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Crisis en Nicaragua: la desesperación de los familiares de las personas que hacen huelga de hambre en una iglesia asediada por la policía

Estela Rodríguez dice que desde hace ocho días casi no duerme: solo sabe contar las horas, mirar un calendario por el que el tiempo parece no trascurrir. Revisar una y otra vez su teléfono por si alguien la llama con alguna noticia de su hija.

Un grupo de mujeres que intentó llevar agua a los huelguistas este jueves fue nuevamente detenido por la policía. AFP

Un grupo de mujeres que intentó llevar agua a los huelguistas este jueves fue nuevamente detenido por la policía. AFP

“No sé nada de ella desde el sábado pasado. Su celular se quedó sin carga y yo como madre estoy sufriendo, sé que mi hija no está bien, mi corazón de madre me lo dice y no puedo hacer nada, es muy grande la impotencia”, cuenta a BBC Mundo.

Su hija, Karen Johanna Lacayo Rodríguez, de 43 años, inició el jueves de la pasada semana una huelga de hambre en una iglesia de Masaya, en Nicaragua, para pedir la liberación de 150 opositores al gobierno de Daniel Ortega.

Entre esos opositores detenidos está su hermano, Edward Enrique Lacayo, que está la cárcel desde el año pasado.

Tras el anuncio de la huelga el jueves pasado, la policía de Nicaragua cercó la iglesia de San Miguel Arcángel, le cortó los servicios básicos y ha impedido durante toda la semana que activistas lleven bebidas o suministros a los huelguistas, según denuncian organizaciones de derechos humanos.

De hecho, 13 de ellos, que fueron capturados cuando intentaban llevar agua al templo, fueron enviados a la cárcel y ahora enfrentan cargos por portar “armas de fuego” y “bombas caseras”.

“Estoy destruida: mi hijo está preso, lo pusieron cargos por narcotráfico por protestar contra este gobierno. Y mi hijita ahora se está muriendo allí y no le puedo llevar ni agua”, dice la mujer, de 67 años.

“La huelga fue su decisión, la decisión de su conciencia por su hermano y respeto que no quiera comer. Pero los tienen encerrados sin luz ni agua. Eso no es humano, no puedo pensar que mi hija está sin comer y no tiene ni con qué mojarse los labios“, agrega entre lágrimas.

Otro grupo de personas que también intentó llevar agua a los huelguistas este viernes desde la capital fue detenido por las autoridades y regresados a Managua, escoltados por la policía.

“No sé cómo han podido estar tantos tiempo sin agua, sin luz, en la iglesia, (esto) hace peor el sufrimiento por el que están pasando”, dice Rodríguez.

La angustia de los días

Mientras pasan los días, la situación en el templo de Masaya se hace más incierta y las personas dentro han quedado incomunicadas, los que ha aumentado la desesperación y el desconcierto de los familiares que esperan alguna noticia.

Es una angustia muy grande, muy grande, están una huelga de hambre y no sabemos cómo están, porque están los guardias allí y no dejan pasar. No nos podemos ni acercar. No podemos hablar con ellos, ver cómo están, acompañarlos. Todos los familiares estamos en sufrimiento”, lamenta Rodríguez.

“Me dicen por ahí que hay gente que está desmayada, deshidratada… y es lógico, ya van muchos días… y también la situación del padre que está allí y está delicado”, agrega.

Entre las personas que permanecen en la iglesia asediada se encuentra el cura Edwing Román -uno de los sacerdotes que se ha convertido en un símbolo del movimiento contra Ortega- que padece de diabetes y no ha podido tener acceso a sus medicamentos o una alimentación adecuada, según informó la Conferencia Episcopal nicaragüense.

“Hemos estado en contacto con el padre Edwing y ha sufrido descompensaciones, pero se mantiene estable. No podemos decir nada del estado de las otras personas que lo acompañan, pero diré que es una situación bastante difícil”, le asegura a BBC Mundo monseñor Carlos Avilés, vicario general de la arquidiócesis de Managua.

nicaragua
Twitter/Edwing Román
El sacerdote Edwing Román con algunas de las madres de los presos que llegaron a la iglesia para hacer huelga de hambre.

El gobierno de Nicaragua no se ha pronunciado sobre la huelga de hambre y el asedio al templo.

