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La BBC tiene acceso a un campo de prisioneros de guerra rusos en Ucrania

Una vez más, los misiles rusos amenazaban Ucrania desde el cielo a medida que entrábamos en estas instalaciones para prisioneros de guerra en el occidente del país.

Cientos de soldados, mercenarios y reclutas permanecen cautivos en las instalaciones en Ucrania.

Cientos de soldados, mercenarios y reclutas permanecen cautivos en las instalaciones en Ucrania.

En este crudo edificio, uno de los 50 lugares similares que hay en Ucrania, se encuentran cientos de soldados, reclutas y mercenarios rusos capturados durante la invasión.

El rujido de las defensas aéreas ucranianas se podía escuchar en la distancia mientras nos conducían a un sótano, donde nos encontramos con la imagen de decenas de prisioneros que se refugiaban del ataque ruso.

Los intercambios de prisioneros se han convertido en un elemento habitual de esta guerra y para Kyiv es crucial que continúen. Ucrania dijo este mes que, hasta el momento, había asegurado la liberación de 1.762 hombres y mujeres a través de este tipo de intercambios.

Son operaciones muy delicadas, que a menudo tardan meses en organizarse.

La instalación

Según los Convenios de Ginebra, los prisioneros de guerra no deben exhibirse ni mostrarse al público.

Se nos permitió acercarnos a quien quisiéramos y les pedimos su consentimiento. Pero los guardias estaban con nosotros dondequiera que fuéramos y era poco probable que estos hombres hablaran libremente.

Muchos ocultaron sus rostros para proteger aún más sus identidades.

Prisionero ruso usando un teléfono.
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Los guardias ucranianos dicen que a los prisioneros se les permite una llamada telefónica cada dos semanas.

En noviembre pasado, un informe de derechos humanos de la ONU documentó abusos por parte de ambos lados del conflicto, basándose en entrevistas con presos que hablaron de casos de tortura y malos tratos.

Aquí los guardias parecían deseosos de demostrar que estaban tratando bien a los prisioneros.

Un combatiente dijo que había trabajado para un grupo de mercenarios. Había sido llevado a esta instalación tres días antes, después de que lo hicieran prisionero cerca de la ciudad oriental de Soledar, que fue capturada el mes pasado por las fuerzas rusas.

Heridas de la guerra

De los prisioneros, un puñado se veía desafiante. Nos encontramos con la mirada de un preso que dijo haber sido capturado en la región de Lugansk el 29 de diciembre.

“Espero que me intercambien y que no tenga que volver al ejército”, dijo.

“¿Qué pasa si no tienes otra opción?”, le pregunté.

Hizo una pausa por un segundo: “Tengo algunas ideas. Podría regresar entregándome voluntariamente”.

Al salir del refugio se hizo evidente que la mitad de los prisioneros habían resultado heridos en combate.

Algunos tenían las manos o los pies vendados. Otros se movían cojeando pesadamente.

Un joven se emocionó al describir cómo había perdido una pierna con la explosión de una granada.

Soldados rusos trabajando en el campo de prisioneros de guerra.
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En uno de los talleres, había un grupo de soldados rusos fabricando muebles de patio.

A medida que nos acercábamos al sonido pulsante de un taladro de compresión, apareció una pequeña línea de producción donde los prisioneros de guerra armaban juegos de muebles para exteriores.

Trabajaban, de nuevo, con la mirada hacia abajo.

Nos dijeron que una compañía local tenía un contrato con la instalación, lo que significaba que los reclusos también podían ganar algo de dinero, principalmente para gastar en cigarrillos y dulces.

La mayoría de los prisioneros de guerra se ven obligados a tener trabajos como este. Aparentemente, solo los oficiales rusos pueden esoger si trabajan o no.

A la hora del almuerzo, los prisioneros fueron conducidos a una cantina temporal en el último piso. A través de la ventana, una bandera ucraniana ondeaba en el viento frío.

Las bandejas con comida para los prisioneros.
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A los prisioneros se les dio un almuerzo con una tajada de pan, sopa de maíz y carne.

Comieron rápido y en silencio, excepto por el sonido de la comida.

Después, mesa por mesa, en un momento de coreografía perfecta, se juntaron y gritaron en ucraniano: “¡Gracias por el almuerzo!”.

Llamando a casa

A los reclusos aquí se les obliga a ver televisión en ucraniano, incluyendo documentales sobre la historia de Ucrania y la ciudad sureña de Mariupol, que fue casi arrasada por un asedio y bombardeo ruso que duró meses.

Algunos de los soldados ucranianos que habían defendido Mariupol fueron parte del último intercambio.

Le preguntamos a un recluso si entendía lo que estaba viendo.

“Más o menos”, dijo. “Lo encuentro educativo”. Es poco probable que hubiera dicho algo poco halagador.

Es muy posible que algunos de los rusos en la sala no pudieran entender el programa que tenían que ver, y es posible que no quisieran hacerlo.

A los presos se les permite una llamada telefónica cada dos semanas, según los guardias. Para sus familias en Rusia, estas llamadas suelen ser la primera oportunidad que tienen de descubrir que sus hijos han sido capturados.

Prisioneros en un centro en Ucrania.
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Los prisioneros esperan usar un teléfono.

“¿Dónde estás? ¡Le he preguntado a media ciudad por ti!”, se podía escuchar a la madre de un joven decir por teléfono.

“Mamá, espera. Estoy en cautiverio, no puedo decir más“.

“¿Con los malditos ucranianos?” dijo la madre, antes de romper en llanto.

“Eso es todo, mamá. Tranquila”, le dijo, mientras un guardia estaba frente a él. “Lo más importante es que estoy vivo y sano”.

Algunas de las llamadas de los prisioneros quedaron sin respuesta, dejándolos esperando otra oportunidad en el teléfono y un futuro intercambio de prisioneros.