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La fuerza política más nueva: cómo los evangélicos emergen en el mapa de poder en América Latina

En algunos países se movilizan contra proyectos de ley, en otros tienen sus propios grupos políticos y a veces hasta candidatos presidenciales: los evangélicos emergen cada vez con más fuerza en el mapa de poder de América Latina.

El fenómeno quedó reflejado en la última elección de Costa Rica, donde el predicador evangélico Fabricio Alvarado disputó la segunda vuelta con una postura conservadora, opuesta al matrimonio igualitario, la fecundación in vitro o el aborto.

Si bien Alvarado perdió el domingo 1º ante el oficialista Carlos Alvarado, por 61% a 33%, el hecho de que alguien que combina a tal punto religión y política llegara tan lejos en la carrera presidencial de un país como Costa Rica sorprendió a muchos.

En la región ya hay un presidente evangélico, el guatemalteco Jimmy Morales, y otros que buscan serlo en Venezuela, Colombia o Brasil, mientras en México un partido de base evangélica apoya al candidato izquierdista que lidera las encuestas, Andrés Manuel López Obrador.

Pero el asunto va más allá de las urnas.

Las iglesias evangélicas representan prácticamente a uno de cada cinco latinoamericanos y ejercen una creciente presión en el debate político sobre cuestiones de familia, género y sexualidad.

“Esa es la fuerza política más nueva y que más adelanto ha tenido en América Latina desde que surgieron los movimientos sociales de los 90”, dice Javier Corrales, un profesor de ciencia política en Amherst College de Massachusetts, a BBC Mundo.

Pero ¿cómo puede ocurrir algo así cuando los evangélicos son una minoría religiosa en la región?

“Una influencia tremenda”

América Latina, la región de donde proviene por primera vez el Papa, aún tiene predominio católico: 59% de sus habitantes se declara como tal, según una encuesta de la organización Latinobarómetro en 18 países, divulgada en enero.

Pero esa mayoría ha disminuido de forma significativa desde el 80% registrado en 1996, mientras 19% de los latinoamericanos se definen como evangélicos.

Esto contrasta con lo que ocurría en 1970, cuando apenas 4% de la población regional era evangélica, de acuerdo al Pew Research Center.

En algunos países centroamericanos, como Honduras o Guatemala, el fenómeno se acentúa y los evangélicos prácticamente igualan o superan en porcentaje a los católicos.

“En muchas partes de la región, la Iglesia católica pierde poder y aumenta el poder de la evangélica. No sé si el poder político directo, pero sí el poder de influencia en la sociedad, escuelas, comuna, etcétera”, le dice a BBC Mundo Marta Lagos, directora de Latinobarómetro.

“En ese sentido sí hay una influencia tremenda de la iglesia evangélica, sobre todo en la gente más pobre”, agrega, “los candidatos van a buscar los votos evangélicos, no cabe duda”.

Eso es lo que parece hacer el mexicano López Obrador, que sumó al Partido Encuentro Social —conservador y con apoyo evangélico— a su alianza electoral en febrero con un mensaje cargado de contenido religioso y referencias al Nuevo Testamento.

“Soy cristiano en el sentido más amplio de la palabra, porque Cristo es amor”, indicó López Obrador en un video divulgado en Semana Santa.

En México, los católicos mantienen clara mayoría ante los evangélicos, pero al igual que en Costa Rica, Colombia, Perú, Chile o Argentina, ambos grupos se han unido en marchas por causas como la oposición al matrimonio gay y al aborto, o la “defensa de la familia” tradicional.

El presidente chileno, Sebastián Piñera, cortejó el voto de los evangélicos para las elecciones del año pasado y tuvo a cuatro obispos de esa comunidad en el comando de su campaña.

“Servicios comunitarios”

Los evangélicos en América Latina parecen aprovechar no solo los espacios que pierde la Iglesia católica, sino también el desencanto de la gente con la política y los gobiernos .

Con una fuerte presencia en los barrios populares de la región, las iglesias evangélicas proporcionan asistencia de distinto tipo, desde el cuidado de salud o de los hijos hasta en la búsqueda de trabajo.

“Ofrecen servicios comunitarios, entonces esto les trae un seguimiento muy grande: tienen una adhesión que ningún partido, ninguna ONG, ni otro movimiento es capaz de igualar”, explica Corrales.

Además cuentan con radios, canales de TV y fuerte presencia en las redes sociales.

Y la fidelidad que logran la hacen valer cada vez más en la arena política, a veces con acuerdos electorales, otras impulsando sus propios candidatos.

En Costa Rica, Fabricio Alvarado captó votos con la polémica que causó un dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para reconocer y garantizar el matrimonio igualitario, del cual es férreo opositor.

En la vecina Guatemala, fue el teólogo evangélico y cómico Jimmy Morales quien ganó las elecciones de 2015 como un candidato antisistema, opuesto al matrimonio gay o al aborto.

Como presidente, Morales se ha visto salpicado por acusaciones de financiamiento electoral ilícito, el procesamiento de su hijo y hermano por fraude, o gastos de miles de dólares públicos en lujos y regalos.

En Venezuela y Colombia, los pastores Javier Bertucci y Jorge Antonio Trujillo se presentan respectivamente como candidatos para las presidenciales de sus países el mes próximo.

Ninguno de los dos figura como favorito en las encuestas ni representa necesariamente al electorado evangélico.

Pero los evangélicos en Colombia ya mostraron su peso en las urnas en 2016, al movilizarse por el No ganador en el plebiscito sobre el acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Y muchos se preguntan ahora si los evangélicos colombianos darán un apoyo decisivo a Iván Duque, el candidato del Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe, quien lideró la oposición al acuerdo de paz.

Pragmatismo y polarización

En Brasil, donde los evangélicos tienen una bancada con decenas de parlamentarios en el Congreso y un pastor es alcalde de Río de Janeiro, podría ser clave el apoyo que le den al candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro, que figura con chances de pasar a la segunda vuelta electoral en octubre.

El influyente pastor brasileño Silas Malafaia sostuvo recientemente que “80% del voto evangélico irá para Bolsonaro” si el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, condenado por corrupción, queda fuera de la contienda.

Tras ir a prisión este mes, Lula sigue al frente de las intenciones de voto con 31% según una encuesta de Datafolha, seguido por Bolsonaro (15%) y Marina Silva (10%), una exministra de Medio Ambiente que es evangélica.

Esto deja traslucir algo más: los evangélicos pueden votar por derecha o izquierda según la ocasión, mientras no vean amenazas a su agenda.

“En el sentido de lo que ganan en la competición, tienen un pragmatismo muy acentuado”, le dice a BBC Mundo Maria das Dores Campos Machado, experta en sociología de la religión en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Machado cree que los evangélicos en el Congreso brasileño son más conservadores y menos abiertos que los de la sociedad civil en general, pero tejieron alianzas con católicos y “aprovechan el espacio de la derecha para aumentar su visibilidad”.

Pero, como mostró la campaña en Costa Rica, ese activismo religioso en temas de relaciones de familia, sexo o reproducción contribuye a una mayor división política con quienes discrepan con sus dogmas, en una región donde también aumenta la cantidad de no creyentes: 18%, según Latinobarómetro.

“Se está volviendo a la polarización clásica latinoamericana del siglo XIX entre grupos conservadores y anti-clericales, que produjo muchísima tensión política inclusive hasta mediados del siglo XX”, advierte Corrales.

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