Primera prueba seria
El calendario adoptado el sábado prevé que un primer grupo de países, los llamados “desarrollados” reduzca su producción y consumo de HFC un 10% antes de finales del 2019 en relación a los niveles de 2011-2013, y un 85% antes de 2036.
Un segundo grupo de países “en vías de desarrollo”, entre ellos China -el mayor productor mundial de HFC- y los africanos, se comprometió a comenzar su transición en 2024. Deberán alcanzar una reducción de 10% con respecto a los niveles de 2020-2022 para 2029 y de 80% para 2045.
Un tercer grupo de “países en desarrollo”, incluidos India, Pakistán, Irán, Irak y los países del Golfo, no empezará por su parte hasta el 2028, para llegar a una reducción de 10% con respecto al periodo 2024-2026 en 2032 y de 85% en 2047.
“Es una vergüenza que India y un puñado de países eligieran un programa más lento”, denunció la oenegé Christian Aid. Esta agregó sin embargo que la comunidad internacional en su conjunto había “superado su primera prueba seria” en materia de política climática desde la COP21.
Con el pacto de París, la comunidad internacional se comprometió a actuar para contener el aumento de la temperatura media a menos de dos grados centígrados respecto a la era preindustrial y a continuar los esfuerzos para limitarla a 1.5ºC.
La eliminación de los HFC, también utilizados en algunos aerosoles o en la fabricación de espumas aislantes, podría reducir en 0.5 ºC el calentamiento mundial de aquí a 2100, según un estudio publicado en 2015. Para 2030 permitiría evitar cada año hasta 1.7 gigatoneladas de equivalente de CO2, es decir las emisiones de Japón.
Alternativas
Los HFC son unos gases de efecto invernadero sumamente dañinos, proporcionalmente mucho peores que el dióxido de carbono, y las emisiones aumentan a un ritmo de 10-15% por año.
Se utilizan desde los años 1990 en sustitución de los CFC (clorofluorocarbonos), principales responsables de la destrucción de la capa de ozono.
Pero aunque son buenos para el ozono, son desastrosos para el clima. Según Paula Tejón Carbajal, de Greenpeace, el acuerdo de Kigali solo tendrá éxito si la comunidad internacional opta por soluciones de recambio que preserven el medioambiente.
Los participantes confirmaron, además, sus compromisos para financiar la transición. A finales de septiembre, 16 países y 19 organismos y donantes privados reunidos en Nueva York prometieron una ayuda de US$80 millones para los países en desarrollo.
El coste de la transición, valorado en varios miles de millones de dólares a escala mundial, volverá a discutirse a finales de 2017 en el marco del Protocolo de Montreal.