“La danza está abierta a todo tipo de cuerpo. Nos permite sacar lo más profundo que tenemos y ser libres”, dijo Torres, de 37 años, tras la actuación el viernes junto a su compañero Pablo Rafael Pereyra, de 34, en el escenario de la Usina del Arte, un espacio cultural en el que se desarrollan las rondas clasificatorias del mundial.
Torres, con un vestido negro y zapatos al tono, bailó con total naturalidad, expresándose a través del rostro y con el movimiento de brazos con la música “Oblivion”, de Astor Piazzolla.
Como parte de la rutina, su compañero la levantó de la silla de ruedas y tendidos en el piso simularon las típicas “quebradas” del tango.
La bailarina contó que no tiene recuerdos sin su silla de ruedas, a la que está unida desde los dos años a causa de un accidente de tránsito que la dejó paralítica.
Comenzó a bailar de niña y ahora lo hace profesionalmente en la Compañía de Danzas sin Fronteras, un programa integrador de baile.
Junto a Pereyra, al que conoce desde hace más de diez años, actuaron en eventos y shows, pero este año se decidieron a competir en el exigente mundial de Tango.
La pareja no quiere privilegios y dijo que espera el jurado los evalúe como artistas y se olviden de la silla de ruedas.
Pereyra comentó que el objetivo de participar en el mundial es llamar la atención y provocar un cambio de actitud en la sociedad ante las personas con limitaciones motrices.
“Bailar es totalmente motivador, liberador, son sensaciones lindas para vivir”, dijo Torres.