“La Corte (…) llegó a la conclusión de que el régimen carcelario implica un tratamiento inhumano a Breivik”, agregó la juez Helen Andenaes Sekulic, argumentando que mantenerlo en régimen de aislamiento desde hacía casi cinco años era una violación de la Convención Europea de los Derechos Humanos.
El tribunal sin embargo desestimó la demanda de Breivik respecto a sus comunicaciones con el exterior, ámbito cubierto por otra disposición de la misma convención.
El extremista de 37 años, que ahora se declara abiertamente neo-nazi, pedía el levantamiento de las restricciones sobre su correo y sus visitas para poder comunicar con sus simpatizantes.
Las autoridades se oponen alegando que es “extremadamente peligroso” y que el objetivo de estos controles es impedir nuevos ataques.
Breivik fue condenado en agosto del 2012 a 21 años de cárcel por haber matado a ocho personas haciendo estallar un carro bomba cerca de la sede del gobierno en Oslo y a otras 69 disparando en un campamento de verano de la juventud laborista en la isla de Utoya.
Durante más de una hora persiguió a cerca de 600 adolescentes aterrorizados que no podían salir de la isla. La mayoría murieron de un disparo en la cabeza.
Aunque la cadena perpetua no existe en Noruega, su pena es susceptible de ser prolongada si se sigue considerando como peligroso.
El Estado intenta matarme
El veredicto del miércoles debería obligar a las autoridades penitenciarias a suavizar el régimen carcelario.
Los supervivientes de Utoya han reaccionado a la decisión del tribunal de distintas maneras.
“Que el tribunal se haya decidido a favor de Breivik es una señal de que tenemos un sistema judicial que funciona y respeta los derechos humanos incluso en condiciones extremas”, tuiteó uno de ellos, Bjorn Ihler, pidiendo que el veredicto sea tomado “en serio”.
“Hurra por el Estado de derecho y todo esto, pero esto es absurdo”, reaccionó Viljar Hanssen, que recibió cinco disparos en Utoya, uno de ellos en la cabeza.
El abogado Oystein Storrvik estima que ha ganado el caso en “lo esencial” y por eso no apelará.
El Estado por su parte estudiará el veredicto antes de tomar posiciones, dijo su representante, Marius Emberland, que se declaró “sorprendido” por la decisión.
Durante el proceso civil que tuvo lugar del 15 al 18 de marzo en la cárcel de Skien (sur) donde está detenido bajo régimen de muy alta seguridad, Breivik afirmó que el aislamiento carcelario perjudicaba su salud y le producía dolores de cabeza y problemas de concentración.
“Desde hace cinco años, el Estado intenta matarme”, afirmó. “No creo que mucha gente hubiera logrado sobrevivir tanto tiempo como yo lo he hecho”, añadió.
Los profesionales — médicos, psiquiatra, personal penitenciario — que lo han observado en la cárcel no han dicho sin embargo que se haya producido una alteración grave de su condición física o mental.
Según diferentes testigos, Breivik se beneficiaba de condiciones mucho más confortables que otros detenidos.
En la cárcel de Skien, Breivik dispone de 31 m2 repartidos en un lugar para vivir, una sala de estudio y un lugar para hacer ejercicios físicos. También tiene a su disposición una televisión, un reproductor de DVD, una consola de videojuegos, libros, periódicos, máquina de escribir y aparatos de musculación.
El Estado ha sido condenado a pagar los gastos judiciales de Breivik, equivalentes a casi 36.000 euros.