Pero existen todavía unos pocos que permanecen intactos a los turistas.
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4 fascinantes lugares en los que el ser humano no puede poner el pie
En nuestro mundo actual, es difícil imaginar un lugar que no podamos visitar, y que no esté incansablemente fotografiado, compartido y etiquetado en las redes sociales.
Si bien la mayoría de los rincones del planeta reciben visitantes, hay algunos cerrados herméticamente al público.
A menudo por razones de seguridad, legales o científicas, está estrictamente prohibido poner el pie en ellos.
Te invitamos a conocer cuatro de estos rincones aislados del mundo (sin el riesgo pisar las zonas restringidas).
1. La “bóveda del fin del mundo”
En una isla remota llamada Spitsbergen, en el archipiélago ártico de Svalbard, Noruega, una montaña de arenisca alberga a 120 metros su interior un lugar apocalíptico: el depósito de semillas más grande del mundo.
A unos 1.300 km del Polo Norte y a 130 metros sobre el nivel del mar, el espeso permafrost -la capa de hielo permanente congelada que rodea la bóveda- ayuda a preservar los cientos de miles de muestras de semillas almacenadas en su interior.
El lugar es también idóneo para esa tarea por su falta de actividad sísmica.
Sin embargo, aunque las semillas se almacenaron de la manera más segura posible desde que el búnker fue inaugurado en 2008, no existe manera humana de comprobarlo.
La bóveda está fuertemente protegida a cal y canto, lo cual garantiza que las semillas que contiene puedan sobrevivir durante miles de años si fuera necesario.
Sin embargo, en los últimos años algunos científicos han mostrado preocupación por el aumento de las temperaturas, que han provocado un deshielo del permafrost.
En 2020, los investigadores locales documentaron el verano más cálido en Svalbard desde que hay registros.
“Vimos un derretimiento sin precedentes en los glaciares y el deshielo del permafrost”, dijo a la BBC el científico Kim Holmen, del Instituto Polar Noruego.
La situación comenzó a monitorearse hace algunos años.
Este búnker de semillas puede ser vital para conservar, en caso de un gran desastre mundial, una reserva de cultivos que garantice la restauración de las especies, y que no nos falte alimento a los seres humanos.
Cada país guarda sus propias semillas vitales para su producción alimentaria, pero el Banco Mundial de Semillas de Svalbard es una suerte de respaldo global.
2. Ilha da Queimada Grande: una isla venenosa
Ilha da Queimada Grande, conocida como Ilha das Cobras (isla de las cobras), es una pequeña isla rocosa, agreste, sin playas y de difícil acceso, ubicada a 35 km de la costa de São Paulo.
La isla fue descubierta en 1532 por la expedición colonizadora de Martim Afonso de Souza.
Sin embargo, la historia de Ilha das Cobras es mucho más antigua. Se formó a finales de la última glaciación, hace unos 11.000 años, cuando subió el nivel del mar, separando el cerro (que formaba parte de la Serra do Mar) del continente y convirtiéndolo en una isla.
Ha llamado la atención en los últimos cinco siglos por una característica inusual: está habitada casi exclusivamente por serpientes: hay estimaciones que dicen que puede haber entre una y cinco serpientes por cada metro cuadrado de la isla.
Es la segunda mayor concentración de serpientes por área en el mundo: alrededor de 45 por hectárea, aproximadamente equivalente al tamaño de una cancha de fútbol – una cifra solo superada por Isla Shedao, en China.
Pero en la isla brasileña una especie de serpiente altamente venenosa se diferenció de sus parientes terrestres y se transformó en la cabeza de lanza dorada (Bothrops insularis) una especie de víbora de pozo endémica de Queimada Grande.
Es tan mortal que una sola mordedura basta para evitar que las aves de las que se alimenta puedan vovler a emprender el vuelo.
