Fulgencio Batista, Rafael Leónidas Trujillo y Marcos Pérez Jiménez encontraron en la capital española su lugar de enterramiento después de haber detentado el poder durante años en Cuba, República Dominicana y Venezuela, respectivamente.
BBC NEWS MUNDO
Exhumación de Franco: los tres gobernantes de facto latinoamericanos que fueron enterrados en España
Lejos de los países que gobernaron con mano de hierro, los restos de tres hombres fuertes latinoamericanos reposan en cementerios de Madrid.
Las sepulturas de los tres militares latinoamericanos en Madrid un ocupan segundo plano y no despiertan la polémica del Valle de los Caídos.
Las sepulturas de los tres militares latinoamericanos ocupan un segundo plano y pasan a menudo desapercibidas.
No atraen la atención ni suscitan la polémica que despierta el lugar de enterramiento de quien fuera su aliado en España, Francisco Franco, quien será exhumado a las diez y media de la mañana del jueves 24 de octubre de la que ha sido su tumba durante los últimos 44 años.
Esta medida -así como el uso y significado del Valle de los Caídos, el imponente monasterio y mausoleo en las montañas del norte de Madrid en el que recibió sepultura Franco- se convirtió en los últimos años en una cuestión polémica en el país europeo.
El destino final de los restos de Franco
La decisión definitiva, tomada por el gobierno del socialista Pedro Sánchez, fue precedida de años de tiras y aflojas políticos y judiciales.
Finalmente, los restos de quien fue jefe de Estado de España desde 1939 hasta su muerte en 1975 abandonarán el lugar de honor que ocuparon hasta ahora y serán trasladados a un panteón en el cementerio de Mingorrubio, a escasos 23 kilómetros en línea recta desde el Valle de los Caídos.
En ese mismo camposanto se encuentra un mausoleo de mármol negro perteneciente a la familia Trujillo.
La tumba de Batista, en cambio, se halla en el cementerio de San Isidro, en el suroeste de Madrid, y la de Pérez Jiménez en el Parque Cementerio La Paz de Alcobendas, la misma localidad en la que falleció.
¿Cómo terminaron estos tres gobernantes de facto latinoamericanos en la capital española? Y, ¿qué papel jugaron en ese destino sus relaciones con Francisco Franco?
El singular viaje de Rafael Trujillo
El periplo hasta Madrid de los restos de Rafael Leónidas Trujillo es quizá el más singular de los tres.
El “jefe”, como se le conocía popularmente, murió tiroteado en una carretera dominicana el 31 de mayo de 1961. Se ponía fin así a casi 30 años de uno de los gobiernos de facto más represivos y sanguinarios de América Latina.
Tras recibir sepultura con honores de Estado en un primer momento en la ciudad dominicana de San Cristóbal, donde había nacido, y ante el giro político que se estaba dando en el país, su hijo Rafael decidió sacarlo de República Dominicana.
Para ello utilizó el yate de Angelita, una lujosa embarcación que había comprado el mandatario años atrás. Sin embargo, el barco fue interceptado antes de llegar a su primer destino en las islas Azores y obligado a regresar al país caribeño.
Tras desembarcar de nuevo en República Dominicana, los restos de Trujillo fueron traslados en avión a París, donde recibieron una segunda sepultura en diciembre de 1965 en el cementerio de Père Lachaise -conocido por ser el lugar de reposo de numerosos políticos, escritores y artistas-.
Un panteón para Trujillo en Madrid
Pero este no sería su lugar último de descanso.
A finales de los sesenta, la viuda del militar dominicano, María Martínez de Trujillo, de origen español, hizo exhumar a su marido y reinhumarlo en su ubicación actual en el cementerio de Mingorrubio, lugar de enterramiento de algunas de las principales personalidades del régimen franquista y donde se reubicarán los restos de Franco este jueves.
Los restos de Trujillo terminaban así su peregrinaje en un país gobernado por un régimen al que había admirado y del que había sido aliado.
“Gran parte de sus políticas en la República Dominicana se hicieron a imitación de las políticas represivas del franquismo”, le dice a BBC Mundo Matilde Eiroa, profesora de historia contemporánea de la Universidad Carlos III de Madrid.
El buen entendimiento entre los dos militares quedó patente en el ostentoso recibimiento que le dispensó Franco a Trujillo en su visita a España en 1954.
