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Me grabo con el celular para asegurarme de que no le pegué a nadie: la angustia de vivir con trastorno obsesivo-compulsivo

"Estaba echado en la cama y pensaba: yo maté a alguien. Puedo estar así por unos tres meses y seis o siete meses más tarde me doy cuenta de que eso realmente no ocurrió".

Para Connor, este tipo de pensamientos son recurrentes.

“Tengo estos pensamientos a cada minuto, todos los días. Giran en torno a la muerte, la violencia, o pueden ser sexuales. Son sobre mí siendo mala persona”, le dice este joven de 27 años a la BBC.

Sufre trastorno obsesivocompulsivo (TOC)desde niño.

Se trata de un trastorno de ansiedad caracterizado por la presencia de pensamientos intrusivos —pensamientos inconscientes que interrumpen la atención o la actividad normal— persistentes que producen angustia extrema a quien lo padece.

El padecimiento genera también conductas repetitivas o compulsiones, destinadas a reducir la ansiedad provocada por estos pensamientos.

“Cuando tengo estos pensamientos, la ansiedad me hace entrar en pánico. Me da dolor de cabeza, siento mareos. Cada vez que lucho con un pensamiento, vuelve con mayor intensidad, y crece y crece hasta que ya no puedo lidiar con eso”.

Los pensamientos o imágenes comenzaron a invadirlo cuando tenía 4 años, y fueron empeorando a medida que se hacía mayor.

Primeros signos

Su madre, Alison, recuerda que de pequeño, su niño era “especial”.

“(Connor) era diferente a los demás. Recuerdo cuando llegó el momento de hacer la confirmación y no quería porque ‘era una mala persona'”.

“‘No soy lo suficientemente bueno como para hacer la confirmación’, me dijo”.

“Quizá era por los pensamientos intrusivos que estaba teniendo”.

Los pensamientos que acosan a las personas que padecen TOC, le explica a la BBC el profesor David Healy, especialista en psiquiatría del Hospital Maudsley de Londres, reflejan sus valores.

“Si eres una persona generalmente pacífica que quieres ayudar a la gente, tiendes a tener pensamientos violentos”, señala Healy.

“Son pensamientos que avergüenzan mucho a la persona con TOC y representan lo que peor que les puede pasar”, dice el especialista.

Si se deja sin tratar, el trastorno puede convertirse en una condición crónica, advierte.

Pensamiento intrusivo

Cameron, hermano de Connor, recuerda un episodio particularmente difícil en la vida de su hermano, cuando la familia se fue de vacaciones a España hace unos tres o cuatro años.

“A la noche salimos y al volver estaba convencido de que había pasado algo malo”.

Para Connor también se trata de un episodio difícil de olvidar.

“Estábamos todos sentados afuera, en un club nocturno, y uno de los organizadores me dijo que había pasado algo sexual entre nosotros en el baño. Después, me dijo que era una broma”.

Aunque Cameron, que había pasado todo la noche junto a él, le dijo una y otra vez que no había sucedido nada, Connor seguía creyendo que dicho incidente había tenido lugar.

“Regresé a España, pero el dueño del club me dijo que no tenían cámaras de CCTV. Fui al hotel donde se había hospedado el organizador, y todos me repitieron que él estaba bromeando”, cuenta Connor.

“Después me fui a dormir a un banco en la calle y luego volé de regreso a casa”.

Filmarlo todo, la contracara de su obsesión

“La otra cara de las obsesiones son las compulsiones”, dice Healy.

“Estas son cosas que hay que hacer una y otra vez. Ellos saben que no tienen sentido y que son absurdas, pero como están llenos de dudas, las hacen por que tienen un sentido de responsabilidad y no quieren que eso (que están pensando) ocurra”.

En el caso de Connor, su compulsión es filmar todo lo que hace con su celularpara asegurarse de no haber hecho nada malo.

“Tengo una cámara en el auto que graba con una amplitud de 180º. Cuando tengo el celular en mi mano, me filmo la otra mano. Así, cuando salgo de la casa, sé que no le he pegado a nadie con mi otra mano”, dice.

Registrarlo todo, sin embargo, no reduce sus niveles de ansiedad que no le permiten tener una vida normal o mantener un trabajo.

“Se siente culpable porque no puede aportar dinero. Pero físicamente no puede hacerlo. Tuvo varios trabajos a lo largo de los años, pero no está en capacidad de ir al trabajo y volver”, comenta Alison.

Y es que para Connor, solo el viaje al trabajo puede convertirse en una pesadilla.

“Si estoy manejando y paso por encima de un bache en la carretera, mi mente piensa que pisé a una persona. Y tengo que retroceder para ver si es así, y hago eso por dos o tres horas”, dice Connor.

“El año pasado no pude salir de la casa. No vivía sino que existía dentro de mi habitación”, le cuenta a la BBC.

Tratamiento esperanzador

Connor ha intentado superar su condición con distintos tratamientos pero ninguno hasta ahora ha surtido efecto.

Desde fármacos antipsicóticos hasta terapia cognitivo-conductual, terapia individual y familiar, y desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares.

Los fármacos que toma deberían reducir los síntomas del TOC. “Pero yo no noto la diferencia”, dice el joven.

Un tratamiento al que aún no se ha sometido pero en el que tiene puestas sus esperanzas es la llamada estimulación magnética transcraneal (EMT).

Se trata de un procedimiento no invasivo que utiliza campos magnéticos para estimular las células nerviosas en el cerebro a fin de inhibir o exponer actividad neuronal.

“La máquina de EMT reduce esos pensamientos y sentimientos intrusivos, y disminuye la comunicación excesiva entre neuronas en una región determinada del cerebro”, le explica la BBC Aisha Osman, encargada de suministrar el tratamiento de EMT, en Smart TMS.

 

El tratamiento está disponible en el sector privado y en el servicio de salud pública de Reino Unido, pero solo para casos de depresión.

Su costo es de US$240 por sesión y se estima que un paciente con TOC necesita en promedio cerca de 30 sesiones.

El Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud (NICE, por sus siglas en inglés), un organismo público que evalúa distintas prácticas médicas, señala que la evidencia sobre la eficacia de este tratamiento no es concluyente.

No obstante, algunos expertos que han estado en contacto con dicha organización sostienen que hay cada vez más evidencia en favor del uso de la neuroestimulación.

Para Connor, es una perspectiva esperanzadora.

“Esta no es forma de vivir. Así no tiene sentido existir, porque esto no es vida. Preferiría estar dormido”, reconoce.

Así que, si funcionara, sería un cambio de vida radical para él.

Podría “trabajar, tener mi casa, una novia que no perdería por mis pensamientos negativos, viajar por el mundo”, dice.

“Podría vivir una vida normal. Y, para mí, eso sería un milagro”.

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