“El veneno de la víbora es más tóxico para las aves que para los mamíferos”, explicó a BBC Brasil el biólogo Marcelo Ribeiro Duarte, del Laboratorio de Colecciones Zoológicas del Instituto Butantan. “Eso prueba la gran adaptabilidad de la especie”.
La Bothrops insularis mide entre medio metro y un metro, siendo las hembras un poco más grandes.
“Como la fauna de la isla es muy escasa, sin roedores ni otros mamíferos (a excepción de los murciélagos), los adultos de la especie se alimentan de aves migratorias (las aves residentes no son depredadas)”, dijo a BBC Brasil el investigador y especialista en animales venenosos Vidal Haddad Júnior, de la Facultad de Medicina de Botucatu.
“Los ejemplares jóvenes comen lagartijas, anfibios y artrópodos, como ciempiés, por ejemplo”.
El gobierno brasileño prohibió a cualquier persona pisar la isla, como medida de precaución.
La única excepción a esta norma son algunos investigadores, que para poder visitarla deben estar acompañados en todo momento por un médico y seguir estrictos protocolos.
En cualquier caso, esta remota isla de 43 hectáreas frente a la costa paulista no parece precisamente el destino vacacional más apetecible.
3. Lascaux: la cueva francesa que encierra de arte valioso
Cuatro adolescentes en busca de un perro que había desaparecido por un agujero en la tierra descubrieron esta maravillosa cueva en el sur de Francia en 1940.
En el más sorprendente de los accidentes, su perro los llevó hasta una cueva cubierta de pinturas murales que retratan animales, como caballos y ciervos.
Con una antigüedad de unos 17.000 años, fue uno de los ejemplos de arte prehistórico mejor conservados jamás descubiertos, con alrededor de 600 pinturas y 1.000 grabados en total.
Cuando se hizo el descubrimiento, la Segunda Guerra Mundial estaba en sus albores.
Ocho años más tarde, la cueva de Lascaux se abrió al público curioso que quería ver de cerca la obra de sus antepasados.
En 1963 se suspendieron las visitas al público. Había brotado moho en las paredes de la cueva que amenazaba la preservación de la obra de arte que había existido en condiciones herméticas antes de su descubrimiento.
Casi 60 años después, la cueva todavía está en gran parte fuera del alcance del público, aunque se construyó una réplica muy cerca para que puedan visitarla los turistas.
4. Uluru: el “ombligo del mundo”
Uluru, antes conocida como Ayers Rock, fue una atracción turística durante muchos años, pero se sumó recientemente a la lista de lugares que el público no puede visitar.
También llamado el “ombligo del mundo”, es uno de los monolitos más grandes del planeta.
Anteriormente, los visitantes podían intentar el ascenso de 348 metros a la cumbre, aunque eso significaba enfrentar un calor extremo, con temperaturas en verano de alrededor de 47 grados centígrados.
La escarpada subida a la cima también podía causar dificultades. Pero, para muchos, la belleza del lugar lo compensaba.
Uluru es un sitio sagrado para los aborígenes indígenas anangu que son los custodios de la roca y deseaban que los visitantes dejaran de escalarla por respeto a sus tradiciones.
Ese deseo fue respaldado unánimemente por una petición de la junta del Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta, que tomó la decisión de impedir que la gente pusiera el pie en Uluru en 2017.
El 25 de octubre de 2019 fue el último día en que se permitió a las personas escalar la roca antes de que la prohibición entrara en vigor. Se formaron largas colas de turistas.
En la cultura anangu, Uluru es evidencia de que los seres celestiales llegaron a la Tierra cuando aún estaba sin forma y sin vida. Viajaron a través de ella, creando especies y formas vivas, como Uluru, en el camino.
Los visitantes aún pueden visitar el Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta. Pero la roca sagrada yasolo se puede observar, nunca pisar ni escalar.
Muchos turistas no reprimen la oportunidad de tomar la instantánea desde el aire.