Anticomunismo y catolicismo a ultranza
“Les unía el catolicismo y lo que ellos denominaban la lucha anticomunista, que en realidad no era tal. Por anticomunismo ellos entendían cualquier oposición a sus regímenes. Pero en plena Guerra Fría, con la división del mundo entre capitalistas y comunistas, esto del anticomunismo les funcionó muy bien”, agrega la experta en relaciones entre la España franquista y América Latina.
Ese denominador común ideológico, junto a la necesidad de buscar aliados que sacaran a España del aislamiento en que se había sumido al acabar la Guerra Civil, llevaron al régimen franquista a establecer alianzas, no solo con la República Dominicana de Trujillo, sino con otros gobiernos autoritarios y militaristas de América Latina.
“Era la denominada ‘Comunidad Hispánica de Naciones’, en realidad circunscrita a un colectivo de territorios con regímenes dictatoriales y militaristas. En todos ellos el fuerte control social, la jefatura única, la represión y la permanente presencia del ejército forman parte de los elementos que las definen”, apunta Eiroa.
“Franco reveló su pragmatismo”
Esta alianza facilitó que algunos de esos gobernantes, como Fulgencio Batista y Marcos Pérez Jiménez, acabaran sus días en España al amparo de un gobierno amigo, como había ocurrido al terminar la II Guerra Mundial con numerosos nazis huidos y con el cruel gobernante filonazi croata Ante Pavelic.
“España fue el refugio ideal para los dictadores en esa especie de asilo de lujo que se les ofreció”, señala la investigadora.
Sin embargo, esa acogida se hizo a condición de que los exmandatarios que se instalaron en España lo hicieran de manera cautelosa, sin desarrollar actividades políticas que pudieran molestar a Estados Unidos, uno de los principales valedores internacionales de Franco a partir de los años 50.
“Una vez más, Franco reveló su pragmatismo y doble cara: por un lado simpatizaba con ellos y les ofreció apoyo para sobrevivir. Por otro, mantuvo con gran discreción este auxilio para evitar las críticas de los países occidentales”, sugiere Eiroa.
Franco y Batista, una relación “ambivalente”
Tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, Fulgencio Batista -que había dirigido Cuba de manera autoritaria desde 1953- se vio forzado a abandonar la isla.
Después de un breve paso por República Dominicana y Portugal, el militar cubano se instaló en España, donde vivió hasta su fallecimiento en 1973.
No obstante, las relaciones entre el franquismo y el gobierno de Batista habían sido complejas.
“Había habido un apoyo explícito a Batista -al fin y al cabo lo que buscaba la España de Franco era apoyo internacional– pero también hubo apoyo de la embajada española en La Habana a ciertos sectores revolucionarios relacionados con el ámbito católico”, asegura en diálogo con BBC Mundo Ángel Dámaso Luis León, investigador de historia de América en la Universidad de La Laguna de Tenerife.
La “jubilación dorada” de Batista en España
“Posteriormente, las relaciones entre Franco y Fidel Castro no fueron malas. No digamos positivas, pero sí de cierto respeto y entendimiento mutuo. No hubo una confrontación a pesar de las diferencias ideológicas”, agrega el historiador.
En ese contexto, Batista es recibido en España de manera comedida. En ese país encuentra un lugar cercano en términos culturales donde, en palabras de Luis León, puede “disfrutar de su jubilación dorada”.
“Está claro que las autoridades no lo rechazan, pero no se le recibe como un dignatario“, sugiere el investigador.
El largo retiro de Pérez Jiménez en Madrid
Igualmente discreta fue la llegada a España de Marcos Pérez Jiménez, quien había regido los destinos de Venezuela desde 1948 hasta el 23 de enero de 1958.
Durante esos años, Venezuela se convirtió en uno de los aliados clave de Francisco Franco en América Latina y, bajo el auspicio del gobierno militar de Pérez Jiménez, en uno de los principales destinos para la emigración española en la región.
Después de su derrocamiento y huida a Estados Unidos, el exmandatario fue extraditado a Venezuela para cumplir una sentencia de cuatro años de prisión por peculado y malversación de fondos del erario público.
Al salir de la cárcel en 1968, Pérez Jiménez se exilió en Madrid.
“Su salida de Venezuela fue bastante sonada, pero en España no tuvo esa repercusión. Estamos hablando ya del tardofranquismo y no se le encumbra como un dignatario, sino que se le da una especie de retiro, entre comillas”, cuenta Luis León.
El 20 de septiembre de 2001, el exgobernante de facto venezolano falleció a los 87 años en La Moraleja, una lujosa urbanización del norte de Madrid.
Hoy descansa junto a su esposa en el Parque Cementerio La Paz de Alcobendas.