menos no por Bin Laden— aunque algunos argumentan que la antiterrorista Ley Patriota restringió las libertades básicas.

Pese a quejas por la seguridad en los aeropuertos, EE. UU. se ha vuelto más seguro desde el 2001.

Hasta ahora no hubo otro atentado espectacular en suelo estadounidense, a pesar de que aún permanece el temor a algún ataque terrorista.

El sueño de Bin Laden de lanzar una guerra santa internacional no se materializó. La primavera árabe sugiere que los musulmanes rechazan su ideología.

La mayor amenaza para el dominio global de EE. UU. estaría más bien en tendencias de largo plazo preexistentes al líder de la red terrorista Al Qaeda.

Además, el surgimiento económico, diplomático y estratégico de China, India y Brasil podría hacer menguar el poder de EE. UU. a escala global, más de lo que lo hizo Bin Laden.

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