Se trata de un retorno que marca varios hitos: uno de ellos es el récord de permanencia de un astronauta de los EE.UU.: Vande Hei ha estado en el espacio 355 días seguidos, 15 más que el anterior récord de un estadounidense.
Durante su estancia en la EEI, la plataforma espacial llevó a cabo 5 mil 680 órbitas alrededor de la Tierra, un recorrido de más de 300 millones de kilómetros.
Sin embargo, quizás el hito más simbólico en las actuales circunstancias es que se trata del último astronauta estadounidense en volar a la EEI a bordo de una nave rusa, ya que los siguientes inquilinos de la NASA llegaron a la plataforma orbital a bordo de naves Crew Dragon, desarrolladas por la compañía estadounidense SpaceX.
Además, también retornó en una Soyuz pese a que medios occidentales, entre ellos Fox News, barajaron la posibilidad de que Roscosmos, la agencia espacial rusa, se negase a traerlo de vuelta en represalia a las severas e inéditas sanciones impuestas a Rusia tras el inicio de su “operación militar especial” en Ucrania.
La agencia espacial rusa se apresuró inmediatamente a desmentir estas suposiciones y afirmó que “Roscosmos nunca ha permitido que nadie dude de su confiabilidad como socio”.
Aunque Washington y Moscú continúan negociando la posibilidad de “vuelos cruzados” y no la descartan del todo, esta se torna cada vez más remota, al igual que la de muchos otros proyectos conjuntos, a medida que resuenan los cañones y arden las ciudades en Ucrania.
Es por ello que el aterrizaje de Vande Hei podría convertirse en el símbolo del fin de todo el abanico de la cooperación internacional en el espacio y, más aún, del punto final de la EEI.
La EEI ante un futuro incierto
Ante la espiral de las sanciones occidentales, que han afectado a empresas del sector espacial ruso, Roscosmos ha dejado claro que Rusia podría retirarse de este proyecto internacional, lo cual sería equivalente a su fin.
“El 31 de marzo es el último día que tienen la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA) para responder a nuestro requerimiento de que levanten las sanciones contra dos de nuestras empresas”, señaló el director general de Roscosmos, Dmitri Rogozin.
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La respuesta solicitada por Rogozin definirá la decisión rusa sobre su disposición a prolongar la vida de la plataforma orbital internacional hasta 2030, al igual que sobre la reanudación de los vuelos conjuntos con la NASA.
De momento, Rusia tiene previsto participar en la EEI hasta 2024, con la intención de lanzar después su propia estación.
En opinión de Roscosmos, en la estación, que fue puesta en órbita en 1998 y fue proyectada para tener una vida útil de 15 años, habría que inyectar “una enorme cantidad de dinero” para repararla y evitar que se desintegre “en pedazos” antes de 2030.
Rogozin alertó de que es imposible controlar la EEI sin la participación de Rusia, ya que es el país responsable de la orientación de la estación y la previsión de colisiones peligrosas, además del suministro del combustible y cargamento.
“Si bloqueáis la cooperación con nosotros, ¿quién salvará a la EEI de una salida descontrolada de su órbita y su caída sobre el territorio de EEUU o Europa?”, preguntó recientemente el director general y antiguo periodista en un tuit.
Sanciones vs cooperación en el Espacio
Las otras víctimas del desencuentro entre Rusia y Occidente fueron el programa de lanzamientos rusos desde el cosmódromo de Kourou, en la Guayana francesa, la puesta en órbita de satélites británicos OneWeb y el programa ruso-europeo de exploración de Marte Exomars.
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Además, Roscosmos anunció que dejará de suministrar motores para cohetes a Estados Unidos, que desde hace tres décadas compraba propulsores RD-180 para los cohetes Atlas-5, y propulsores RD-181, utilizados por la primera etapa de los cohetes Antares.
Mientras, en la estación continúan trabajando los cosmonautas rusos Oleg Artémiev, Denís Matvéev y Serguéi Kórsakov, los astronautas de la NASA Thomas Marshburn, Raja Chari y Kayla Barron, y el astronauta de la Agencia Espacial Europea Matthias Maurer.
La EEI, que lleva más de dos décadas al servicio de la humanidad y es quizás uno de los mayores frutos de la cooperación espacial internacional al implicar a cinco agencias de 15 países, podría terminar convirtiéndose en una víctima colateral más del conflicto en Ucrania.