Pero durante su tradicional comparecencia ante los medios oficialistas el pasado martes, la primera dama y vicepresidenta, Rosario Murillo, acusó a la Iglesia católica de “dividir” a los nicaragüenses y exigió a las autoridades eclesiales “respeto” a su gobierno.

“Nosotros, como ciudadanos libres, dignos, exigimos respeto, sobre todo de quienes cumplen funciones pastorales”, dijo Murillo.

“Exigimos trato respetuoso, digno, no estamos viviendo en Nicaragua tiempos de capitalismo feroz sino tiempos de equidad, de cristianismo, de solidaridad, de buena fe y buen corazón. Merecemos respeto de quienes dicen tener autoridad pastoral”, agregó, según el portal La Voz del Sandinismo.

Murillo y Ortega
AFP
Murillo es la vicepresidenta de Ortega.

Avilés, por su parte, señala que es la Iglesia nicaragüense ha sufrido constantes episodios de “irrespeto”, “coerción” e “intimidación” “por acompañar desde un punto de vista humanista a Nicaragua en su justa protesta por la libertad”.

“La Iglesia se ha vuelto el único espacio de libertad que existe actualmente en Nicaragua, de ahí que el gobierno esté enviando sus turbas contra ella. Nosotros solo somos un reflejo humanista y pacifista de esta búsqueda del pueblo de Dios”, dice el también vocero de la Curia Arzobispal.

Altercados en las iglesias

Pero la huelga de hambre no ha sido el único -ni último- enfrentamiento entre el gobierno y sus opositores que ha tenido de por medio una iglesia católica.

Un grupo de seguidores de Ortega, armados con machetes, palos y barras de metal, rodearon el jueves el templo de San Juan Bautista en Masaya mientras se preparaba una procesión en solidaridad con los huelguistas de hambre y el sacerdote de San Miguel Arcángel.

Mientras el lunes, simpatizantes del gobierno agredieron a un cura y una monja que intentaban proteger a a otro grupo de mujeres que había iniciado otra huelga de hambre por la liberación de los presos en la Catedral Metropolitana de Managua.

El cerco y la huelga en ese templo terminaron un día después, no sin que la Iglesia de Nicaragua condenara lo que consideró una “profanación” de uno de sus recintos más importantes y pidiera al gobierno escuchar las peticiones de los huelguistas, “que a la vez son sus derechos”.

“Exhortamos a los responsables de estos asedios para que depongan su postura. Es demasiado el dolor que han sufrido los nicaragüenses. La familias que se encuentran asediadas cargan con un doble sufrimiento: la falta de libertad de sus familiares encarcelados y, ahora, el estado de sitio que atenta contra sus vidas”, indica el comunicado.

Los incidentes en las iglesias provocaron varias protestas y pronunciamientos tanto de organizaciones internacionales como de gobiernos y figuras públicas de Europa y América Latina.

Nicaragua vive una profunda crisis política y económica desde abril de 2018, cuando los estudiantes se lanzaron a la calle para pedir la renuncia de Ortega, que llegó al poder en su segundo mandato en 2007 (el primero fue de 1985 al 90).

Las protestas dejaron un saldo de al menos 325 muertos, más de 2.000 heridos y cerca de 70.000 exiliados, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, mientras cientos de nicaragüenses terminaron en la cárcel.

La oposición llama a estos últimos “presos políticos”, mientras el gobierno -que insiste en que las manifestaciones son en realidad un “intento de golpe de Estado”- los condenó por delitos comunes y los considera “vándalos” o “terroristas”.

Las autoridades liberaron a más de 500 de ellos durante una amnistía en los meses de verano, pero más de 100 continúan en las cárceles, según organismos de derechos humanos.

Las huelgas de hambres de los últimos días forman parte de una acción opositora llamada “Navidad sin presos”, que busca la liberación antes de fin de año de los que aún quedan en las cárceles.

Nicaragua
AFP
Nicaragua ha vivido nuevas jornadas de protestas en las últimas semanas.

Estela Rodríguez, entre tanto, dice que solo espera que la “pesadilla” que ahora vive por sus dos hijos acabe pronto.

“Yo solo los quiero a los dos de vuelta, vivos. Yo pido que me los traigan. Ya es hora de que todo esto termine. Ya hemos sufrido demasiado. En mi desesperación, solo puedo pedir ayuda por los que están en esa iglesia, por el padre Edwing, por mi hija, por todos los que están allí”.