“Esto representa la primera disminución de ataques terroristas en el mundo desde el 2012”, señala el informe.
Sin embargo, detrás de estos datos alentadores se esconden realidades oscuras: en Turquía, Bangladés, Egipto, Siria y Filipinas hubo un fuerte aumento de ataques.
El informe indica también que “la amenaza terrorista global siguió evolucionando rápidamente en el 2015, volviéndose cada vez más descentralizada y difusa”.
Además advierte que con frecuencia los extremistas se sienten frustrados y resultan una amenaza cuando los “medios para expresar su opinión de forma libre y pacífica son bloqueados”.
En los países donde el sistema judicial está distorsionado, donde las fuerzas de seguridad cometen abusos y donde los políticos corruptos no están alarmados, actores violentos no estatales pueden ganar apoyo.
Pero la principal amenaza es el grupo EI y la cantidad de movimientos afiliados que no deja de crecer.
El grupo perdió fuerza sobre su territorio autoproclamado en Irak y en Siria y tiene cada vez más dificultad para encontrar financiamiento frente a la presión de la coalición internacional que lidera Estados Unidos.
Pero el EI controla territorios de Libia y su sector sobre la península del Sinaí se consolidó, atacando las fuerzas de seguridad locales y reivindicando un atentado contra un avión ruso.
Igualmente, el grupo tiene presencia en Afganistán e inspiró atentados cometidos por “individuos o pequeños grupos radicalizados en varias ciudades alrededor del mundo”.
El grupo Boko Haram, con base en Nigeria, fue fiel a la organización EI, pero debe hacer frente a una creciente presión militar de las fuerzas gubernamentales.