Según el gobernador de Texas, Greg Abbott, se trata de la peor masacre cometida por un tirador solitario en la historia del estado.
Según los investigadores, la víctima de menor edad tenía 18 meses. Entre los muertos hay varios niños, dijo Martin. La víctima de más edad tenía 77.
De acuerdo con las autoridades, sobre las 11.20 horas del domingo se vio al agresor en una gasolinera de la localidad.
Posteriormente cruzó la calle hacia la iglesia y comenzó a disparar con su arma.
Un vecino oyó los disparos y lo enfrentó. Cuando intentó huir, este vecino y otra persona lo persiguieron. El agresor huyó en su vehículo.
La Policía lo encontró luego muerto en el vehículo. Según Martin, hay indicios de que se suicidó. Se espera que una autopsia determine la causa exacta de su muerte.
La Policía encontró en su vehículo varias armas. Según las autoridades, Kelley no tenía licencia para portar armas.
Una portavoz de la Fuerza Aérea de Estados Unidos dijo a la televisión estadounidense que un tribunal militar condenó en 2012 al joven por agredir a su esposa y al hijo de ambos. Dos años después fue expulsado de la Fuerza Aérea.
Según informaron los investigadores en la conferencia de prensa, el joven llamó a su padre mientras huía.
En la iglesia fueron hallados los cuerpos sin vida de 23 personas, otros dos delante del edificio, mientras que otra víctima murió en el hospital, según señalaron las autoridades.
Sandy Ward tenía a cuatro de sus nietos y a su nuera en la iglesia, según relató al canal MSNBC. Su nieta de 7 años murió y la más pequeña, de 5, se encuentra en el hospital. “Me siento vacía, todo mi cuerpo está vacío”, dijo.
El baño de sangre en la pequeña localidad de Sutherland Springs se produce tan sólo unas semanas después del de Las Vegas con 58 muertos y días después del atentado en Nueva York, donde murieron ocho personas. La matanza desató indignación, pero también volvió a poner en primer plano el debate sobre la ley de armas en Estados Unidos.
“Nuestras condolencias con todas las familias en Sutherland Springs y a todos los que se vieron afectados por este acto de odio (…)”, tuiteó el ex presidente Barack Obama, que a su vez exigió endurecer la ley de posesión de armas, como ya intentó impulsar durante su mandato. “Quiera Dios darnos la sabiduría para preguntarnos qué pasos concretos tenemos que dar para reducir la violencia entre nosotros y las armas”, escribió.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo durante su gira por Asia que aún es pronto para modificar la ley de armas. La masacre de Texas no tiene nada que ver con la ley de armas, dijo. “Lo hizo un individuo muy perturbado”.
Estados Unidos tiene un gran problema de salud mental, sostuvo.
Entre las víctimas figura la hija de 14 años del pastor de la iglesia baptista Annabelle Pomeroy, según confirmó el propio padre. Ni él ni su esposa estaban en Sutherland Springs en el momento del ataque.
La pequeña localidad de sólo varios centenares de habitantes se encuentra ubicada unos 50 kilómetros al sureste de San Antonio. Unas 50 personas acuden cada domingo al oficio religioso, según dijeron residentes locales a medios estadounidenses.
Hace un mes, un hombre causó conmoción mundial al disparar desde un hotel en Las Vegas contra la gente que asistía a un concierto de música country. Mató a 58 personas e hirió a más de 500. El autor se suicidó. Se trata de la peor matanza en la reciente historia de Estados Unidos. El móvil sigue sin haberse esclarecido.
El ataque del domingo despertó además el recuerdo de lo ocurrido en Charleston (Carolina del Sur), donde un joven de 21 años comenzó a disparar contra fieles negros en una iglesia en 2015 por motivos racistas. Posteriormente fue condenado a muerte.